viernes, 14 de octubre de 2011

19 DID YOU GET WHAT YOU DESERVE?

Tras el concierto improvisado, las Killjoy quieren saber qué le ha dado a Amy para estar tan rara, porque cuando se ha calmado ha vuelto a experimentar un cambio brusco de humor, sonriendo y saltando. Entonces es cuando ha dicho que por favor les haga caso, y Sey y Sara han intercambiado una mirada llena de entendimiento.
-Bien, chicas... ¿Qué os parecería montar un grupo? De música.
Esa necesidad de explicar cosas obvias que tiene a veces Amy las hace sonreír, lo que le da a Amy la impresión errónea.
-No, no, espera, Amy, no te embales-le frena Sey cuando le ve las intenciones-. Aún no hemos dicho nada.
-¿No os gusta la idea?
Qué extraña es Amy. Puede pasar de la seguridad ciega en sí misma a la más absoluta vulnerabilidad, en cuestión de segundos. Ya las mira de reojo, totalmente desinflada, y sacude la cabeza con una sonrisa.
-Tampoco hemos dicho que no, Amy-Sara la mira frunciendo el ceño, pensativa.
-Es que...un grupo...así de repente...-a Elisa se la ve titubeante, entre la duda en sus capacidades y la ilusión por la propuesta.
Todas se miran sin saber qué decir, mientras Amy se ha sentado en el sillón ya casi desistiendo definitivamente.
-Yo secundo la moción-dice entonces Laura, rompiendo el silencio-. Estoy contigo, Amy.
Ésta se hace la sorda, sin creer que nadie más diga que sí, y sería muy difícil para ellas dos crear una cosa así.
-Yo no tengo batería, pero si me conseguís una puedo aporrearla un rato-sonríe Sey, y cuando las miradas de ambas se cruzan Amy también exhibe una sonrisa radiante.
-¿Por favor?-mira a las demás con ojos de cordero degollado.
-¿Quién va a cantar?-pregunta Sara.
-Hombre, eso creo que está claro-dice Helen, señalando con un gesto a una Amy que de repente se siente el centro de atención una vez más. Algo sonrojada, y al principio tartamuda, les explica el plan.
Frank, fumando en la calle, apoyado en la pared de la casa de Ray, de repente piensa en Amy. Le sorprende, porque sus pensamientos han estado vagando en otra dirección, pero ella se mete así, sin más, como bien podría irrumpir en su habitación la Amy real. Resbala por la pared hasta que queda sentado en el suelo.
Concentrado en los nubarrones sobre su cabeza y su dolor, no es consciente de lo que pasa a su alrededor, y por eso le sobresalta aquella risa de cuervo tan particular.
-¿Así piensas estar a partir de ahora? ¿Llorando por los rincones?
-No me merece la pena ni darte de ostias, Azafranito. Estoy harto.
Bufa como un gato.
-¿Sigues insistiendo en llamarme así?
-¿No es ése tu nombre?
Por una vez no contesta, y da una calada profunda a su cigarrillo. Frank sabe de alguna forma que está controlando su ira para poder comportarse. Con un salto ágil, como de mono, se pone otra vez en pie y tira su propio pitillo ya consumido, con intención de volver a entrar. Pero con un rápido movimiento, Gerard lo arrincona detrás de los contenedores y sin que pueda evitarlo le agarra fuertemente en la zona de la entrepierna.
-Recuerda, Bufón, recuerda-le susurra al oído, y el tono vacila entre seductor y airado.
-¿Re...cordar?-dice Frank con esfuerzo.
-Te tengo por los mismísimos cojones, no literalmente como ahora, pero así es, y lo sabes. Ten mucho cuidado con lo que haces.
Frank no puede contestar al principio, y finalmente Gerard le suelta la parte sensible, pero aún atrapándolo contra la pared. Le da un beso furioso que termina mordiéndole el labio inferior, con fuerza pero sin hacer sangre.
Cuando con esa risa calculadora Gerard vuelve a desaparecer dentro del garaje, Frank vuelve a caer al suelo, con el corazón acelerado y el grito atrapado sin poder salir en su garganta. Y piensa que desearía que los contenedores se le cayesen encima y lo ahogaran haciéndole formar parte de la basura que ya considera su hermana.
Como ya se imaginaba, Sey encuentra a Amy fuera, medio escondida, consumiendo con cierta ansia un cigarrillo.
-No tienes que ocultarte para eso.
Amy la mira, mira el cigarro, se ríe y sacude la cabeza.
-Sé que no. Es sólo...
-¿Qué?-pregunta Sey curiosa, sentándose enfrente de ella en la hierba.
-Que no debería estar haciéndolo. Hacía años ya... Todo es culpa de él.
-Frank fuma bastante-asiente Sey.
-No. Gerard.
Hace una mueca de fastidio al ver la sorpresa de su amiga, y aparta la mirada.
-Ah... Gerard.
-Sí. Gerard. Gerard Gerard Gerard. Allá donde mire siempre está él. Sey...
-Dime-le apoya la mano en el brazo al ver que le cuesta seguir.
-Quiero que Frankie vuelva a casa. Quiero que vuelva.
A Sey se le encoge el corazón al ver el color aguamar en sus ojos, y cuando la lágrima resbala por su mejilla la recoge con la punta del dedo.
-Amy... No es fácil. No puedes esperar que Frank vuelva sin más. Imagínatelo, por un segundo. Por muy comprensivo que sea Frank, por lo que nos has dicho y por lo poco que le he visto, que es un cielo de hombre, todo hay que decirlo...-se sonríen-. Piénsalo sólo.
Amy asiente.
-En realidad...yo misma le dije que sufriría por mi egoísmo. Yo misma le dije que lo nuestro ni siquiera debió empezar.
-Tú le amas-dice Sey en un susurro, con la cabeza gacha-. Lo he visto con mis propios ojos, Amy; creo que te convences de que simplemente es su propio amor intenso lo que te hace quererlo tanto...¿Me equivoco?-se interrumpe por un momento.
-Es imposible no adorarle...-dice ella con ojos brillantes.
-Pero yo no lo creo. Me parece que lo amas tanto o más que a Gerard, y eso es decir mucho, hasta donde yo sé.
Amy la mira alucinada.
-No quiero que te ofendas Sey, pero...
-Eso se dice siempre que se va a ofender-sonríe ella interrumpiéndola, y Amy no puede evitar sonreír también-. ¿Pero...?-la invita a seguir.
-A mí sólo me parece que he usado a Frankie como bien le dije en su día. Que le adoro pero que... A ver, si no, ¿por qué sigo así con Gerard? Fuckin' fuck-murmura a lo último con toda la energía, y Sey ríe con ganas.
-Eres de lo que no hay, Amy Black.
Cuando Amy la mira, queriendo contestar a eso, enmudece de repente, y volviendo la cabeza suspira.
Se hace de noche con Frank aún tirado en el suelo de la calle. Por allí no pasa nadie, y los chicos de la banda interpretan que se ha marchado. Por eso, cuando Gerard, que es el último en salir tras despedirse con risas de "papá Ray", se acerca a los contenedores a tirar una lata de cerveza y se lo encuentra, suelta un bufido de sorpresa y casi susto.
-¿Qué coj...?
Frank no responde, la mirada perdida en el vacío, como pensativo. Gerard aún lo contempla un rato largo antes de que Frank abra la boca:
-Deja de mirarme y lárgate, Azafranito.
No le ve, pero le oye bufar.
-Ten un poco de dignidad, ¿no? Un poquito, Bufón, no es pedir demasiado.
-Vete al infierno.
Gerard ríe. Pero lejos de irse, saca un pitillo y se apoya con su habitual descaro en la pared y le sigue mirando fijamente, hasta que Frank siente hervir la sangre y finalmente se levanta.
-Qué fácilmente te picas-vuelve a reír Gerard-. Es muy divertido, demasiado.
-No...no hables así de mí-sisea Frank.
Por un momento abandona su pose de macarra, genuinamente sorprendido.
-¿Así cómo?
Frank no contesta al principio, y mira al suelo como sin saber qué decir.
-Pasó, pero una vez, tú y yo somos enemigos, joder.
Le oye soltar la carcajada, y levanta la cabeza bruscamente para mirarlo alucinado.
-Lo que yo decía. Demasiado divertido. ¿Esto es porque estás molesto por lo de antes, Bufoncito?-le dice con voz melosa.
-Cierra la puta boca, Azafranito. No te pega ese tono. Y no.
Cruzan una mirada.
-No sé a ti, enano, pero a mí no me disgustó en absoluto-su chulería, patente en un gesto tan simple como las caladas a su cigarro, saca de quicio a Frank. Todo él le saca de quicio.
O del armario, piensa de repente. Al principio se queda paralizado, luego le da un ataque de risa tan brutal que Gerard casi se asusta.
-If life ain't just a joke, then why are we laughing?-parafrasea una de sus canciones, y entonces sí que Gerard abre los ojos como platos.
-If life ain't just a joke, then why am I dead?-pero sigue sin poder evitarlo la canción, y lo dice como en serio.
-¿Estás muerto, Azafranito?-sigue descojonándose Frank.
-Acércate y te lo demuestro-tuerce la sonrisa.
Enmudece de repente.
-Que no hables así-sisea otra vez.
-No tengas miedo, Frank. Si pasó pasó por algo, ¿no crees?
-Porque...porque eres lo puto peor, por eso-se da la vuelta, incapaz de mirarle.
-Te veo y pienso en una doncella ruborizada, Bufoncito-ríe Gerard.
Frank se da la vuelta bruscamente.
-¡Vete a la mier...!
Le calla con un beso, y Gerard sonríe cuando le ve sonrojarse.
-¿Esto te asusta, Frank?
No contesta, y Gerard no puede evitar torcer la sonrisa nuevamente, pensando que le tiene exactamente donde quería.

domingo, 9 de octubre de 2011

18 I TRY REAL HARD BUT I CAN'T FORGET

La pequeña Amy era muy curiosa, y un día se metió en la habitación de Gerard sin permiso y sin avisar. Él estaba cambiándose de ropa, así que le sorprendió en calzoncillos. Por alguna razón, aquello violentó sobremanera a Gerard, que la echó sin contemplaciones, gritándole por primera vez en su vida.
Cuando, finalmente vestido, bajó a buscarla, la encontró en el regazo de su abuela Elena, que la consolaba con palabras dulces. Se dio cuenta de que ella no sollozaba ni berreaba, como haría cualquier niña de su edad, sino que una vez más lloraba en silencio, y la única muestra de vulnerabilidad eran aquellas manitas que se aferraban con fuerza a la chaqueta de su abuela. La cual le miró fijamente cuando descubrió que estaba allí.
-Gerard...
No dijo nada más. No lo necesitaba.
-No debió entrar en mi habitación sin permiso-masculló él, entre la testarudez y las ganas de disculparse de corazón.
-Es una niña-la abuela siempre sabía poner su tono de voz en el punto justo entre la regañina y la dulzura.
-Pero aún así no puede hacer lo que se le antoje.
De repente se dio cuenta de que Amy se había dado la vuelta y le miraba fijamente, con ojos aguamar algo enrojecidos, pero con firmeza. Sin una palabra, se apeó del regazo de la abuela, llegó hasta Gerard y se arrodilló en el suelo, y miró hacia abajo, como pensándose lo siguiente.
-Lo siento.
Había que ser muy inhumano para seguir resistiéndose ante aquella voz delicada y aquella criatura a sus pies, tan adorable.
-Amy...-se arrodilló él también para quedar más a su altura, y le alzó la cabeza por la barbilla-. Siento haberte gritado. Pero has de entender que no...
-No volveré a hacerlo, Gee. No quiero hacerte enfadar, Gee. Me muero si te enfadas, Gee.
Describir el tirabuzón que hizo el inmutable corazón de Gerard sería imposible. La golpeó suavemente en el hombro cuando la vio llorar.
-No digas tonterías. Como te mueras por una cosa así no te lo perdono nunca, ¿me oyes?
La adoración pura y sincera, hermana con la inocencia, en aquellos ojos llorosos brillaba con luz propia.
-Pero, Gee...yo no puedo vivir sin ti.
Él disimuló el shock esbozando una de sus sonrisas torcidas.
-Jamás digas eso, Amy. Jamás, ¿vale? Pregúntale a la abuela Elena, que te diga ella.
-¿Qué quieres que le diga yo?-sacudió la cabeza.
-La abuelita Elena es muy lista y muy buena-Gerard se dijo que aquel segundo adjetivo no venía a cuento, pero estaba acostumbrado con Amy-, pero no podrá cambiarlo. Nadie ni nada puede.
Cuando la vio sacudir la cabeza con energía, Gerard pensó en una frase que le habían dicho alguna vez:
"Los borrachos y los niños sólo dicen la verdad."


Amy no puede vivir así. Creía que las cosas estaban bien y de repente Frank le dice que se va a ir unos días a casa de Michael, que no le busque ni le llame, que evite por todos los medios encontrarse con él. La herida sangrante que esa llamada, en mitad de la noche, le había dejado no paraba de abrirse sin vistas de cicatrizar.
Sobre todo por la voz de Frank.
Si hubiera habido enfado, o incluso indiferencia, o dolor repentino por la traición en aquella llamada, Amy estaría sufriendo, pero sería distinto. Lo que había en la voz de Frank era dolor, pero teñido de culpa, una culpa inmensa. Le conoce lo suficiente ya como para darse cuenta de ello.
Y si sus suposiciones son ciertas... ¿De qué se siente él culpable? ¿Qué puede haber hecho él peor de lo que ella le ha hecho?
Thomas la llama, avisándola de una visita. Amy no sabe interpretar el gesto que trae el anciano en la cara. Hasta que dice:
-Su madre no está, y bueno... Supongo que ahora no será tan grave, tiene al señorito Frank.
La sangre se le hiela en las venas, y Amy tiene que controlarse para volver en sí.
-¿De qué hablas, Thomas?
Lo ve sacudir la cabeza.
-Sólo...baje, por favor, señorita. Y si hay algún problema hágamelo saber.
Sumamente intrigada, Amy baja las escaleras corriendo para averiguar el por qué de la actitud extraña de aquel anciano sirviente.
Se queda helada al ver respondida su pregunta.
Cualquiera diría que Gerard no piensa en qué casa ha entrado, o en la dueña de la misma, en lo ocurrido años atrás. Su pose es tan relajada en el sofá –en el que se ha sentado con toda la confianza, aunque Amy duda que nadie le haya indicado hacerlo-, que podría ser un amigo de toda la vida, un invitado recibido con gusto. Si no estuviera tan en shock, Amy habría resoplado.
-El viejo Thomas no me dejó subir a tu habitación, pero ya estaba pensando en hacerlo-dice él, exhalando el humo de su cigarro con aquel movimiento tan especial de mano y labios.
-Apaga eso-sisea ella.
-Oblígame-dice él, con una invitación en su sonrisa.
-Apágalo o Thomas te echará a patadas.
-¿Esa antigüedad? No creo que pudiera siquiera atraparme.
Lo que más enfurece a Amy es aquella sonrisa de quien se sabe con el control.
-Bien, llamaré a la policía entonces-dice con voz suave.
Amy no se arrepiente ni cuando ve su sonrisa congelarse de súbito, y el movimiento nervioso, como preparado para la huida, que hace al oír eso. Entonces, recuperando su confiado hasta la arrogancia ser, levanta el pie para apagar el pitillo en la suela de sus botas, y ríe con un punto aún asustado, Amy puede darse cuenta.
-¿Tu muñequito puede fumar aquí y yo no? No me parece justo.
-Frank siempre sale fuera para fumar. Como mínimo, fuma en la ventana.
Cuando Gerard se vuelve para ocultarle el rostro, y ve sus hombros tensarse, se pregunta qué le habrá molestado tanto de esa frase.
-Tu muñequito es un niño muy bueno, ¿verdad? No rompe un solo plato.
-Mientras que tú rompes vajillas enteras-le responde fríamente.
-Antes las tirabas contra la pared conmigo-dice él en voz baja, pero su voz ha perdido toda su superioridad, y está impregnada de nostalgia.
-¿Qué quieres, Gerard?-Amy intenta sonar completamente aburrida y algo fastidiada, ocultando el vuelco que le ha dado el corazón.
Él se da la vuelta muy deprisa, como con ganas de atestar un puñetazo en vez de su respuesta furibunda:
-Después de diez años, deberías saberlo.
Retén las lágrimas, se dijo Amy. Jamás te verá vulnerable otra vez.
-Ahí está la jodida cuestión, Gerard. Después de diez años, y yo aún no sé una mierda, nada, nunca, cuando se trata de ti.
-Y aún así sabes más que nadie.
Lo susurra en su oído, porque se las ha arreglado para acercarse lo suficiente, y Amy se siente culpable cuando las piernas le tiemblan, cuando contiene las ganas de morderse el labio, cuando… Cuando Frank aparece en su mente, y la culpa le envenena la sangre. Pero no se retira hacia atrás, porque su orgullo lo ve como una victoria para él. Se queda allí quieta como una estatua, fingiendo la mayor indiferencia de su vida, incluso cuando Gerard se atreve también a agarrarla de la cintura.
-Suéltame.
-No.
-Suéltame ya, y respeta mi espacio vital, Gerard Arthur Way.
-Oblígame. Vamos, llama a la puta policía si quieres. Haz lo que quieras como has hecho siempre.
Amy contiene el torbellino de emociones, siguiendo con su estrategia de mujer de hielo.
¿Es dolor eso que ve en su mirada al apartarse de ella? Prefiere pensar que es el orgullo el que está herido para no rendirse en ese mismo momento.
Tras un momento, Gerard resopla y hace un movimiento de desdén, y la pasa de largo en dirección a la salida.
-Sigues pensando que tu muñequito es perfecto y por tanto infinitamente mejor opción que yo. ¿Verdad?
Amy siente el espacio entre sus espaldas enfriarse.
-Frank no es perfecto. Y no quiero que lo sea.
-Aaaaah-dice de repente Gerard, como dándose cuenta de un hecho que no debería haber pasado por alto, mientras Amy casi da un respingo-. Pero yo sí.
Ella aprieta los dientes, no se da la vuelta, y oye la risa suave de Gerard como una confirmación a sus sospechas. Se queda así hasta que un portazo en la puerta principal le indica que ya no hay nadie a quien enfrentarse.

Hay ensayo, y como siempre Ray es el primero en llegar. Un rato después tanto Mikey como Michael han ocupado sus puestos, pero los dos restantes no aparecen.
-No estoy seguro de si Frank vendrá-dice entonces Michael, y se vuelven sorprendidos hacia él.
-¿Qué ha pasado esta vez?-Ray ve a Mikey sacudir la cabeza.
-Estaban raros cuando los sacamos de aquí la otra vez, Ray. Creíste que estaba solucionado porque no peleaban, pero...aquel silencio...no me pareció algo mejor.
-¿Y no me lo comentas?
-Quería pensar que sólo estaba siendo pesimista, y más cuando el ensayo fue bien, sin problemas.
Ray suspira y sacude la cabeza.
-La idea fue de Gerard, y es él el que causa los problemas, al final.
-Frank no se queda atrás-la lealtad de hermano es muy fuerte en Mikey.
-Sea como sea, esto no puede seguir así, y supongo que no seré el único que lo piense.
Justo en ese momento, Gerard entra en el garaje, poseyendo el lugar como siempre, y poco rato después Frank aparece, como no muy seguro de estar allí. A Ray no le pasa inadvertido el hecho de que no mira ni una sola vez a donde está Gerard.
-¿Por fin podremos empezar?-dice en tono de riña.
-Vamos, papá Ray-tuerce la sonrisa el pelirrojo.
One, two, three, four! Los primeros acordes parecen hacerles olvidar a todos por un momento la vida fuera de allí, fuera de nada que no sea la música. Pero Frank cierra los ojos, consumido por el dolor, al escuchar algunas frases como si fuera la primera vez.
Your life...will never be the same on your mother's eyes. Say a prayer. Say a prayer!
Cuando los abre, sin querer ve a Gerard cantando, Gerard en su línea, Gerard comiéndose todo y a todos desde su posición de gigante en el escenario. Le guiña un ojo, gesto que le quema como una puta brasa candente.
Too much, too late, or just not enough of this
Frank suspira, siendo consciente de su condenación eterna.


-Pain in my heart for your dying wish, I'll kiss your lips again!
Cuando Amy se da la vuelta, se encuentra con varios pares de ojos como platos mirándole como sin dar crédito, pensando cómo reaccionar a su improvisado -y apasionado- karaoke.
-Hola-sonríe Sey, con la burla temblando en sus labios tanto como en las caras de las demás.
-Hola-dice Amy con entusiasmo, un entusiasmo casi exagerado.
-¿Interrumpimos algo?
-Me gusta disfrutar de la música que escucho-lo dice con total seriedad, y el resto de Killjoys se miran entre ellas.
-¿Ésos son los chicos, no? Pero antes de que se metiera Frank-señala Sey con la cabeza el reproductor, muy interesada.
-Sí-hay un gesto apenas perceptible en la expresión de Amy, que parece pensarse algo y luego sonríe-. Son las grabaciones que le han dado a Frank para que se hiciera con las canciones. Me gusta escucharles.
-Sí, son geniales-dice Sara con expresión soñadora, y mira el reproductor fijamente. Amy piensa que le dará una copia en cuanto pueda.
-Creo que nunca me quedo con el nombre del grupo, bueno, si es que tienen un nombre...-Helen dice con el ceño fruncido y esa expresión medio ausente que tiene a veces.
-My Chemical Romance-dice Laura con voz suave.
-Un nombre poco común-apunta Elisa pensativa, dándose golpecitos con el dedo en la barbilla.
-El éxtasis de Irvine Welsh-susurra Amy, y por su expresión parece bien lejos de allí. Pero entonces se vuelve hacia ellas, sonríe, vuelve a ponerse seria-. El éxtasis de Gerard y el mío.
-¿A qué te refieres?-Sey le mira con intriga.
-¿Sabéis tocar algún instrumento?
Las Killjoy están ya acostumbradas a los momentos random de Amy, así que, aunque intercambian miradas, se dedican sólo a pensarse la respuesta. Tras una confusión de incoherencias, todas dejan claras sus aptitudes musicales. Amy sonríe, y sin una palabra va hacia su guitarra, que descansa apoyada en una pared del salón, la saca de su funda, se sienta en uno de los sillones que quedan vacíos. Y ante las miradas expectantes, curiosas, casi divertidas, y muy pronto emocionadas, de sus amigas empieza a cantar una canción. A medida que avanza, se miran entre ellas, algunas luchando con las lágrimas, creyendo reconocer la historia de Amy, esa parte de su alma reflejada en aquella canción. Y es entonces cuando se dan cuenta de que le resbalan lágrimas por la cara, de que hace esfuerzos para seguir tocando, de que la voz se le rompe sin querer. Pronto, contagiadas, muchas acaban llorando también, y como inconscientemente la rodean, sentándose, arrodillándose en el suelo a su lado, y cantando o tarareando suavemente con ella.
I've got nothing left to lose.

Gerard y Amy se encontraban abrazados en una cama, no sabían cuál, no sabían dónde, pero no importaba, mientras al lado estuviera el otro. El olor, la sensación, ese rastro invisible pero contundente de la pasión compartida flotaba en el aire, como flotaba el humo de sus cigarrillos.
-El corazón me va tan rápido-decía Amy con una risa suave-. A veces creo que podría morir. Llego a estar tan cerca, porque el corazón se acelera, y parece que por un segundo se frena, y entonces...
-Es divertido oírte describir un orgasmo-graznó Gerard con su risa de cuervo.
-Pero, Gee, es morir y resucitar, una y otra vez, en un solo latido.
Sus miradas se encontraron, y Gee suspiró sacudiendo la cabeza.
-Y dicen que yo digo cosas extrañas.
Ella resopló y frunció los labios, lo que a Gee le recordaba lo cerca que aún andaba su niñez.
-Me hago etérea entre tus brazos.
Dándole una calada a su cigarrillo, y aprovechando la parálisis estupefacta que había provocado en Gerard con sus palabras, Amy le besó soltando el humo sutilmente entre los labios de ambos, en un movimiento sensual que despertó instintos más terrenales que su conversación en su Gee.
-Amy...puedo asegurarte que te siento muy poco etérea aquí mismo. Y menos mal, porque sería una pena.
-Hazme etérea, Gee-susurró ella.
La invitación más que evidente en sus palabras fue suficiente para volver a enloquecer a Gerard.
-¿Morir y resucitar?-preguntó con los labios en su cuello.
-In a heartbeat, I would do it all again.

17 A LOVE THAT’S SO DEMANDING…

Ninguno habla, ni siquiera Gerard hizo un gesto cuando ella se acercó hasta la guitarra de Frank y la acunó entre sus brazos, tal vez como sustitutivo de su dueño. Tras vestirse ambos, Gerard encendió un pitillo, y aquel era el único signo de vida en el sótano a oscuras, la pequeña luz del cigarro quemándose y el humo brotando de sus labios y nariz. Esperó hasta el tercero para abrir la boca.
-Te recordaba algo más parlanchina.
-Cierra tu sucia boca-a pesar de su aparente trance, Amy fue rápida al contestar.
-Sucia mi boca, sucia la tuya-sisea él.
-Créeme que lo sé.
Ambas miradas se encuentran en la oscuridad, directas la una a la otra a pesar de no ver nada más en la habitación en penumbra.
-¿Por qué lo has hecho?-dice entonces él.
-Sé más concreto, Gerard.
-Yo sé por qué lo he hecho, lo sé y no me arrepiento en absoluto, ni ahora ni nunca. Lo volvería a hacer ahora mismo, en realidad. Pero dime tú por qué lo has hecho si ahora me miras y hablas así.
No contesta, baja la mirada a la guitarra, sintiéndose vulnerable, asqueada, y… ¿Por qué lo ha hecho? ¿Acaso existe una respuesta para algo así?
-La…gente…-se rinde, y deja escapar una exclamación de fastidio mientras se oculta el rostro con las manos-. No puedo decir que es un error, pero tampoco puedo decir que está bien, ¿qué quieres que diga, eh, Gerard?-cuando levanta la vista, Gerard puede ver otra vez el mar en sus ojos-. Dime qué te gustaría más oír y lo diré.
Hay muchos sentimientos que luchan dentro de él, pero se deja llevar por uno; le da una calada al pitillo, y alza la mirada mirándola con algo muy cercano a la decepción e incluso el desprecio.
-¿Quién eres?
Ella le mira con ojos como platos.
-¿Qu…qué?
-Dime quién eres y por qué tienes el cuerpo de mi Amy-el mi que utiliza sin dudar se clava en el corazón de Amy-. ¿Por qué has suplantado su identidad?
-Deja de decir gilipolleces.
-Deja de decirlas tú-se le acerca y la agarra bruscamente por los brazos, haciendo que le mire a los ojos-. Deja de escupir tonterías o no sé lo que te voy a hacer, Amy Black.
-¿Qué me vas a hacer que no me hayas hecho ya?
Ahora es Gerard el abatido en combate por aquella pregunta.
-Claro…-se da la vuelta, y cuando Amy se pregunta qué hará, lo ve coger su chaqueta e ir directo hacia la puerta.
-¿A dónde vas?-se odia por la desesperación evidente en su voz.
-No sé. Quizá a pervertir a alguna otra niña, a hacer que la gente me odie, a joder a todos y todo lo que esté a mi alrededor. Es divertido, es lo que se me da bien… Sí.
Amy aprieta los puños.
-¿Ahora juegas a eso?
-¿Quién ha jugado primero, eh, demonio? ¿Quién sino tú, Amy Black?
-¿De qué hablas?-alza la voz ella.
Enfrentamiento de ceños fruncidos, de genios desatados, de sentimientos demasiado intensos.
-Tú me ataste. Me ataste, cada vez más fuerte, hasta que ya no pude escapar. No por no poder, sino por no querer.
-Yo no…
Le ve tirar la colilla consumida con energía, en el marco de la puerta ya abierta, arrodillándose y juntando las muñecas.
-Vamos, Amy. Vamos, hazlo físico.
-Estás loco… Tan loco, y yo siguiéndote el juego-sacude ella la cabeza.
-Que soy tu puto prisionero, y voluntario para más cojones, Amy. Y tú sigues ahí, mirándome con superioridad mientras te paseas con el Bufón y me llevas a la cama para luego hacerme sentir culpable por ello.
-No te pega ser tan melodramático, Gerard.
-A ti no te pega ser tan zorra, ya ves.
Latigazo fugaz pero contundente. Amy le mira con expresión herida, con la respiración agitada por la furia y la mano roja por la bofetada en alto. Él se frota la mejilla, pero aún mirándola con el gesto desafiante. A ella le fallan las rodillas y cae al suelo frente a él, quedando los dos a la misma altura.
-Te…odio…-solloza ella, ocultándose el rostro con las manos, doblándose por el dolor.
-Lo sé-susurra él, apoyando sus dos manos en los hombros de ella, y los labios en su coronilla. Amy se mueve como para apartarle, hasta que él la abraza del todo. Se hace un ovillo en su pecho. Él la aprieta contra su cuerpo, queriendo agarrar de la misma manera el pasado que les ha hecho como son.
-¿Recuerdas aquella canción que compuse?-dice entonces ella, en un hilo de voz-. La que canté días después de que volvieras, en el festival del instituto. Sé que estabas allí.
-Mmm-parece dudar.
-I was only 14, you were 21-empieza a cantar ella.
Suspira, recordando por fin.
-It’s been 10 years, and it’s such a long time in a heartbeat-sigue él la canción, modificándola ligeramente.
No puede ser. Sus ojos de mar le atrapan más a cada puto día que pasa.
-I would…-susurra ella.
-Do it…-le retira un mechón de flequillo.
-All...-le suspira al oído.
-Again.-su aliento le hace cosquillas en los labios.
Como si fuera un contrato verbal, lo firman con un beso.


Amy abre con mucho cuidado la puerta principal, sin hacer apenas ruido. Ya es noche cerrada, y aunque no tenía muchas ganas de volver a casa, tenía que hacerlo. Sube las escaleras procurando no hacer ruido, y sin apenas proponérselo mira hacia la habitación de Frank. La puerta está entreabierta, por lo que se atreve incluso a mirar dentro. No hay nadie. Sorprendida, hace una mueca de dolor, preguntándose dónde estará. Frankie…
Casi se cae para atrás cuando entra en su propia habitación. Frank parece haberla estado esperando, recostado en su cama, como si nada.
-Hola-dice simplemente.
-H…Hola-responde Amy, algo asustada, confusa.
Se hace el silencio, y de repente se fija en que él mira atentamente su cuadro de Jack Skeleton, como si lo examinara.
-Mikey me contó lo del cuadro-lo señala con la cabeza al notar que le observa-. Me dijo que era así como había empezado todo, por ese cuadro.
Ella no contesta. No sabe qué decir, y teme decir algo que no deba. Por primera vez en su vida.
Frank da golpecitos en la cama, a su lado, como indicándole que se siente a su lado. Amy vacila, pero acaba por obedecerle. Él le acaricia el pelo, y la sorprende con un beso en la mejilla.
-Frank…
-Ssshh-niega él con la cabeza-. No lo hagas. No lo hagas o me volveré loco, Amy. Agradezco que hayas venido tan tarde y me haya dado tiempo a pensar.
-Pero…
-Tú y yo, aunque todo el mundo nos etiquete llamándonos novios, aunque se suponga que… Yo sabía en lo que me estaba metiendo, no tengo derecho…
Amy quiere llorar cuando oye cómo se le quiebra la voz.
-Te quiero… Yo te quiero…-le susurra mientras se abrazan y acarician, intentando consolarse mutuamente, perdidos en una espiral de dolor y amor entrelazados.
-Nunca lo he dudado-suspira él en su oído.
-Pero…pero…
-Amy, tú le quieres. Nadie puede cambiar eso. Sé que has estado todo este rato con él, ¿verdad? Ni siquiera has vuelto, y al principio… Pero él… él te hizo eso-señala de nuevo el cuadro.
Le regala una sonrisa torcida cuando Amy se separa para mirarle, atónita, con las lágrimas corriendo en regueros por su cara, sorbiéndose la nariz entre sollozos.
-No entiendo…
-Te dio lo que más querías cuando acababa de conocerte. ¿Quién puede competir con algo así?-se encoge de hombros con su eterna media sonrisa.
Chasquea la lengua con fastidio.
-Tú, idiota.
Él no contesta, acercándose a ella y posando su cabeza en su hombro. El silencio dura unos instantes, hasta que él salta:
-¿Puedo tenerte yo también al menos?
-Tú ya me tienes. Duermes en mi cama, compartes mi desayuno, comida y cena, pasas la mayor parte del día conmigo, y te has ganado todo mi ser, Frankie-susurra ella.
-Nunca tendré lo que él tiene. Y no debería molestarme, no debería ser tan infantil, ni sentir lo que siento cada vez que cierro los ojos y veo esa imagen. Amy, no sé lo que habría hecho si llegas a aparecer por aquí antes-dice él con voz queda.
Escalofrío. Se da cuenta de repente de lo en serio que van esas palabras. Se pregunta...
-¿Qué vamos a hacer, Frankie?
-Dormir, que ya es hora.
Sonríe con ganas cuando ve sus cejas levantadas con escepticismo. Esta, ésta es la Amy que le gusta.
-Yo me doy asco y tú me hablas de dormir...
-¿Cómo puede darte asco algo tan precioso como tú?
-Cursi.
-Tonta.
Amy suspira, se abrazan. Buscan en el otro y encuentran.
-Podría odiarte si no te quisiera tanto-en un hilo de voz.
-Yo te odio tanto como te quiero, y es divertido, y fascinante, y me encanta. Y ni cien Azafranitos conseguirán llevarse esto.
La aprieta algo más fuerte, inspira profundamente. Amy se da cuenta de que captura el momento.

Todas las Killjoys miran a Amy, preocupadas por su actitud algo ausente. Ella mira las olas del mar hasta que nota la intensidad de todas sus miradas clavadas en ella.
-¿Qué?-pregunta sorprendida.
-Sabes que puedes contárselo todo a las Killjoys, ¿no? Que las Killjoys están para eso-dice con voz suave y una sonrisa Sey.
-Queda muy gracioso que hables de nosotras en tercera persona-salta Sara, como sin venir a cuento.
-Random fact de la tarde-replica Helen.
Elisa sacude la cabeza, y Amy se imagina un "Esta juventud..." Salido de sus labios.
-¿No se suponía que íbamos a averiguar qué le pasa a Amy? Un poco de seriedad...-bromea.
-Saquemos el monóculo mientras la analizamos pacientemente-asiente con la cabeza Laura.
-Me encanta...menos a lo que estamos, estamos a todo-resopla Cris divertida.
Cuando se hace el silencio y todas vuelven la vista otra vez hacia Amy, la ven convulsionarse, y algo preocupadas se le acercan, pero pronto se dan cuenta de que es de pura risa.
-Me...matáis...me matáis...-dice con dificultad doblada por la mitad.
Todas ríen con ganas.
-¿Nos cuentas lo que te pasa?-pregunta Elisa con voz dulce cuando se calman un poco.
Amy la mira, y a todas las demás, y de ninguna manera podría resistirse a aquellas caras de preocupación.
-Digamos que he hecho una tontería.
Se encoge de hombros, como restándole importancia.
-Y quién no-pone los ojos en blanco Sara, sentándose a su lado, y las demás le imitan. Amy se siente algo intimidada. Aquello parece...
Una intervención.
-A ver... ¿Ha sido Frank, o Gerard?-pregunta con toda naturalidad Sey.
Balbucea cosas sin sentido alucinada por su reacción.
-Oh, oh... Sey, la has estropeado-dice Helen.
-Pero pero... ¿Qué coj...?
-Vamos Amy, no es ningún secreto. Recuerda que ya lo sospechaba el día que nos conocimos, y Mike no tardó en largárnoslo todo-ríe Sey.
-Mi... Mike...
-Qué queréis que os diga, con dos tíos así muriéndose por mis huesos yo también estaría estresada-salta Laura con aquel peculiar tono de voz suyo.
Amy bufa sin dar crédito.
-Mmmrpffff-es lo único que logra decir.
-¡Ah bueno, haber empezado por ahí!-bromea Sara.
-Ya te digo, ¡ahora está todo mucho más claro!-la secunda Cris.
Amy pone los ojos en blanco y las ignora, volviendo otra vez la vista al mar.
-Vale, ya, nos portaremos bien-inconscientemente, Sey adopta el papel de líder en las Killjoys con naturalidad incuestionable. A Amy le parece muy curioso; siempre había estudiado el comportamiento de los demás desde fuera, nunca desde dentro, y pensaba que esas cosas eran más bien impuestas. Pero ni Sey parece ser consciente, ni las demás tampoco.
-¿No nos vas a contar nada?
Cuando el resto de las Killjoys ya se miran entre ellas, como preguntándose si seguir insistiendo o rendirse, Amy habla de repente.
-Yo quiero a Frankie.
Todas se vuelven hacia ella, atentas, y Amy se sonroja un poco, nada acostumbrada a tanta mirada concentrada en ella.
-Bueno, eso ya lo sabemos-dice con voz suave Sey, como animándola a seguir.
-Quiero que entendáis...que esto me resulta un poco extraño. No estoy acostumbrada a dar explicaciones a nadie.
-No nos tienes que dar explicaciones. Sólo queremos saber si hay algo en lo que podamos ayudar.
Todas secundan el comentario de Elisa asintiendo con la cabeza.
-Tampoco estoy acostumbrada a eso-agacha la cabeza con un hilo de voz.
Con calma, animada por las palabras amables y las bromas de sus nuevas amigas, les cuenta los últimos acontecimientos. A pesar de que a cada palabra agacha más y más la cabeza algo avergonzada, se da cuenta de que sólo encuentra comprensión en sus gestos.
-¿Les quieres a los dos, verdad?
Amy asiente. Ve a Sey suspirar, y Sara le coge de las manos como queriendo consolarla con el contacto.
-Amy, no eres mala persona, ¿vale?
Ella levanta la vista mirándola con ojos como platos. ¿Cómo...?
-Hay personas que, simplemente, tienen demasiado amor que dar como para concentrarlo en una sola persona-Laura la sorprende aún más.
Y por primera vez en sus diecisiete años, hay demasiadas personas a su alrededor como para saber a quién devolver el abrazo cuando Amy finalmente se rinde, doblándose por la mitad en un estallido de lágrimas.

El ensayo ha sido tenso. Excepto Frank y Gerard, nadie sabe lo que ha pasado, así que Mikey, Ray y Mike se miran algo desconcertados al notar las chispas entre los dos eternos rivales. Se han llevado tan bien últimamente... Incluso los tenían impresionados, teniendo en cuenta las circunstancias. Y entonces, hoy...
Ray sabe que algo pasa. No pueden comportarse así de repente sin más. Gerard sonríe como no lo había hecho en mucho tiempo, y sin embargo Frank está serio y algo huraño, no sólo con Gerard.
-Basta-dice de repente, cuando ya han fallado la enésima canción, todos descentrados por la situación.
Todos paran de tocar y lo miran sorprendidos.
-¿Qué ocurre, Ray?-pregunta Mikey.
-¿Qué cojones, Fro-Fro Man?-resopla divertido Gerard.
Se da cuenta de que es algo serio cuando él le fulmina con la mirada.
-Mira, no sé qué ha pasado ya con vosotros dos, pero así no podemos hacer nada. Así que Mikey, Mike y yo nos vamos, y no volveremos hasta que hayáis solucionado el que sea vuestro problema.
Ni de coña, piensa Frank. Fro Man, no, ni de coña nos dejes a solas...
-No veo dónde ves tú ningún problema-la risa del Azafranito enfurece a Frank de repente.
-Claro, tú no tienes ninguno en Azafranitolandia-gruñe.
-Que no me llames eso, enano Bufón.
Frank hace ademán de echársele encima, pero es retenido a tiempo por un Ray alerta.
-Así que...os voy a encerrar y nos llamáis cuando os comportéis como personas civilizadas-dice Ray con voz tranquila pero firme.
-Claro, claro que sí, papá Ray-ríe como un loco Gerard.
-Te he salvado de él pero igual te pego la paliza yo mismo-endurece el tono Ray.
La verdad es que, es el más bueno de todos, pero cuando quiere, Toro tiene mucho carácter. Sin decir una palabra más, tanto él como los dos Mikes salen por la puerta sin escuchar las quejas de ambos, encerrándoles de verdad, como pueden comprobar al oír la llave en la cerradura.
-¡Y recordad que no saldréis hasta que no arregléis las cosas!-les grita Ray desde el otro lado.
Se hace el silencio. Gerard, cómo no, enciende un pitillo con su algo insolente actitud superior. Después de un rato, se decide a volverse y enfrentar a Frank, y se encuentra con un puñetazo en el estómago.
-Uhng...!-se dobla por la mitad.
-Sí, eso está mucho mejor-dice Frank, con una de sus finas sonrisas con matiz peligroso.
-¿Qué cojones haces, enano majara?-sisea él cuando recupera algo de aliento, retorciéndose en el suelo.
-No has sentido ni la mitad de lo que sentí yo, Azafranito.
-¿También le has pegado a ella?-pregunta Gerard con una sonrisa torcida, extraña en un momento así.
-¿Te importa acaso?
Gerard se levanta y va hacia él hasta que puede sentir su aliento en su cara.
-Todo lo que se le haga a ese cuerpo es asunto mío, Bufón.
-¿Todo?
No se sabe quién tiene la sonrisa más torcida, quién de los dos está más loco.
-Mientras la trates con cariño, me haré el loco y no pensaré en ello. Pero si le pones una sola mano encima de esa manera...
-Ahora resulta que tú le evitas sufrimiento-resopla sarcástico.
-Durante años, yo fui su único refugio-sonríe.
-Eres un fantasma, Gerard Way. Un fantasma que no se la merece.
-Algo tendré para que ella venga a buscarme, incluso cuando te tiene a ti.
-No vino a buscarte a ti-sisea-. Tú sólo estabas en el puto medio.
-No dio un rodeo para evitarme...me saltó por encima. Y no era la primera vez.
Frank sabe que sólo quiere provocarle, susurrando esas cosas en su oído, y le odia, pero se odia más a sí mismo, porque...
-No eres más que un estúpido bastardo, Way.
Las respiraciones de los dos, agitadas por la pura rabia, son lo único que se oye en el silencio.
Y entonces...
Nadie sabría decir quién besa primero a quién, sólo que en unos segundos caen sobre el viejo sofá que les servía en los descansos, desvistiéndose tan rápido que no se distinguen sus movimientos.
Ninguno habla, guiados únicamente por los instintos más primarios, dejándose llevar.
Y más que arreglar las cosas, como quería Ray, las retuercen y complican aún más.

sábado, 8 de octubre de 2011

16 SO YOU CAN LEAVE LIKE THE SANE ABANDONED ME

Para Amy, la vida había dado un giro radical, mejorándola como nunca. Era una cosa tan idílica que incluso a veces se sorprendía a sí misma dando un bufido de incredulidad y burla. Felicidad. Qué concepto tan extraño. Tenía lo que cualquier chica de su edad podría desear: un chico dulce que la volvía loca, un grupo de amigas, a veces incluso demasiado numeroso para alguien como ella, acostumbrada a la soledad, y no se podría decir que le faltara el dinero para hacer las cosas que le apetecieran, pues su madre ya llevaba mucho tiempo sin negarle ni un dólar, sintiéndose culpable por las miles de cosas que le había hecho (o no) a lo largo de su vida.
En resumidas cuentas, Amy podía silbar y dar saltitos (cosa que, aunque la alucinaba cuando se daba cuenta, últimamente hacía a menudo) por la vida, disfrutando de lo que la vida había acabado por otorgarle al fin.
Pero, claro, ojalá fuera así de fácil. Cuando has sufrido mucho en la vida, resulta duro recrearse en los momentos agradables, en el éxtasis de la casi perfección alcanzada, sin que las dudas y el miedo acechen en cada esquina.
La incertidumbre y la falta de conocimiento muerden por dentro a Amy, la angustia cogiéndola por sorpresa más de una vez.
Frank está...distinto desde que entró en la banda. No peor, no sospechosamente raro, pero...distinto. Tan cariñoso y pervertido como siempre, no la descuida ni un momento, la cubre de besos en cuanto la ve, escucha atentamente sus aventuras con las Killjoys, se comporta como un novio tan asquerosamente perfecto que ya le ha llamado la atención más de una vez, a lo que él ha estallado en carcajadas, claro está. Le ama, le quiere tanto que, supone, es normal sentirse así.
Pero el misterio... ¿Qué va a hacer ella con el misterio? Se siente mal por ser tan curiosa, impaciente y no esperar a que él le descubra las cosas por sí mismo, pero... Quiere saber todo de él, de su persona, su pasado, su esencia, de la misma manera que ya se sabe de memoria cada trozo de su cuerpo.
Además, tiene la extraña sensación, a pesar de la rivalidad evidente que muestran, de que él y Gerard empiezan a llevarse cada vez mejor. Los sorprende, por pequeños gestos, más cómplices de lo que ve a Frank con cualquiera de los otros, aunque se nota que Mikey y Ray le caen muy bien, y que ellos le adoran, como ella no dudaba que pasaría en cuanto le conocieran. Sonríe al pensarlo. Nadie se podría resistir al dulce Frankie. Ni siquiera Gerard, ¿no? ¿Sería eso? ¿Sería que a pesar de todo había conseguido derretir el férrero corazón del pelirrojo?
Suspira. No entiende esta mezcla de sentimientos que la sacude cuando piensa en ellos dos. La relación entre Frankie y ella ya es evidente para cualquiera que les conozca. Entre las Killjoys los siguen llamando "los tortolitos"; de hecho ya le han comentado alguna vez la envidia que da verles tan melosos. Potando arcoiris por doquier, dicen.

Poco podría imaginar Amy lo que Frank piensa en ese momento, mientras mira a Gerard cantar una de las canciones de su etapa más oscura, por lo que sabe.
"And through it all, how could you cry for me. ' Cause I don't feel bad about it"
A Ray se le había escapado, una vez que las cervezas le habían achispado lo suficiente (cosa difícil con un tiarrón como Toro), que aquellas canciones las había escrito después de terminar con Amy. Aunque era un tema más bien tabú en el grupo, todos eran conocedores de las historias entre los tres y conscientes de las consecuencias que sacar aquello a la luz podría tener en la armonía y paz que habían alcanzado los cinco, sólo salpicada por alguna discusión más o menos subida de tono entre el pelirrojo y él. No podía evitarlo, ninguno de los dos podía. A pesar de que, a Frank le parecía, podrían llevarse muy bien, la sombra de Amy se interponía entre los dos impidiendo una amistad mejor.
O algo más... Una cosa que jamás admitiría en voz alta pero que hacía que aquella tensión entre los dos estallara con mayor frecuencia.

Amy va en busca de Frank, pero lo último que se esperaba es encontrarse con aquella larguirucha figura coronada de fuego, recostada en la pared de la entrada, que la mira fijamente mientras a cada calada parece chupar algo más que nicotina. Amy se sorprende a sí misma, así de repente, muriendo por un cigarro, a pesar de que no fuma desde hace mucho tiempo.
-¿Quieres uno?-Gerard le ofrece un pitillo con la sonrisa torcida.
ARG. Olvidaba la facilidad que tenía para leerle el pensamiento.
-No, gracias-le gruñe más fuerte de lo habitual, molesta porque su momento de debilidad haya sido tan evidente.
-¿Seguro? Estabas mirando el mío con algo de ansia-tuerce aún más la sonrisa, seguro de su conocimiento sobre ella.







-Imaginaciones tuyas.
Él acaba por encogerse de hombros.
-Si vienes buscando a tu pequeño muñequito, no lo encontrarás-le dice de repente cuando ella pasa por su lado con intención de entrar.
Se frena en seco.
-No sé por qué más iba a venir-dice entonces Amy, arrepintiéndose al segundo.
Cuando quiere darse cuenta, Gerard ha apoyado un brazo en la pared a su lado, dejándola acorralada.
-No, claro. No tienes ninguna otra razón para venir.
-Exacto-Amy trata de mantenerse firme, pero la cercanía de Gerard está haciendo mella en su fachada irreductible.
-Ni una sola persona en este sitio podría interesarte, ¿verdad?
¿Qué está pasando? Sólo había venido buscando a Frank para dar uno de sus habituales y largos paseos por la playa, y de repente se encuentra gritando interiormente por un beso, un sólo beso de aquel demonio posándose en sus labios. Aprieta los puños. ¿Tan poco valen sus promesas internas, su voluntad? ¿Estos largos años de oscuridad y convicción en no volver a repetir el mismo error?
-Apestas a tabaco, Gerard.
Él deja escapar una de sus risas de cuervo.
-Tú no apestas, Amy. Hueles tan bien como siempre, o mejor.
-Que te jodan-salta ella, e intenta liberarse de aquella improvisada prisión, pero él se lo impide.
-Sólo si lo haces tú.
Y antes de que Amy tenga un segundo para pensar, la besa con tanta energía como siempre, y con una huella de culpabilidad Amy se siente derretir bajo aquel torrente desatado de pasión. Gerard la aplasta contra la pared, rebusca en sus ropas como el pirata el tesoro, con movimientos bruscos casi caen al suelo abriendo la puerta, ocultándose de miradas indiscretas al entrar en el garaje. Armando algo de estrépito al tirar uno de los platillos de Mike, se separan y Gerard resopla de la risa. Amy parece darse cuenta de lo que está haciendo y se aleja algo de él.
-Basta. No pienso seguir con esto.
-No me vengas con ésas, Amy Black.
-No me llames por mi nombre completo-sisea ella cabreada.
-No me calientes y me dejes enfriarme solo-sisea él en respuesta.
-Te odio-lo dice como si escupiera.
-Lo sé-masculla él en voz baja.
-¿Y te da igual?-lo mira alucinada.
-You're the one that I need, I'm the one that you loathe-se encoge de hombros.
¿Qué le pasa? Es como si aquellos casi tres años no hubieran pasado. Amy sólo ve a su Gee, su altamente deseable Gee, el Gee que sabe que puede volverle loca con una simple caricia.
"A kiss and I will surrender", piensa Amy, y efectivamente se rinde, cayendo los dos sobre la primera cosa algo mullida que encuentran. Gerard casi le rompe la ropa al quitársela, y ella también hace harapos la suya, demasiado descontrolada ya para pensar en nada. Él toma posesión de su cuerpo con sus manos con facilidad, como si no hubieran pasado años desde la última vez.
Él la conoce como nadie. Ni siquiera Frank, a pesar de resultar todo tan fácil, es capaz de hacerla gritar así.
-Amy...Amy...-con la voz ronca, Gerard deja evidente lo mucho que la ha echado de menos. Se toma un segundo para mirar la reacción de ella, pero la encuentra con los ojos cerrados, entregada a la misma sensación que lo está volviendo loco.
Cuando vuelven a fundirse en uno, ambos se dan cuenta de que nunca fueron dos.

Frank vuelve al garaje corriendo, apenas sin aliento. Le dijo a Amy que fuera a buscarle allí, pero tuvo que salir a un recado, y se ha entretenido demasiado. Piensa en el ceño fruncido de su chica favorita, que seguramente le espera en la puerta cuando llegue, y sonríe. Pero al llegar a la puerta, no ve a nadie. Qué extraño. Amy es el tipo de persona que es capaz de esperarte medio año sólo para poder echarte una monumental bronca por llegar tarde. Pero...abre la puerta con cuidado. No hay luz ninguna, ¿se ha ido todo el mundo? ¿Tanto ha tardado en volver?
Echa mano del móvil, buscando alguna llamada perdida de una Amy impaciente, y también para guiarse en la oscuridad y coger sus cosas sin tener que darle al interruptor. No pueden haberse ido todos, se dice, si la puerta estaba abierta y cualquiera puede entrar. Habrán salido un momento y volverán enseguida.
¿Qué hay ahí al fondo...?
No sólo un platillo sino la batería entera del pobre Mike cae al suelo cuando Frank se echa rápidamente hacia atrás, despertando al...bulto por el que ha sentido curiosidad. Dos personas que han caído dormidas, exhaustas por el exceso de energía consumido en la unión final. Amy deja escapar una exclamación, Gerard no dice nada, Frank intenta ir aún más marcha atrás, tropezando con mil cosas mientras intenta escapar.



La pequeña Amy había llegado a casa de Gerard, en una de sus huidas que se convirtió en algo habitual antes de que sus padres se separaran. La abuela Elena le había preparado chocolate como siempre, y habían repetido la frase que, había dicho la abuela, había que decir cuando peor se encontrara uno, más perdido en la oscuridad, más falto de esperanza. Formaba parte de un cuento con moraleja incluida, pero a Amy le había encantado ese trozo y lo repetían como un mantra desde entonces:
Give me a shot to remember and you can take all the pain away from me
A kiss and I will surrender
The sharpest lives are the deadliest to lead a light to burn all the empires
So bright the sun is ashamed to rise and be in love with all of these vampires...
-¿Y la última parte, Amy? ¿Cómo es?-le preguntó la abuela Elena con voz dulce, mientras intercambiaba una mirada con Gerard. Ambos sabían que era su parte favorita, y siempre dejaban que la dijera ella sola.
-So you can leave like the sane abandoned me!!!-dio palmas y saltos, entusiasmada, mientras sus espectadores embelesados reían y la alababan.

15 SO SICK AND TIRED OF ALL THE NEEDLESS BEATING


Aún no sabe muy bien cómo, Amy ha sido arrastrada por sus nuevas amigas de fiesta por la ciudad. Ni siquiera se ha despedido, no ha avisado a Frank, se han ido sin más. Elisa y Helen la han agarrado de ambos brazos, tirando de ella cuando intentaba declinar su oferta cortésmente. Cuando, ya bien lejos del garaje, ha mencionado el hecho de no haberle dicho nada a Frank, han alegado que, igual que ha ido sin él, podía marcharse también ella sola, ¿no?
Amy ha reído, sacudiendo la cabeza, pensando que de todas formas no importaba, y hasta tenían parte de razón.
Le vibra el móvil en el bolsillo de la chaqueta. Mensaje de Frank.
Diviértete mucho con tus nuevas amigas o me veré obligado a ponerte un buen castigo, señorita. Y recuerda que…”
Sonríe de oreja a oreja. El “te quiero” que Frank no ha escrito, resuena sin embargo en sus oídos. Con aquella voz dulce que siempre la reconforta.
-Qué contenta te has puesto… ¿quién te habla?-pregunta curiosa Elisa.
Normalmente, esa pregunta, de boca de alguien a quien acababa de conocer, le habría molestado, y mucho, pero no puede resistirse a la dulzura de su nueva amiga.
Porque, la asalta un pensamiento repentino, aquello es como tener amigas, o al menos se parece… ¿No?
-Nada, sólo era Frank-se encoge de hombros.
No estaba preparada para el aluvión de silbidos y pequeñas burlas de las demás, dejando tan evidente su relación con Frank que Amy se ruboriza de forma violenta.
-Pero ¿qué…?-deja escapar en un golpe de aire, sin dar crédito.
-Nada, nada, respetamos los mensajes entre tortolitos…
-Y si te ha ofrecido un plan mejor no dudes en abandonarnos.
-Nosotras haríamos lo mismo.
Amy las mira con ojos como platos. Mirando a su alrededor, como buscando una respuesta a su confusión, se encuentra con la sonrisa de Sey, que la mira fijamente mientras ríe bajito.
-No se lo tengas en cuenta. Hacía tiempo que no nos juntábamos para salir, y la emoción es demasiado grande.
Entonces asiente, comprendiendo. Sonríe y ríe con las bromas y payasadas que hacen las demás, aunque todavía no se siente capaz de unirse del todo.
-Amy, ahora vas a conocer al resto de la panda. Las pobres no pudieron venir al concierto por cuestiones ajenas a su voluntad, pero ya verás cómo te caen genial-le dice Helen entusiasmada.
Incluso Laura, que a Amy le había parecido tener cierto aire de misterio, como si la cosa no fuera mucho con ella, se ha emocionado tanto que parece otra persona.
Al llegar a la plaza, el sol ya ha desaparecido por completo, dejando una noche oscura, sin ninguna estrella a la vista. A Amy le sorprende una oleada de dolor al pensar en Gerard, que sólo Sey nota.
-¿Estás bien?-le dice en voz baja, como para que las demás no se enteren.
Su sonrisa es algo temblorosa al negar con la cabeza, pero está impaciente por conocer al…resto de la panda.
Alguien pasa muy rápido por su lado, y sonríe al ver que una chica ha abrazado con fuerza a Sey, casi chillando de la alegría.
-¡Estás aquí! ¡Estamos todas!
La otra chica nueva también saluda contenta a las demás. Amy de repente se siente una extraña. Trata de apartar ese sentimiento, pero se agarra a ella con fuerza, quitándole la sonrisa. Se queda en un discreto segundo plano durante el reencuentro, viendo cómo todas intercambian sonrisas y abrazos.
Pero la invisibilidad le dura poco, cuando se apresuran a presentarla.
-Ésta es Amy, la hemos conocido en el ensayo de la banda, les conoce bien.
Ella piensa que eso es decir mucho; puede que conozca a Frank y Gerard un poco, pero con Mikey no tiene trato desde hace mucho, y con Ray y Mike no se puede decir que haya hablado realmente.
La que se ha lanzado a abrazar a Sey le lanza una mirada curiosa con unos ojos claros de tono indefinido. Amy se acerca a ella, queriendo descifrar el color exacto, y ambas se saludan con una sonrisa.
-Amy, éstas son Sara y Cris.
Si la mirada de Sara es curiosa, la de Cris revela bastante carácter en el fondo de sus ojos. Algo tímida para ojos extraños, Amy las saluda.

Si algo le queda claro a Amy, después de pasar largo rato con ellas, es que entre ellas, el elemento común que tiene más fuerza es el sufrimiento. El hecho de haber padecido, cada una lo suyo, pero en esencia lo mismo. Y el conocimiento. El saber que, a pesar de las nubes negras, siempre quedan estrellas en el cielo.
Están tumbadas en la hierba de un parque, y Amy mira con ojos soñadores el cielo. Hacía tiempo que no se sentía tan a gusto… Es como si, sin siquiera habérselo propuesto, hubiera encontrado su lugar. Después de tanto tiempo…
Siempre quedan estrellas en el cielo, piensa mientras mira el cielo negro y en su mente se funden dos rostros que parecen opuestos pero tienen más cosas en común de las que parece.
-¿…Y os habéis fijado en lo que nos ha dicho el tío? Como si nosotras tuviéramos la culpa de que la música fuera una mierda y la bebida te hiciera preferir tragar colonia…
-“¡Sois unas aguafiestas!”
Todas estallan en carcajadas.
-Es un buen nombre-dice entonces Amy con voz suave, uniéndose a la conversación, pero aún mirando el cielo.
Todas la miran con un interrogante en sus caras.
-Hace un rato mencionasteis que os gustaría tener un nombre de grupo, como si vosotras también tocarais en una banda. Pues ése no es mal nombre: Killjoys.
Al no recibir respuesta, finalmente vuelve la vista hacia ellas del todo, sólo para ver caras de asombro absoluto, de éste que te hace quedar con cara de idiota.
-¡Ostia, es genial, es genial!
-¡Eres un genio!
-¡Amy Amy Amy cómo puedes ser tan fantabulosa!
El abrazo colectivo le pilla de sorpresa, y para una persona poco acostumbrada al contacto físico la violenta sobremanera, pero una parte de ella descubre que dejaría que el abrazo durase más.
Cuando la liberan, se encoge de hombros como restándole importancia, y de nuevo vuelve la vista hacia el cielo, perdida en sus pensamientos.
Entonces Sey suelta la frase que suena a lema y que corearían las demás a voz en grito durante el resto de la noche:
Killjoys, make some noise!”



A bastante distancia, Gerard también mira el cielo buscando las estrellas. Le entristecen los días sin ellas, aunque contemplarlas supusiera tener recuerdos que prefiere evitar.
-Deja de hacerte el interesante, aquí solo mientras los demás tenemos una agradable conversación ahí dentro-sale Ray a la terraza.
-Tú eres el que no quiere que fume ahí dentro.
-Dependes demasiado de ese veneno… Frank también fuma bastante y sin embargo, él no está aquí.
-Menos mal-dice en voz baja.
Ray le mira frunciendo el ceño.
-Creía que os llevabais bien.
Podría clavarle en la piel con aquella mirada esmeralda.
-¿Estás de puta coña?
Él sonríe, con gesto de comprensión.
-A pesar de todo, os veo hablando, y bueno, realmente creo que podríais llegar a ser muy buenos amigos.
-No-suelta el humo de una calada sin mirarle.
-¿Por qué?
-No me vengas con preguntitas, Ray, y mucho menos cuando tú sabes perfectamente la respuesta.
-Tú le metiste en la banda.
-Y ha sido una buena idea.
-Pero ¿por qué le metes en la banda si no le soportas?
-No he dicho eso.
-Debes asumirlo, Gerard. Debes asumirlo y dejarlo ir.
Gerard consume el cigarrillo con energía, con ansiedad.
-No puedo explicarlo, Ray. Sencillamente no puedo.
-¿Bromeas? No sólo puedes, sino que lo haces.
Le mira pensando que se ha vuelto loco.
-¿Cuánto has bebido ya?
-Yo hago la mayor parte de la música, pero en esencia la mayoría las has creado tú.
-¿De qué hablas?
-Las canciones, Gerard, las canciones. Sólo hay que escucharlas.
Siente que se queda sin respiración, pero reacciona a la defensiva.
-Las canciones son canciones y punto. No niego que haya ciertos sentimientos filtrados en ellos, como la rabia del momento o algo así, pero…
-No me trates como tonto porque no lo soy. Una canción como Demolition Lovers no es fruto de “ciertos sentimientos filtrados”, lo sé yo, lo sabes tú, y lo podría saber cualquiera que la escuchara atentamente.
-Lo que tú digas…
-Mira, Frank está con ella, ella está con él, parecen bastante unidos, y lo vuestro se acabó hace mucho, mucho tiempo, así que perdóname si te digo que no entiendo por qué estás así. Sabes que no me gusta verte mal.
-Diez años, Ray. Diez putos años.
Él le mira, algo confuso.
-¿Diez…años?
Gerard suspira, se lleva las manos a la cabeza, pero finalmente se vuelve hacia Ray, y éste se da cuenta de que le espera, por fin, la sinceridad.
-Esto es así. Llevo diez años amando a Amy. El matiz de esos sentimientos, la forma, han cambiado, igual que hemos cambiado ambos, pero sigue siendo igual de intenso. E inevitable. Y doloroso, al parecer.
-“I’ll meet your eyes, I mean this, forever”-asiente Ray.
-¿Quieres dejar las dichosas canciones?
-No puedo hacerlo, Gerard, porque por mucha vergüenza que te dé admitirlo, son lo más sincero que se puede esperar de todo lo que dices.
-Bah-se encoge de hombros y se da la vuelta, dándole así en realidad la razón.
Se hace el silencio, y sólo se oye algún grillo y a los tres del salón charlando animados. Gerard enciende otro pitillo, demasiado nervioso.
-...supongo que las canciones del Black Parade las escribiste tras dejarla a la fuerza.
Se vuelve bruscamente hacia él.
-El Black Parade no va de un simple mal de amores-sisea con desprecio.
-Es que no fue eso. Te cuestionaste toda tu existencia después de abandonarla. Eso es lo que hace que escucharlas, ahora que lo sé todo, me haga alucinar como nunca lo he hecho. Porque no sabía que pudiera existir algo así.
-No digas tonterías-al voz de Gerard suena oscura, oscura como Ray nunca la había escuchado.
-Te vi entonces, Gerard. Viví como testigo impotente la que fue la peor parte de aquel proceso de duelo, vi cómo salían las canciones de tu interior. Sólo desconocía la causa, la raíz de todo. Porque yo sabía que tu vida no era de color de rosa, pero… Jamás habías estado así.
-Tan mal como para ponerme aquel estúpido tinte amarillo.
Ray suelta una de sus carcajadas potentes, un aluvión de energía brotando de un hombre tan grande como él.
-Eh, pero aquellas casacas que nos dio por poner… luego todo el mundo quería una, ¿recuerdas? Allá en New Jersey.
-Todos borregos.
-A lo que iba, Gerard, es que… Temo que vuelvas a caer así.
-Sólo tengo de las rojas, ya sabes.
La mirada que le echa a Ray le intimida hasta a él. Podría haberle matado si fuera tangible, en realidad.
-No me gusta que bromees con eso.
-Dices que con las canciones es cuando soy más sincero.
Ray chasquea la lengua con fastidio.
-A veces…
Gerard le mira atentamente, algo divertido.
-¿A veces qué?-tuerce la sonrisa.
-No, no te daré la oportunidad de ponerte gallito, señor Way. Para eso ya tienes a la persona por la que ha empezado esta conversación.
Como si supiera que hablan de él, Frank abre la puerta de la terraza, pitillo en mano.
-Uy, qué concurrido está esto… saldré a la calle-se da la vuelta con toda la intención.
-No digas memeces, Bufón-Ray le sonríe con burla al verlo exhalar el humo con chulería, y él tuerce la sonrisa en respuesta-. Ayúdame a librarme de la charla de papá Ray, si me haces el favor.
Teatreramente, Frank empieza a hacer gestos exagerados de sorpresa.
-Espera espera… ¿he oído bien? ¡El Azafranito me está pidiendo un favor!
-No me llames Azafranito-sisea.
-No me llames Bufón-se burla él.
-Y luego me dices que me lleve bien con él-le dice entonces a Ray.
Éste ríe con ganas.
-Sois de lo que no hay.
-¿A qué te refieres?-dicen ellos al unísono.
Ray ya se retuerce de la risa, y muy a su pesar los otros dos sonríen al verle.


Las agujas del reloj marcan un compás monótono con su característico tic-tac. En otro tiempo, Amy se pasaba largos ratos mirándolo fijamente, porque cuando haces eso con un reloj parece que el tiempo no pasa, y ella no quería que pasara por alguna razón u otra. Aquello cambió cuando, por el contrario, las horas se le hacían eternas hasta poder ver a Gerard, y procuraba no mirarlo demasiado para que pasara incluso más deprisa.
Ahora, las agujas del reloj son como cualquier otro objeto en aquella habitación. No le importa lo que sea, ni cuál sea su función. Bien podría estar mirando un florero, que habría sido lo mismo.
Sus ojos sin vida no veían nada ya. Sí físicamente; no estaba ciega, pero las señales que le llegaban al cerebro sobre la imagen enfrente de ella no llegaban acompañadas de algún tipo de connotación, es decir pensamiento.
A pesar de su reacción ante Gerard, al llegar a casa y estar a solas, todo había caído encima de ella, la había arrollado y se había llevado casi la mitad de su ser.
La parte que albergaba los sentimientos.

En su mente sólo había sitio para una imagen, en su boca sólo para una palabra. Su silueta se perfilaba en su pensamiento y su nombre en sus labios. Cada fibra de su ser la recordaba, dolorosamente, como si mil agujas le atravesasen todo el cuerpo.
Y él tenía pánico a las agujas.
-Amy…
Se pasaba los días llorándola, y las noches en vela. Rindiéndole duelo como si hubiera dejado de existir, pero… No era así, ella seguía existiendo, respiraba en alguna parte, y con cada respiración es como ella tomara prestado su aire. Y él le habría dado el aire, los pulmones, el corazón. Todo su cuerpo, igual que le había dado su puta alma. Porque, y tuvo que reconocerlo días después de verla por última vez, notaba un vacío en su interior que sólo su alma podía haber dejado.
Su hermano le veía consumirse sin entender la razón, le pedía que se levantara de la cama por las mañanas, y a él se le repetía entonces la misma pregunta en la cabeza.
Para qué, para qué, para qué.

Lo que no supo ninguno de los dos es que, a través de los kilómetros que les separaban, flotando en el aire, atravesando el tejido del universo, una idea, un pensamiento, un sentimiento, una sensación, les unía por un invisible hilo que se mantenía tenso y fuerte, y dos pares de labios susurraron en la noche la misma frase.