lunes, 1 de agosto de 2011

12. REMEMBER ME

    Jamás había estado tan asustado. Ni siquiera aquella vez, con quince años, cuando sintió el frío del acero en la sien, tumbado boca abajo en el suelo. En aquella ocasión se había limitado a pensar en la sonrisa de Amy, esperando el final deseando que ella llegara a convertirse en una gran mujer.
    Pero era la vida de Amy lo que se le escapaba ahora entre las manos. Era su cuerpo frágil, de muñequita como siempre la llamó, el que parecía romperse si se atrevía a moverle siquiera un centímetro.
    Habían conseguido llegar hasta la casa de Gerard, y ahora él la contemplaba, tumbada en su cama, sacudiéndose violentamente por efecto de cualquiera que fuera la droga que había tomado.
-¿Por qué, Amy, por qué?-lloriqueaba Gerard, toda su fachada irreductible hecha añicos.
-Gee…-una sonrisa trémula en los labios amoratados, unas manos débiles que intentaron acariciarle el rostro.
-Eres idiota.
    Ella consiguió atraerle hacia su pecho, donde enterró su cabeza, pasándole los dedos por los mechones enratados de su pelo teñido de negro. Negro como su ropa. Negro como…
-Prométeme que no me seguirás-susurró entonces ella.
-No te voy a seguir a ninguna parte, porque no te irás nunca más. Idiota.
-Gee… ¿no lo ves? Me… m…
    Él posó sus labios sobre los suyos, sólo para callarla.
-Tú eres idiota, pero yo no-se levantó y se separó de ella, con una mueca, como si le doliera. Amy le vio entrar al baño y al momento oyó el grifo abriéndose. Se preguntó por qué… Y entonces Gerard volvió, llegó hasta la cama y empezó a desnudarla.
-¿Qué…?-dijo ella, con dificultad debido al castañeteo de sus dientes.
-No dejaré que se vaya mi única esperanza.
    Amy, incluso en su estado, alucinó aún más cuando le vio desnudarse a su vez. Algo dentro de ella se sacudió cuando la cogió, completamente desnuda, entre sus brazos y caminó en dirección al baño.
    La bañera estaba llena de un agua que, viendo el vapor que emanaba, estaba bastante caliente. Se estremeció cuando la posó suavemente dentro de ella. Parecía funcionar; a su cuerpo entumecido y frío la sacudieron descargas eléctricas, sinapsis en su cerebro que sacudían sus miembros devolviéndoles la vida. Incluso notó cómo la sangre corría con energía renovada por sus venas. Él se metió también, tumbándose como pudo al lado de ella en aquella estrecha bañera, y la apretó entre sus brazos. Amy pronto comprendió que no era un simple gesto para reconfortarla, sino que le daba fuertes masajes en sus extremidades para reanimarlas. Notaba sus manos suaves que recorrían su cuerpo sin dudar, centímetro a centímetro.
    Parecía una locura, pero aquello incluso…
-Menos mal-le oyó decir en voz baja. Se dio cuenta de que le miraba las mejillas, que ardían a causa de su pensamiento anterior. Se alegró de que él pensara que se debía al agua casi hirviendo.
    Hubo un momento de silencio y quietud, donde sólo se oían las suaves ondas que hacía el agua de la bañera mientras las últimas convulsiones de Amy desaparecían. Relajada, Amy cerró los ojos hasta que Gee la sacudió, sobresaltándola.
-Nada de cerrar los ojos. Joder, Amy, los ojos bien abiertos.
    Abriéndolos más que nunca, los volvió hacia él. No recordaba haber visto sus mejillas, de piel tan pálida, con esa rojez, ni los ojos que le brillaban y parecían borrosos, como llenos de lágrimas. ¿O era ella la que lloraba…? Abrió la boca, como para decir algo, pero sin que una sola palabra saliera de ella. Aquella bañera de repente parecía más pequeña. Se apretó aún más contra él, queriendo que cada centímetro de su piel tocara la suya. Para siempre.
-Te quiero-susurró tragándose una lágrima que resbaló hasta sus labios.
    Le vio vacilar, con el gesto de su boca torcida tan peculiar, mordiéndose los labios.
-Sin ti no existo.


    Amy despierta, y al volverse ve a Frank apoyado en la ventana, fumando. Un inevitable recuerdo acude a su mente… Se parecen mucho, pero no son iguales. Uno se apoyaba de manera más elegante, como estudiando la postura; el pequeño Frankie está caído sobre la repisa de cualquier manera, y le parece que tararea algo con el pitillo en la boca.
-Buenos días-dice riendo sin poderlo evitar.
    Le ve sobresaltarse, y el pitillo cáersele de la boca ventana abajo, antes de volverse.
-Joder, Amy. ¿Quieres matarme?
-¿Te dejas?-dice ella con una sonrisa juguetona en los labios.
    Él también sonríe cuando vuelve a la cama y se acurruca de nuevo bajo las sábanas junto a ella.
-Me gusta esta manera de despertar.
-Pero si debes llevar un rato despierto.
-Me gusta que te despiertes así-le dice él con un beso en la nariz-. ¿Mejor?
-¿Así cómo?
    Le ve echar una mirada lasciva a su ropa interior, y sonreír.
-¿Medio desnuda?-sin perder un segundo, va directo a su cuello, a cubrirla de besos y alguna que otra caricia osada.
-¡Oooogh, cómo eres, Frankie!
-Tú me llamas como quieres, y yo te acoso cuanto quiero. Creo que es un trato justo.
    Amy ríe, y ya no sabe si es por las cosquillas que su aliento hace en su cuello, por las tonterías que dice o porque, simplemente, es muy feliz.
-Te odio.
-Me amas.
-Te violo-se le tira ella encima, y con una llave le aprisiona con brazos y piernas.
-Por favor-tuerce la sonrisa él.
    La oye bufar, y le tira un poco de brazos y piernas antes de soltarle y dejarse caer sobre el colchón. Como en un ataque repentino posa la cabeza sobre su pecho mirando al techo.
-Sueño con el día en que alguien abra esa puerta y nos vea así.
    No le ve, pero podría jurar que frunce el ceño.
-Eso no tiene gracia, Amy.
-¿Entonces qué haces aquí?
-¿Qué quieres decir?
-Durmiendo aquí te arriesgas a eso y lo sabes.
    Le oye suspirar.
-Claro que lo sé. Pero me encanta dormir contigo.
-A ti te encanta dormir. Punto.
    Cuando con una risa se vuelve hacia él, ve que también sonríe.
-Pero también mola observarte mientras duermes.
    Amy finge estar horrorizada.
-¿A lo creepy stalker?-simula un escalofrío.
-No sólo miro-mueve los ojos dando la vuelta completa, y Amy bufa en respuesta.
-¡Eres-un-sucio-pervertido-Frank-Iero!-acompaña cada palabra con un suave puñetazo.
    Frank ríe a carcajadas.
-Soy tu sucio, nena-la agarra bien fuerte susurrándola al oído.
    Tiene que soltarla cuando ella explota en carcajadas bien sonoras, con espasmos incluidos. La mira alucinado.
-¿Pero qué…? ¡Ssssshhh calla loca, que nos descubren!
-¡Pero cómo…puedes decir…una cosa así!-y más carcajadas.
    Cuando Frank se pone como un tomate, Amy aumenta sus carcajadas, pero luego lo abraza y le da un suave beso en los labios.
-Me gusta cuando te sonrojas-le susurra.
-Joder, Amy, eres lo peor-se vuelve indignado, pero Amy sabe que en parte es fingido.
-No te enfades-le dice medio ronroneando como un gato.
    Él no contesta, aún de espaldas a ella, y eso la preocupa un poco.
-¿Frankie?-intenta obligarle a que se vuelva hacia ella, pero él se resiste-. Frank-le rodea, moviéndose algo torpemente por la cama, hasta que puede verle la cara preocupada y perdida en sus pensamientos-. ¿Qué pasa?
-Hoy…es el día-dice él en voz baja.
    Amy se da cuenta. Hoy le hacen la prueba. Hoy podría pasar a formar parte de la banda de Gerard… Contiene un suspiro. La verdad es que ella le dijo que aceptara sin pensarlo demasiado. Ella quiere que cumpla su sueño, y sabía que era una oportunidad perfecta, pero a la vez… Amanecer en la misma cama le hace darse cuenta de que aquello no será muy fácil. Aún hay asuntos pendientes… sentimientos confusos… Y la última persona que quería que sufriera por aquello era precisamente Frank. Su Frankie. Tan pequeño y tan… Todo el mundo, nada más tener noción de Gerard, lo calificaba de “misterioso”. Pero… Frank parece tan cercano y a la vez, tan lejano. Es tan agradable, con aquella eterna sonrisa, que la predisposición suele ser favorable hacia él, al contrario que con Gerard. Aunque a la vez, Amy siente que es el triple de intrigante y con el doble de secretos que Gerard.
-No estés nervioso, porque sabes que eres el doble de bueno que cualquiera en esa banda-le sonríe dulcemente, y le ve intentar devolverle una sonrisa algo vacilante.
-¿Incluso que el Azafrán?
-¿Siempre tiene que salir el Azafrán en la conversación?-bromea poniendo los ojos en blanco teatreramente, pero en realidad se siente algo molesta.
-Él es parte de ti.
    Hay un cruce de miradas. Intenso. Largo.
-Una parte de mi pasado-dice entonces ella con suavidad.
-De verdad que no quiero iniciar una discusión ni hacerte sentir incómoda, Amy. Pero yo no estaría tan seguro de eso.
-¿Y eso cómo puedes saberlo tú mejor que yo?
-Me lo confirma cada momento que os veo en el mismo espacio, Amy. Tú no serás consciente, pero…
-¿Y a qué cojones juegas entonces?-dice ella, con un gesto señalando la habitación, y a ellos dos medio desnudos en la cama.
-Por alguna extraña razón, también estoy seguro de que me quieres-tuerce él la sonrisa.
    Bufa con incredulidad.
-No entiendo nada.
-El amor no siempre consiste de medias naranjas ni de encontrar “tu otra mitad”. Suele ser bastante más complicado que eso.
    Ella parpadea, paralizada en el sitio.
-Sigo perdida.
-No importa, Amy. Ya lo entenderás-la abraza con fuerza.
-Pero, entonces… ¿todo bien?
-Para ser tan lista a veces no te enteras de las cosas-ríe él, apartándole el pelo de la cara, acariciándola.
-Para ser tan bajito a veces te pones en plan superior-entrecierra ella los ojos.
    Bufa de indignación y la derriba sobre la cama.
-Golpe bajo, señorita, golpe bajo. Habré de poseerla para demostrar mi superioridad y poder sobre todas las cosas, incluida usted.
    Su risa le quita todos los nervios de un plumazo.
-Esta tarde, sólo tienes que tocar la guitarra como me tocas a mí, y te harán líder de la banda, estoy segura.
    Se sonríen, y entonces él sacude la cabeza.
-Te equivocas…es a ti a quien toco como la toco a ella.


    Aún estaban en la bañera, quietos en el agua, en paz por primera vez en mucho tiempo. No eran conscientes del tiempo ni de nada que se saliera de ellos mismos y aquella bañera llena de agua, que empezaba a enfriarse poco a poco.
-¿Has oído eso?-dijo entonces con voz aún algo débil ella.
-¿El qué?-al contrario que ella, que se puso en tensión algo alarmada, él siguió relajado e intentó que ella volviera a calmarse.
-Me parece haber oído un ruido, abajo.
-Será el viento.
-Siempre se dice eso-suspiró ella, y se acurrucó contra él como buscando protección de algo que ni siquiera estaba allí.
-Tranquilízate-le dijo él con los ojos cerrados. Amy no recordaba haberlo visto tan a gusto, tan…tranquilo en la vida.
    Decidió hacerle caso y no pensar en nada.
    Por eso cuando la puerta se abrió, todo lo que pasó después les pilló por sorpresa, y pasó demasiado deprisa como para ser muy conscientes. Amy vio el rostro horrorizado de su madre, y recordó que la sacaban de la bañera… la separaban de… él…
    De aquello sí que fue consciente. Del frío helador y el vacío profundo que provocaron cuando Gee, su Gee, pasó a estar lejos, demasiado lejos, aunque en el mundo real sólo les separaran un par de metros.
    Instantes después, recordó que la envolvían con una toalla, los chillidos horribles de su madre, el grito desesperado de Gee… Y pareció volver a recuperar el control de su cuerpo.
-¡Nooooo!-chilló enloquecida-. ¡Llevadme con él! ¡Devolvédmelo, cabrones!
    Se retorció entre los brazos que la sujetaban y prácticamente la llevaban en volandas, soltando puñetazos y patadas con una furia sobrehumana. Nadie… no ahora, nunca más. Gee no podía estar lejos nunca más…
-¡Amy, Amy!-le pareció oírle a lo lejos, y eso le renovaba las fuerzas cuando parecía a punto de rendirse, y a aquellos hombres les resultó muy difícil sacarla de la casa.
-¡Que me dejéis en paz, cabrones! ¡No lo entendéis! ¡Él me ha salvado la puta vida…!
    Un pinchazo, y Amy vio cómo la oscuridad la envolvía llevándosela con ella.