viernes, 29 de julio de 2011

11 ‘CAUSE EVERYBODY WANTS SOMETHING FROM ME

    Gerard mira fijamente a aquel enano bufón, sin poder dar crédito. No sólo… también tiene el descaro de… Apaciguando su estallido interior, vuelve a torcer la sonrisa, y con voz tranquila contesta:
-Me alegra especialmente. Es una canción muy…especial.
    Evita aposta por todos los medios mirar hacia Amy, como si nada.
-Llena de sentimiento-aquella fina sonrisa de Frank, le parece peligrosa, como si escondiera algún tipo de arma letal.
-¿Tú tocas la guitarra, verdad?-el tono es, sin duda alguna, de superioridad, pero a la vez de evaluación.
-Algo-se limita a responder él sin bajar la guardia.
-Siempre hemos hablado de que nos vendría bien una segunda guitarra en el grupo-puede oír las respiraciones contenidas de todos, excepto la suya propia y la del extraño…rival que tiene enfrente.
-¿Es eso una proposición?-responde él sin inmutarse. Joder, no va a ser un rival fácil.
-Sí, pero no te emociones mucho, viene sin anillo y sin promesas de felicidad eterna.
    Frank bufa sarcástico, pero una parte dentro de él… les ha visto tocar, y a pesar del arrogante pelirrojo, había algo… Espera que, al menos, el resto de componentes tengan un mínimo de decencia, y de hecho, todavía no les ha visto comportarse de la forma en que lo hace su… ¿puede llamarlo rival? ¿Puede, ahora que se está pensando hacerse su compañero? Piensa en Amy, pero también piensa en su guitarra, en la pasión que le consume desde hace tiempo y que le gustaría satisfacer.
    Amy está paralizada en el sitio. No se puede creer lo que ha propuesto Gerard, pero aún menos en el hecho de que Frank parece planteárselo en serio. Lo peor de todo esto, es que ella está segura de que sería una excelente idea. Ha oído tocar a Frank, y encajaría de una manera tan perfecta que le parece una broma del destino.
-Frank-le susurra para evitar que les oigan los otros-. Di que sí.
    Él se vuelve bruscamente hacia ella, pero se limita a volver a poner aquella sonrisa torcida… Asiente con la cabeza.
-¿Tú qué opinas?-le dice a Mikey, sorprendiendo a todos. Éste le mira con ojos como platos, como sin poder creerse que le pregunte a él.
-No… sé. Ni siquiera te he oído tocar-dice entonces, como armándose de valor.
-Ni yo tampoco-salta entonces Ray, con tono amable pero firme-. Tendríamos que hacerte algunas pruebas, y…
-Es lo normal-se encoge de hombros Frank, y su sonrisa aumenta, con un entusiasmo que ya se deja traslucir.
-También tendríamos que hablarlo con Michael-se dirige Ray a Gerard ahora-, pero vamos, que podemos intentarlo. Si tú quieres entrar, claro.
    A Frank le resulta extraño que el amigo del Azafrán sea tan agradable.
-Quiere y debería-dice entonces Amy en voz baja pero clara.
    Tanto Frank mismo como Gerard la miran fijamente.
-No estaría mal…
    Amy se le acerca y le dice al oído:
-Me voy, ¿vale? Luego te veo-y con un beso en la mejilla se aleja antes de que Frank pueda reaccionar.
    Sin volver la vista atrás un momento, Amy no sabe que dos pares de ojos la siguen hasta que ya no se la ve más.


    Apenas quedaba ya una pizca de cordura en Gerard. Amy había desaparecido hacía ya cuatro días, cuando él… Apretó los puños. ¿Cómo había podido? Sabía que ella si decía una cosa, la decía en serio, si iba a huir, huiría sin mirar atrás. ¿Por qué no se la trajo con él? Ahora…
    ¿Dónde estaba ella?
-Joder, Amy, joder.
    Ahogado en alcohol y humo de tabaco, Gerard sentía que apenas podía respirar. No es que no supiera que Amy era algo muy importante para él, más de lo que quizá lo había sido nadie en su vida, pero… No se imaginaba esto.
    La oscuridad y el vacío.
-Y tu madre… vino tu madre, Amy, ¿sabes? Vino muerta de pánico preguntando por ti, y yo tuve que mandarla a la mierda. Sin ti. Casi se me echa encima. Tienes más de ella de lo que crees… Pero…
    Siguió balbuceando, la mayoría cosas sin sentido.
-Amy… Amy…-se aferró a la botella de whisky como si fuera un salvavidas-. Amy… te quiero… te quiero… aquí… ven…
    Pegó un nuevo trago a la botella, aumentando su imagen de patetismo al extremo.
-Como la nieve cae en el cielo del…desierto…
    Con un sollozo, se encogió adoptando una postura fetal, y lloró como un niño, lloró abandonándose como no lo hacía en años.

    Más tarde, no sabía cuánto exactamente, el timbre del teléfono casi le provoca un infarto. Abandonado como estaba en aquella casa, era lo último que esperaba… Sin ganas, lo descolgó decidido a descargar toda su rabia contra quien fuera. Pero la voz suave que sonó al otro lado del teléfono hizo que se le parara el corazón.
-Gerard… lo siento…-la oyó sollozar-. Lo siento…
-¿¿Dónde estás??-por una vez, perdió totalmente su fachada y gritó esa pregunta con evidente desesperación.
-No es que nunca debiera marcharme… es que no debí hacerlo sin ti. ¿Me perdonas?
    Gerard escuchó a la niña asustada en esa pregunta, y deseó poder teletransportarse, porque quería estar ya allí.
-Dónde estás, Amy, joder.

    Gerard no corrió, voló hacia el sitio que Amy le había indicado. Estuvo tentado de robar algún vehículo por el camino, pero luego desechó la idea, aunque le cabreara sobremanera tardar tanto. Adentrándose en las entrañas de la ciudad, el paisaje no hacía más que empeorar. ¿Por qué Amy se habría metido allí? Luego pensó, ¿dónde cojones iba a ir una cría de catorce años sin que nadie hiciera demasiadas preguntas?
    Llamó a la puerta, por pura inercia de modales aprendidos durante años, aunque sabía que era una absoluta gilipollez. Nadie contestó, por lo que no tuvo ningún reparo en abrir la puerta de una patada y entrar. Los muebles desvencijados y la suciedad casi nauseabunda no auguraban nada bueno. Al llegar a lo que en otro tiempo debió ser el salón, encontró a algunos congregados en el centro, y cuando vio lo que parecían acechar como hienas… En una explosión de sentimientos mezclados, demasiados y demasiado fuertes para darles nombre, por poco los quitó de en medio a puñetazos.
     Amy yacía pálida y apenas consciente, en mitad de una aparente sobredosis. Pero… ¿de qué? Se arrodilló a su lado, la cogió suavemente entre sus brazos.
-Amy, joder, ostia puta, joder… ¡Amy!-aunque tal vez no fuera muy prudente, no pudo evitar sacudirla entre sus brazos-. ¿Qué ha pasado?-rugió a los demás.
-Yo le dije que eso era demasiado… le dije que la mataría…
-Qué cojones ha tomado-siseó él, sin querer escuchar los balbuceos de aquella yonki.
-La muchacha quería escapar-dijo entonces alguien en el marco de la puerta.
    Gerard se volvió, viendo a un joven, que debía de tener su edad o incluso más, que a pesar de ir igual de haraposo que el resto de aquellos yonkis, se veía no sólo completamente lúcido, sino poseedor de una cierta elegancia y carisma indudables. Gerard se dio cuenta: era el líder. Líder de qué, ni siquiera le importaba, porque Amy se moría entre sus brazos y no importaba en qué clase de mierda de secta o pandilla de mugrosos se hubiera metido, sólo importaba cada latido de su corazón, cada respiración que tomaba con dificultad.
-Sólo le dimos el billete; no conocemos el destino-aquel cabrón tenía una sonrisa torcida que acabó por hacer arder la poca sangre que le quedaba en las venas, y su rostro pálido se encendió con furia.
-¿Qué es lo que te parece tan gracioso?-siseó.
-Que haya llegado ahora su razón para escapar. Como… una ironía del destino, o algo así. Realmente no lo sé, pero queda muy poético decirlo.
-Tú no sabes nada de poesía-escupió aquellas palabras fulminándole con la mirada.
-¿Y tú sí?-la voz de aquel tipo era suave, lo suficiente para engañar a la mayoría, pero Gerard distinguía claramente la sedosidad propia de la serpiente-. Mírala-señaló a Amy, que les miraba con ojos vidriosos-. Se muere, estúpido.
    Gerard, apretando los puños, ignoró sus palabras. Cogió a Amy con delicadeza entre sus brazos y se puso de pie, alzándola del suelo. Pero cuando hizo ademán de salir por la puerta sin decir adiós, aquel líder y unos cuantos secuaces suyos le cerraron el paso.
-Lo siento, Romeo, pero no podemos permitirlo.
   Bufó sin poder creérselo.
-Quitaos del puto medio.
-Ella es la Elegida, ¿no lo entiendes? Es nuestra Elegida y no puedes llevártela-dijo en voz bien alta, como un llamamiento a los demás zombies, que ahora se congregaron alrededor de ellos.
-La mierda os ha llegado demasiado dentro del cerebro-el tono de desprecio de Gerard intentaba ocultar el pánico al sentir a Amy perderse entre sus brazos.
-Nos reunirá con la Madre-se le endureció la voz al líder, que evidentemente no estaba acostumbrado a que nadie se le resistiera.
-Para ser un ritual satánico o algo parecido, ni siquiera habéis sido capaces de conseguir una virgen-levantó un poco a Amy y se rió, con una risa que era más falsa que los balbuceos de aquellos zombies sin pizca de cerebro.
-Ese es vuestro error. Pensar que siempre tiene que ver con Dios o el Diablo.
-No, a veces tiene que ver con cachos de carne sin cerebro diciendo gilipolleces tan llenas de mierda como sus cuerpos.
    A una señal del ahora enfurecido líder, se vio atrapado y separado de Amy. Se resistió, más aún al ver que la alejaban de ella.
-Nadie insulta a los hijos de la Madre en vano.
-¡Soltadla, hijos de puta, soltadla!-saltó Gerard al ver que volvían a posarla en lo que, antes no se había fijado, sí que parecía una especie de altar.
-Nuestra hermana nos conducirá un poco más cerca de la Madre. Nadie dijo que no hubiera sacrificios en pos de un bien como el que la Madre otorga.
-¡Hijos de puta chalados, no la toquéis!
    El líder sacó un cuchillo, grande, bien afilado, de algún bolsillo, y se acercó a Amy con una sonrisa algo psicópata en los labios. Amy se convulsionaba y murmuraba algo que Gerard no alcanzaba a oír bien.
    Fue cuestión de unos segundos. Tan rápido que podrían haberlo soñado.
-¡Putaaaaaa!-soltó en un alarido el líder.
    Cuando se le había acercado, dispuesto a hacerle quién sabe qué clase de corte, Amy se había levantado con sus últimas fuerzas, agarrando el cuchillo y dejándole sin al menos tres dedos. Gerard se pudo liberar de los atónitos zombies que le sujetaban y corrió hacia ella, y agarrándola los dos corrieron hacia la salida. Los zombies no se movieron, sin el titiritero que les movía los hilos de sus cuerpos sin vida.
   A Gerard no le había parecido tan grande aquella casa cuando entró. Pero ahora, se movían por pasillos y daba la sensación de que se movían en círculos, y aún lejos pero cada vez más cerca escuchaban los gritos desquiciados del ahora manco líder.
   Sin que se dieran cuenta, el líder les mantenía dentro de la última habitación, sin otra salida excepto en la que él les miraba con sus ojos inyectados en sangre. Atrapados. Gerard miró alrededor, mientras Amy parecía perder el espíritu con el que había conseguido huir, aún bajo los efectos del… veneno que le hubieran dado.
-Os lo he dicho. Nadie escapa de un siervo de la Madre como yo. ¿Y ahora?-dijo riéndose-. Ahora, Romeo, no sólo me ocuparé de matarte con mis propias manos, sino que antes verás cómo me follo a tu muñequita de las mil maneras distintas que se me ocurran. No es virgen, ¿no? Una pena, pero a la vez una ventaja. Ya la he visto desnuda varias veces, y ya la habría penetrado por detrás más de una vez si no fuera porque es una gatita muy peleona, y esos pobres imbéciles a veces me lo ponen muy difícil-señaló a algún lugar detrás de él con la cabeza. Se notaba que lo estaba provocando.
    Entonces, Gerard se limitó a dejar escapar un suspiro como de resignación. Con gesto casi de profesional, levantó la pistola que había estado ocultando y le pegó un solo tiro, en el hombro. Cayó hacia atrás con un grito de dolor, y Gerard tomó de la mano a Amy, y pasó por encima de él, pisando incluso con energía muy cerca de donde le había disparado.


    Cuando Frank vuelve a casa, Amy le espera en la entrada, sentada en el banco del porche, con una sonrisa en los labios. La mira con un gesto tímido que a ella se le antoja demasiado tierno para ser cierto. Se echa de encima de él, riendo.
-¡Vas a cumplir tu sueño, eh!
    Se la quita un poco de encima bufando con incredulidad.
-¿De qué cojones hablas?
-Yo sé que querías un grupo en el que poder tocar la guitarra, Frankie. Tocarme unas baladitas para llevarme al huerto está bien, pero tienes demasiada energ…
-¿Llevarte al huerto, señorita? Eres increíble-sacude la cabeza.
    Amy está tan emocionada que le besa con ganas sin poderlo evitar.
-Me alegro tanto por ti-le dice con un susurro, pegándose a su pecho cuando se separa de sus labios.
-Pero Amy-le obliga a mirarle-, ¿a ti…te parece bien? Quiero decir, si me cogen…
-¿A ti te parece bien?-sonríe ella.
-Eh…bueno…es…extraño.
    La oye soltar la carcajada.
-Es decir poco, supongo. Pero… el pasado nunca debería impedir lo que puede ser un futuro estupendo. ¿No crees?
    Frank la mira largo rato, y entonces suspira.
-¿Cómo lo haces todo tan fácil?
-Te equivocas-ríe ella suavemente, ya agarrada a su cuello, en su oído-. Eres tú el que lo hace todo fácil.
    Sin darse cuenta, en el transcurso de la conversación han llegado al jardín trasero, y Amy empuja hasta que caen los dos tras unos arbustos.
-¿Qué cojones…?-suelta Frank, pero ella lo calla con un beso, mientras con rapidez, casi podría decirse que con ansia, empieza a desabrocharle el pantalón.
-¿Aquí?-casi parece hasta asustado.
-En cualquier parte-sonríe ella, con los labios apenas separados de los suyos, mientras le sigue desnudando.
    Él se resiste.
-Podrían vernos… ¡podría pillarnos tu madre!
    La ve encogerse de hombros, mientras se quita la camiseta. Su sujetador de encaje hipnotiza por un momento a Frank, lo que ella aprovecha para volverlos a tumbar en el suelo, lejos de las miradas de cualquiera gracias a la espesura de los arbustos.
-Estás muy mono cuando te ruborizas-le susurra ella al oído, y Frank pone los ojos en blanco cuando siente que sucede lo inevitable.
-Y tú eres muy peligrosa-con un movimiento, se pone encima de ella, intentando contenerla, pero aquello parece animarla aún más, sintiendo sus ganas también evidentes entre los regazos de ambos.
-Oh, vamos, Frankie.
-¿Te crees muy mayor por manejar como quieres a un hombre hecho y derecho como yo, jovencita?-entrecierra los ojos fingiendo.
    La carcajada de ella no es precisamente discreta.
-Ya claro…
-¿Qué?-vuelve a entrecerrar los ojos.
    Mantienen una danza en la hierba, luchando los dos por ser el que queda encima. A horcajadas sobre él, ella arquea la espalda, sinuosa como una serpiente, sensual, dándole pequeños mordiscos en el cuello, las orejas…
-Abusa de mí. Úsame. Calla y tómame-jadea ella en voz baja, y Frank obedece sin pensarlo dos veces.
    A pesar de la urgencia de ella, Frank se toma su tiempo, colmándole de caricias tiernas, besos apasionados pero contenidos. Le parece como si tuviera miedo de romperla. Amy sonríe abriendo las piernas, y arquea la espalda cuando él le baja las bragas y le sube la falda, con delicadeza, con…estilo. Nota cómo se asegura de abrirla bien con una mano y juguetea dentro de ella, haciéndola gemir.
-Me gusta saber que aún puedo mantener a raya a alguien tan peligroso-dice él con la respiración entrecortada y su sonrisa torcida.
    Con un sonido que es una mezcla de fastidio y diversión, le agarra por el borde del pantalón para atraerlo hacia ella, y le baja la ropa hasta dejar al descubierto lo que más quiere en ese momento.
-Shut up and do me-le da un beso salvaje, casi ahogándolos a ambos.
-Espera…-dice él divertido, sacándose algo del bolsillo.
    Ella se lo arranca de las manos y lo pone con rapidez y eficacia, estimulando lo que cubre al mismo tiempo. Sonríe cuando lo nota estremecerse.
-Para, para… que llego…
    Tumbándose de nuevo, levanta las caderas, dejándoselo demasiado fácil. Él casi cae encima de ella, conteniendo un grito cuando entra, y ella arquea la espalda ayudándole con el movimiento. Él se abandona y embiste, entra más dentro, ella nota sus deslizamientos que estimulan algo dentro de ella…más dentro…más dentro…él nota su abrazo envolvente y húmedo.
    Los movimientos de sus cuerpos se sincronizan al compás de los latidos de su corazón, y dos pares de manos se aferran con fuerza cuando, por un segundo, dejan de existir.

jueves, 21 de julio de 2011

10. PAIN IN MY HEART FOR YOUR DYING WISH


    Aún en la playa, los chicos han recogido los instrumentos, poniéndolos a salvo, en un silencio extraño, con la conversación pendiente sobre ellos, como acechándolos. Cuando ya todo estuvo en su sitio, Ray los ha guiado a todos a sentarse, disponiéndolos para las preguntas, las explicaciones. Se sitúa entre los dos hermanos, no muy seguro de lo que pueda pasar, mientras Michael se acerca lo suficiente como para enterarse pero no demasiado para no molestar.
-Bien, Gerard. Me gustaría… que lo habláramos todo un poco. Sobre todo para que Mikey pueda comprender, ¿lo entiendes?-le dice en voz baja, con una mano en su hombro, Ray.
-No soy estúpido, Ray-bufa él.
-No estoy yo tan seguro de eso-chasquea la lengua.
    Ambos se sonríen.
-Gee-dice tímidamente Mikey-. ¿Pero… cómo es posible? ¿Cuándo pasó?
-Dentro de no mucho hará tres años. Ahora mismo, dos y medio-con su siempre presente cigarro en la mano, a Gerard le parece que nunca ha pasado tanta vergüenza en su vida. La sensación es sin duda extraña. Su hermano… Nunca había sido capaz de contárselo. Había muy pocas cosas que no le dijera, pero aquello…
-¿Catorce?-le mira con ojos como platos Mikey.
    Él no aparta la vista del suelo, molesto.
-Catorce, sí. Y yo veintiuno.
    Michael deja escapar una exclamación de asombro desde su apartada posición, Ray frunce levemente el ceño.
-¿Tan joven es esa chica?-pregunta entonces, sorprendido. No hay ningún tipo de juicio en su voz; sólo la búsqueda de datos, de hechos.
-Tenía siete años cuando la conocimos-le responde Mikey, ajenos todos a los puños apretados de Gerard-. Cuando… Gerard la conoció.
-Llevaba una camiseta de The Smiths-sonríe-. Con aquel aire de damita vino y me dijo que me parecía a un gato que había tenido.
    Cuando ve los gestos vacilantes de sus tres compañeros, añade:
-Jamás hubiera imaginado lo que pasaría años más tarde. Sabéis que soy muchas cosas, pero no soy un cerdo de esos. Nunca pensé en ella de esa forma cuando, a sus siete años, empecé a ir a su casa a dibujarle un gran Jack Skeleton que ella después colgó en su pared. Joder, yo no sabía… no imaginaba…
    Se lleva las manos a la cabeza, se encoge en su asiento.
-Gerard, lo siento-musita Mikey.
    Cuando levanta la vista, Gerard casi le mira cabreado.
-¿Sentir el qué?
-Llevo tanto tiempo diciendo tonterías sobre ella. Y eso debe haberte hecho…
    Un silencio tenso sucede a esa frase inacabada.
-Bah, Mikey, la culpa sería mía por no habértelo contado.
-¿Por eso empezaste a venir incluso aunque los demás no volvíamos? ¿Por eso…por eso hubo todos aquellos problemas?-vuelve a abrir mucho los ojos.
    Gerard no contesta, pero no haría falta.
-Pero Gerard… catorce años… y tú pareces ser consciente, y en cierta manera creo que también lo eras entonces, de lo que eso significaba. Y sin embargo…-Ray enmudece.
-Sin embargo, estaba loco, tan loco como para no hacer caso a nada y dejarme llevar, y arrastrarla a ella, hasta que las cosas, evidentemente, se complicaron.
-Gerard…-se vuelve hacia su hermano-. Me gustaría saber qué pasó. Si quieres contármelo-añade, como avergonzado de su atrevimiento.
    Él pone la clase de sonrisa que sólo pone por su hermano pequeño.


    Amy prácticamente vivía con él, a juzgar por todo el tiempo que pasaba en su casa, pero a veces ella tenía que “portarse como una niña buena”, como ella decía con una sonrisa malvada, y eso lo tenía rondando por el que antaño era su rincón favorito para fumar. El lugar donde se conocieron.
-¿A dónde vas tan deprisa?-le pareció reconocer la voz de la madre de Amy-. Está por ahí, ¿verdad? Acechando en las sombras, esperándote.
    También oyó a Amy bufar.
-No acecha-siseó-. Y sí, me está esperando, por primera vez alguien me espera y no soy yo la que cuenta los minutos con ansiedad-le pareció que la voz se le rompía, y quiso estar junto a ella para poder calmarla.
-No digas tonterías, Amy. Sé que tal vez no paso tanto tiempo en casa como debería, pero sabes que es porq…
-Ni lo sé ni me importa, madre. Ya no. Ahora tengo a Gee.
    Por lo que oyó, le pareció que había plantado a su madre y corrido hacia él, y aún oyó los gritos cabreados de la madre llamándola, antes de verla aparecer.
-Oh-dijo simplemente ella al ver que ya estaba allí-. Bueno, tal vez has oído a mi querida madre deleitándome con su cariño y preocupación etern…
   No pudo acabar la frase, porque Gerard la besó, con pasión, con intensidad, acunándola entre sus brazos, cogiéndola con suavidad, como si estuviera a punto de romperse. Él notó que el beso sabía salado, y supo que ella lloraba, y aumentó la energía de su arrebato sin saber qué más hacer.
-No quiero…-dijo con la respiración agitada cuando separó sus labios de los suyos-, no puedo ser la razón de que tu madre te hable así, o de que te desentiendas de todo lo que has conocido…
    La notó tensarse, con los brazos alrededor de su cuello, y entonces la miró. Su expresión era neutra, cercana al cabreo, pero con matices de frustración.
-No sé cómo decírtelo, Gerard.
-¿Decirme el qué?
    Entonces oyeron unos pasos en la hierba, y segundos después la madre de Amy estaba frente a ellos, mirándolos enfurecida.
-¡Lo sabía!-siseó-. Sabía que algo no era normal, sabía que estabais…-el asco parecía no dejarle terminar la frase-. Tú, aparta las manos de mi hija-casi le escupió dirigiéndose a Gerard.
    Por toda respuesta, Amy se pegó aún más a él, y Gerard no dijo ni hizo nada.
-Madre, no. No entiendes nada.
-Claro que no entiendo nada, no entiendo cómo esto ha podido siquiera pasar. Bueno, en realidad sí. Te he dado demasiada libertad, siempre, y…
-¿Libertad?-Amy pareció escupir la palabra-. Libertad es lo único que jamás conocí hasta que llegó Gerard.
-No digas tonterías, niña-el tono autoritario de madre no admitía réplica.
-Adiós, madre-tirando de Gerard, echó a correr alejándose de ella, y ella chilló llamándolos, hasta que, bastante lejos, Amy se frenó y para decirle a Gerard:
-Me voy contigo, Gee. No voy a volver.
-¿Qué?-saltó él, alucinado.
-No pienso volver a esa casa. Me iré contigo si me dejas, o a cualquier otra parte si no quieres tenerme contigo.
    Gerard no podía pensar con claridad.
-Amy…no sabes lo que dices…estás confusa.
    Le pareció que aquella respuesta le dolía aún más que la reacción de su madre al verlos. Lo veía en sus ojos.
-Nunca hubiera pensado que eso me lo dirías tú.
    Separándose de él echó a andar, casi parecía que sin rumbo. Él la alcanzó, reteniéndola por el brazo.
-¿No lo ves? Te estás comportando como lo que quieres negar que eres.
-No soy una niña-siseó ella.
-¿Entonces?-le miró con su sonrisa torcida, sabiendo que eso la sacaría de quicio, la removería y le haría reaccionar.
-No quiero volver.
-Pero has de hacerlo.
-No si me dejas irme contigo-su tono ya rozaba la súplica, y Gerard se contuvo para no chasquear la lengua con fastidio.
-Amy. A pesar de tu edad, recuerda lo que me dijiste, tú sabes más que los demás. Algo dentro de ti te dirá que esto… huir no soluciona nada.
    La ve mirarle fijamente, con el ceño fruncido, reflexionar la respuesta.
-Ya te lo he dicho. Si no me voy contigo… me voy a ir igual.
-Vale, ven conmigo-se resignó Gerard.
-Estaré bien igual-dijo ella con suavidad-. No me lleves sólo para asegurarte de que esté a salvo, ¿quieres?
    Fue sólo un segundo, mientras apretaba su mano tan fuerte que podría romperla. Pero Gerard vaciló antes de responder, y ella sonrió comprensiva soltando su mano.
-No, Amy, ven.
-Te lo he dicho. Sólo si quieres, si lo deseas realmente. No por creer que es lo correcto.
-¿Por qué me haces esto?-por un momento sonó como si él fuera el adolescente, y ella la adulta que lo sabía todo.
-Just because, my hands around your throat-vio su sonrisa torcida antes de que ella le rozara suavemente los labios y echara a andar, huir, lejos también de él.


    En la playa, tumbados en la arena, Frank observa a Amy, que parece muy lejos de allí, como siempre. Hace dibujos en la arena con el dedo, distraído y nervioso, dudando de lo que quiere preguntar, de si hacerlo.
-¿Podría al menos saber algo sobre el Azafrán?
    Casi le dan ganas de reír cuando la ve volver la cabeza bruscamente y mirarle con ojos como platos.
-¿Qué cojones…?
-Quiero decir, no hace falta que me des demasiados detalles, sobre todo ciertos detalles, pero me gustaría saber algo sobre cómo es él, cómo fue vuestra historia, y hasta qué punto eso que no puedes darme es de él, ¿sabes?
-Hablar de eso sería como hablar de mí misma, de quién soy.
-Exactamente-dice él en un hilo de voz.
    Amy sonríe, algo divertida.
-Pero tendrías que darme algo a cambio.
-Lo que sea-contesta él entusiasmado.
-Si yo te cuento mi historia… lo justo sería que tú contaras la tuya.
    Le ve perder su sonrisa al instante.
-¿Qué historia?-se recupera enseguida, intentando seguir tan bromista como siempre, pero es demasiado tarde.
-La cosa está así, Frank, y es bien sencilla. Nosotros ahora tenemos un presente. Podemos quedarnos con eso, vivirlo, disfrutarlo.
-Idea que me gusta-juguetón, acerca los labios a su cuello, y ella le deja hacer por unos segundos antes de apartarlo con una risa.
-O bien-le aparta del todo, queriendo echar la carcajada al verle la cara de fastidio-, podemos conocer nuestros pasados, lo cual implicaría también un algo de futuro, probablemente.
-¿Futuro?-dice entonces él algo confuso.
-Hablar de nosotros implica compromiso, Frankie, y lo sabes bien. Implica además un cambio en nuestra situación, porque tú sabes que Gerard es una parte de mí, pero no lo sabes todo, y ni tú ni yo sabemos tu posible reacción al enterarte.
    Antes de que pueda continuar, Frank deja escapar una risa.
-Es increíble cómo puedes hablar así. Y esta vez no tienen nada que ver la edad, la madurez o la experiencia. Es que jamás habría imaginado encontrarme una persona que diseccionara todo y lo explicara con esa precisión y algo de frialdad.
-Hay tiempos para ser serio y tiempos para bromear, aunque tú parezcas no conocer los límites-ríe ella.
-No quiero ponerme serio estando contigo-relampaguea una sonrisa en su rostro que la deja por unos segundos sin respiración.
-Nos estamos desviando del tema-sacude la cabeza ella.
-Mi pasado no es nada interesante. Prefiero este presente-dice él, que de alguna manera se las ha vuelto a arreglar para rodearla con los brazos, posar los labios en su cuello, y ella ríe con ganas.
-Me estás distrayendo para hacerme olvidar el tema, lo cual me hace especial gracia teniendo en cuenta que lo empezaste tú.
-Ay, Amy-se queja él, haciéndole cosquillas con el aliento en el hueco más profundo de su cuello.
-Eres como un niño, Fraaankie-pronuncia su nombre con tono de maestra de parvulario, y él se le echa encima, ofendido.
-Entonces tú serías una pederasta-chasquea la lengua.
    Nota cómo ella cesa su forcejeo, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo, y perdiendo la mirada por un momento en el vacío.
    Mierda, ¿qué ha dicho?
-No tienes por qué decirme nada si no quieres-le contesta ella, perdido el entusiasmo en su voz-. Pero claro, yo tampoco diré nada; ése es el trato.
    Frank piensa que esta vez la ha jodido, pero de verdad. ¿Pero por qué se ha puesto así de repente? ¿Qué ha hecho? En su hilo de pensamiento, va enhebrando las palabras, los acontecimientos, y entonces…
-Mierda-murmura, y Amy le mira, algo sorprendida pero aún con la expresión ausente-. Lo siento Amy. Quiero decir… lo siento.
    No se le ocurre cómo disculparse, pero entonces, como un rayito de luz, la ve sonreír levemente, con una sonrisa que vacila al principio.
-Joder Frankie, me gustaría quererte como te mereces.
-Joder Amy, me da igual porque yo no te puedo amar más-sonríe él.
-¿Cómo puedes amarme así? ¿Cómo, en tan poco tiempo?
-Bueno…yo diría que cualquier hombre que te conociera el tiempo suficiente no podría evitar enamorarse de ti.
    No consigue apartarse a tiempo cuando ella le golpea suavemente en el hombro.
-Mira que eres cursi-bufa.
    Él suelta una carcajada.
-Y tú demasiado…tú-se le pone la voz ronca, y cuando ella le mira le ve los ojos brillantes. Frankie… Frankie se merecía algo mejor que ella.
-Como método para distraerme sobre tu pasado, funciona bastante bien-sonríe ella, abrazándole de nuevo, y acercándose mucho a él.
-Te lo he dicho, mi…pasado no es tan interesante como esto-le besa dulcemente, en los párpados, en las mejillas, bajo la barbilla…
    Cuando la oye reír, siente un calor en el pecho como muy pocas veces había sentido. Aunque aún no le haya dicho nada realmente, sabe que ella ha sufrido, ha sufrido mucho, y parece más sensible que el resto de las personas; por lo tanto, oírla reír así, aparentemente tan feliz, le parece un logro enorme.
    ¿Por qué? ¿Por qué se siente así desde que la conoce? ¿Por qué la quiere como la quiere? Cualquiera diría que es algo pasajero que un día se desdibujará; pero a medida que pasan los días, no hace sino quererla más.
    Como si ya fuera una parte de él.
   
    Perdidos como estaban el uno en el otro, les sobresalta una exclamación ahogada; cuando miran, ven a un Mikey que les mira como quien ha visto un fantasma, y luego les lanza una mirada de lo que parece desprecio. La mira con desprecio, piensa Amy; la mira sobre todo a ella. Se ha quedado paralizado, y por un momento los tres se miran sin decir ni hacer nada; entonces, él parece reaccionar, y bufando se va corriendo de allí. Cuando se ha alejado lo suficiente, ellos se miran, intentando hallar la respuesta en el otro.
-¿Qué…ha sido eso?
-No…no lo sé-dice ella en voz baja, mirando al suelo.
-¿Amy…?-insiste él, adivinando que no ha dicho todo lo que sabe, o al menos intuye.
-Bueno… Gerard me dijo que Mikey andaba colado por mí-no podía mirarle a la cara, totalmente abochornada.
    Él puso una sonrisa torcida que ella vio por el rabillo del ojo y la enfureció.
-No pongas esa cara, lerdo.
-¿Qué nos das, eh?-ríe él.
    Amy bufa poniendo los ojos en blanco.
-Sois vosotros que os lanzáis a por lo que podéis.
-O a por lo que parece que jamás podremos tener-susurra él, y lo hace en su oído, y Amy no puede evitar estremecerse.
-Lo que sea… pero en fin, que no hay quien os entienda.
-Y sabiendo lo que pasó con su hermano, ¿cómo puede…?
    Intenta evitarle la mirada otra vez, pero él la vuelve a pillar y le hace mirarle. El interrogante en sus ojos es suficiente.
-No creo que él sepa mucho de eso.
-Ah, ¿no?-Frankie está bastante sorprendido.
    Ella guarda silencio, un silencio hermético.
-Mira, ¡te lo dije!-oyen voces a lo lejos.
-Mikey… vámonos de aquí… no la liemos…
-Sí, escucha a tu hermano Mikey, y vámonos antes de que se den cuenta, ¿vale?
    Pero ambos, tanto Amy como Frank, ya les miran atónitos, y las miradas de ambos grupos se encuentran, y parece que ya no hay vuelta atrás.
    Gerard maldice en voz baja.
-Hola chicos, ya nos íbamos, no pretendíamos molestar-aunque la intención de Ray es relajar el ambiente y zanjar el tema antes de que haya siquiera empezado, su intervención sólo hace que aumentar el aire extraño que se respira en aquel pequeño trozo de playa. Ray intenta empujar a los hermanos Way lejos de allí, pero Gerard parece plantado en el sitio, y Mikey forcejea un poco con él soltando exclamaciones de fastidio mientras murmura: “¡Pero míralos! ¡Míralos!”
    Amy quiere aferrarse al brazo de Frank, pero no le parece correcto en ese momento, y Frank… Frank prácticamente boquea como un pez fuera del agua, sin saber cómo reaccionar.
-Vámonos-parece entonces salir de su petrificación Gerard, y con un gesto de cabeza a sus dos acompañantes tiene intención de marcharse rápido, pero por primera vez su hermano no le hace el más mínimo caso.
-¿Vas a permitirlo?-Mikey no puede creerlo. De todas las cosas que es su hermano, hay algo que nunca ha cambiado, y que él siempre ha admirado; es un luchador. De los que se levantan incluso hechos papilla, sólo para conseguir lo que se proponen, lo que desean de verdad. Y allí está su hermano; sin apenas pestañear mientras otro le quita la que puede que sea, Mikey ahora lo comprende de verdad, la cosa más importante de su vida.
-No tengo nada que permitir, Mi-sisea entonces Gerard, tratando en lo posible de no mirar para…de no verla…no así…no en brazos de otro.
    Amy siente que no puede respirar. La cabeza le da vueltas, no puede pensar con claridad. Pero lo que le parece ver tiene que ser una pésima broma de su cabeza delirante. Necesita que lo sea.
-¡Pero ella te besó!-Mikey, con su visión aún algo inocente del mundo (en gran parte culpa de su hermano mayor), le parece fuera de lógica todo aquello.
    Frank cierra las manos en puño, sin ser consciente de que a unos metros, Gerard hace lo mismo. Cuando se lo dijo Amy, le dio importancia, claro, pero no le pareció tan grave, no mirándola a los ojos y pensando en que no quería, no podía perderla. Pero con él aquí… con esa mirada de medio arrogancia, de superioridad incluso en aquella situación… Debería estar mirando al suelo incluso avergonzado, y sin embargo, nota que le está mirando en ese momento, clavando fijamente sus ojos esmeralda en él, y se estremece involuntariamente. ¿Miedo…? No, ¿cómo va a tener él miedo de ese Azafrán? Ni siquiera por ella, porque ella estaba con él, vivía con él, y no al lado del Azafrán, por mucho que le hubiera besado. Importante como fuera su historia en el pasado –de lo que él no dudaba-, ahora…
-Anoche todo el mundo bebió demasiado-dice entonces Gerard, con la voz más fría que ninguno de los presentes le ha oído nunca. Frank piensa que la más fría que él ha oído jamás, helada, casi falta de humanidad-. Y por la mañana, entre resacas y la confusión por una noche movidita, todo el mundo puede hacer estupideces-cuando dice aquello, mira fijamente a Amy, cruzando esmeralda con hielo. Pero la que se siente congelar es ella-. No creemos problemas innecesarios, hermanito.
    Mikey finalmente agacha la cabeza, aunque aún murmura un par de cosas. Amy observa que Ray sacude la cabeza, aunque no sabe muy bien por qué.
-Lo siento-susurra Mikey, obviamente dirigido a Frank y Amy, aunque no despega los ojos del suelo.
-No pasa nada, M-dice ella, inconscientemente llamándole por el mismo nombre que hace muchos años, en lo que parecía incluso otro mundo.
    Si la atmósfera estaba enrarecida, ahora parecen recorrer chispas por todas partes, trasladando a los hermanos y a ella muy lejos…
-Nos vamos-aunque sigue con aquella voz extrañamente fría, Gerard parece casi molesto, y tira de sus dos compañeros. Quiere irse… irse antes de hacer una locura.
    Entonces es cuando Frank dice:
-Tenéis un grupo genial, espero que sigáis tocando.
    Gerard se vuelve tan bruscamente que pareciera que se ha hecho daño, y Mikey y Ray también se vuelven sorprendidos.
-Gracias, me alegro de que te gustara-es Ray quien toma la palabra, intentando no complicar más el momento.
    Por su parte, Gerard se limita a mirarle fijamente, con una mirada intensa, que termina por incomodar a Frank, y se revuelve un poco en su sitio esperando que él sea el primero en cortar el contacto visual, que por orgullo él no piensa hacer.
-¿Cuál es la canción que más te gustó?-habla entonces, con una sonrisa algo peligrosa en su rostro.
    Frank le sostiene la mirada, algo desafiante. Sonríe.
-La que presentasteis como Demolition Lovers.
    Se hace el silencio. Amy pierde todo el aire, sin saber si volverá a poder respirar.

jueves, 14 de julio de 2011

9. IF THERE’S A PLACE THAT I COULD BE


Cuando Gerard alcanza a su hermano, éste a su vez ha llegado donde Ray y Michael les esperan con los instrumentos.
-Mikey… Mikey escúchame.
    Su hermano hace como que no le oye, saludando a los otros dos y preguntando a dónde tiene que llevar las cosas.
-¿Qué ha pasado?-pregunta enseguida Ray.
-Mikey-insiste Gerard en un tono que es mitad súplica mitad autoridad de hermano mayor.
-Tenía que ser con ella, ¿no? Tienes a la que quieras, siempre, pero… con ella.
-No lo entiendes-casi sisea Gerard en respuesta.
-Chicos, tranquilizaos, respiremos y hablemos con calma-Ray intenta apaciguar los ánimos evidentemente encendidos de los dos hermanos.
    Ninguno contesta; Mikey está de espaldas, y parece que se coloca las gafas, además de moverse constantemente, como si tuviera un tic. Tira de las mangas largas de su camiseta con las manos, del punto que parece que las va a dar de sí. Gerard se queda quieto en el sitio, como sin saber qué decir. Al notar la lava candente de su rabia fluirle por las venas, teme decir cosas que realmente no quiere decir, pero sobre todo no quiere herir aún más a su hermano.
-Por favor, que alguno me cuente qué está pasando…-pide Ray con ese tono paternal que le sale involuntario.
-Ha…sucedido algo…que no debía pasar-dice, vacilante, Gerard.
-No debería haberte pillado, quieres decir-musita Mikey en voz baja, pero su tono venenoso se diluye en su falta de fuerza, de rabia.
-Te dije que te olvidaras de ella, Mikey. ¿No te lo dije?
-¿Ella?-dice entonces Ray-. Hablamos de… ¿Amy?
    Los dos hermanos se miran, ahora cara a cara, al parecer sin oírle. Mikey intenta encarar a su hermano, pero al final acaba alternando miradas al suelo con tímidas miradas a su de alguna manera siempre impotente hermano mayor.
-Claro, para dejarte total libertad.
-No, joder, Mikey, no-aquella frase restalló como un látigo, y cuando vio a Mikey retroceder maldijo para sus adentros. Calmándose un poco, añade:-. No lo entiendes. Es el primer beso que le doy a Amy. El primero que le doy… en años.
    En ese momento, todos se vuelven hacia él, mirándole alucinados, incluso Michael levanta la cabeza mostrando interés, aunque hasta entonces se ha mantenido en un segundo plano.
    Gerard se enfrenta a sus miradas, e incluso aunque al principio sus caras le dan ganas de reírse, la vergüenza por mostrarse de esa manera le quema por dentro.
-Un…momento…-dice entonces Ray-. ¿Qué?
    Aquello parece hacer reaccionar a Mikey.
-¿Cuándo…cómo? Aunque… sí, tiene sentido…
    Demasiado nervioso, Gerard se saca rápidamente un pitillo y lo enciende.
-Amy y yo fuimos…estuvimos…algo pasó entre Amy y yo hace tiempo.


    Locura. Locura era el único nombre que se podía dar a todo aquello. Gerard contemplaba el cuerpo de Amy, en ropa interior, durmiendo a su lado en la cama. Una mezcla de satisfacción y culpabilidad le hizo sonreír con lo que más parecía una mueca. Estaba orgulloso, muy orgulloso, de ella; y a la vez se dio cuenta de que podía llegar a hacer cualquier cosa si ella se lo pedía con aquella sonrisa, exactamente igual que aquel dibujo que creó para la niña de siete años. Maldijo para sus adentros. Desde el 1 de Enero, pensamientos contradictorios bullían en su mente, aderezados con arrebatos de sentimiento que no le dejaban reflexionar con claridad.
    Se levantó, poniendo cuidado de no despertarla, y salió al salón para encender un cigarro. Se sintió un poco mejor cuando exhaló el humo, exhalando con él todo pensamiento venenoso. Pero los posos que tanto el cigarro como sus reflexiones dejaban dentro de él seguían estando ahí.
    Siempre había sabido que algo no funcionaba bien dentro de él, y pronto se habían encargado de recordárselo prácticamente todas las personas que conocía, incluso las que más se suponía que debían amarle y cuidar de él. Nadie había entendido por qué la pequeña Amy pasaba tantas noches en aquella casa, o tanto tiempo rondando cerca de él. Sabía que todo el mundo pensaba lo mismo; que él acabaría envenenándola a ella, corrompiéndola como parecía estar todo su propio ser. Gerard suspiró al pensar que, después de todo, habían tenido razón. Allí estaba Amy, con catorce años, tras una fiesta en la que había ingerido más alcohol y humo del que cualquiera diría que podría admitir su cuerpo de adolescente, y luego… Luego él había profanado su cuerpo una vez más, igual que había corrompido su alma.
    Chasqueó la lengua con fastidio y dejó escapar una maldición entre dientes. No podía evitarlo. Intentaba disculparse ante sí mismo diciéndose que era ella la que le buscaba, pero… Si era sincero, muchas veces él había hecho que se metiera en su cama. A veces, no sabía muy bien quién hacía qué. Todo era demasiado confuso en las noches de juerga, excesos y evasión.
-¿Gee?-se sobresaltó; no la había oído llegar. Se dio la vuelta, y la vio apoyada en el marco de la puerta, todavía en ropa interior. Parecía cómoda, demasiado cómoda diría él, paseando su cuerpo perfecto por toda la casa-. ¿Qué haces aquí? Sabes que puedes fumar en la habitación.
-Y tú sabes que puedes ponerte una camisa-esbozó una sonrisa torcida mientras ella bufaba, poniendo los ojos en blanco.
-¿Para qué? No hay nadie aquí que no conozca al dedillo lo que enseño-la sonrisa de ella era juguetona, picante… Gerard maldijo para sus adentros-. Y tú estás en calzoncillos también-resopló, señalándole.
-Bah-se limitó a decir él, y se dio la vuelta, intentando reprimir todas las imágenes que se le pasaban por la cabeza.
-Es que es cierto, Gee-la oyó reír a sus espaldas-. Si no hay nadie más en la casa, no veo por qué no puedo pasearme como me dé la gana.
    Notó cómo se había acercado lentamente hasta situarse justo a su espalda. Sintió su aliento en el cuello, sus manos agarrándose a sus brazos, el roce de su sujetador cuando ella le abrazó por detrás.
-Puedo incluso hacer esto-notó que soltaba sus brazos, y que se movía detrás de él. Soltó un jadeo cuando notó la suave caricia de la tela del sujetador en su espalda cuando cayó al suelo, y casi se muerde la lengua cuando notó que sus pechos volvían a aplastarse contra su espalda, ya sin nada en medio.
-Amy…
-Gee-suspiró ella, y él volvió a notar las cosquillas en el cuello-. Gee, a veces pienso que te parece mal todo esto.
    A pesar de tanto tiempo, aún le sorprendía con aquellos arranques de directa sinceridad. Con un suspiro de resignación, se dio la vuelta. Parecía tan frágil, allí medio desnuda, ofreciéndose a él sin medida. Por completo.
-Amy, por favor-intentó no mirarla demasiado, o sabía que sería incapaz de pensar.
-No hay nada malo, Gee. No hay nada malo en nosotros-se acercó a él, y se colgó de su cuello con los brazos-. Y si lo hay, nosotros lo cambiaremos-susurró en su oído.
-Soy un desastre, Amy. Un desecho humano. Pero tú…aún te queda pureza, incluso después de todas las cosas que te he hecho.
-Mi pureza es tuya-Gerard sintió un escalofrío al oírla susurrar suavemente eso en su oído-. Yo puedo salvarte. Yo soy tu pureza, Gerard. La única que te queda.
    No sólo un escalofrío sino una oleada de pánico le recorrió la espalda, haciéndole casi temblar. Era muy probable que ella tuviera toda la razón.
-Joder, Amy. Joder-resopló.
-¿Qué me dices, Gee? ¿Puedo ser tu única esperanza?-Gerard no respondió, pero la abrazó muy fuerte, como queriendo fundir sus dos torsos desnudos-. Porque…-se paró, como tomando aire, con la respiración agitada-. Porque la única esperanza para mí eres tú.
    Él inspiró profundamente, intentando calmarse. Pero había algo que, en contra de su voluntad, no lograba esconder la verdad. A pesar de que parecía a punto de romperse en aquel momento, Amy rió suavemente.
-No debes avergonzarte, Gee. Nunca debes avergonzarte de amarme-le dio un tierno beso en los labios, y por primera vez en su vida Gerard consideró el verbo “derretirse” para definir su estado.
-Yo sólo sé una cosa-dijo entonces por fin. La vio mirarle con un interrogante en su sonrisa, algo divertida-. Ningún vicio que pueda tener conseguirá matarme como lo harás tú.
    Apenas había soltado ella un jadeo de sorpresa que era a la vez una risa, cuando él le comió la boca, casi literalmente, por el ímpetu y la manera salvaje en la que lo hizo, y ella como siempre respondió no sólo sin miedo de su energía sino con tantas o más ganas que él. Pero entonces, volvió a sorprenderle apartándole suavemente y haciendo que frenara algo su impulso y se relajara. Con besos más suaves, la notó sonreír entre sus labios, y acariciarle suavemente la espalda, hasta que… deslizó la mano de tal manera que Gerard apenas notó lo que hacía hasta que sintió sus calzoncillos caer al suelo. Se estremeció, consciente de que ya nada podría pararlo.
-Entonces te llevaré al paraíso-cuando, con una sonrisa torcida, la vio arrodillarse, y acercarse a él, a… Gerard cerró los ojos, dándole la bienvenida a la muerte.


    En casa de Amy, Frank y ella desayunaban, frente a frente en la mesa de la cocina, en silencio. Pero no la clase de silencio agradable del que ellos disfrutaban muchas veces, sino de un silencio incómodo, lleno de tensión, nerviosismo, incomodidad. Y preguntas. Muchas preguntas.
    Frank observa a Amy, de reojo como también le mira ella a él, pero él especialmente intrigado. Anoche… ¿qué pasó anoche? Aún no se ve capaz de creérselo. Siente una tensión en las ingles, y reprime las ganas de reír. Sí, a él también le gustaría repetirlo, le habla interiormente a su cuerpo. Volver a disfrutar de Amy, disfrutarla como anoche, y luego de cien mil maneras distintas, llenarla y llenarse de ella, enloquecer, porque así está, loco por ella, por todo lo que tiene que ver con ella.
    Incluso el Azafrán. Claro, el Azafrán también le enloquece, pero de distinta forma. Porque tiene que ver con ella, pero no sabe exactamente cómo.
-Frankie…-da un respingo al oírla, sorprendido-. Frankie, no me gusta ser una persona que pronuncia una frase como ésta, pero… tenemos que hablar.
    Abre mucho los ojos, realmente atónito. No entiende nada.
-Dime-consigue recuperarse y decirle con una algo tensa sonrisa.
-No quiero usarte, Frankie. Tenerte cuando me viene bien y luego tirarte como si fueras un trasto viejo.
-Creía que ayer ya habíamos…
-No, Frankie-la ve cerrar los ojos, como si le doliera demasiado-. No lo entiendes. No sé mucho, pero creo que en estas cosas, a nadie le gusta compartir, ¿no?
-¿En…estas cosas? ¿Compartir…?-Frank, medio en shock, no sabe muy bien qué decir.
-Ya sabes que hay una historia con Gerard-dice ella en un susurro, como sin atreverse a decirlo más fuerte-. Hay una historia que tuvo un confuso principio y no sé si realmente tuvo un final.
    Aunque Frank adora la sinceridad clara y pura de Amy, en esta ocasión le parece cambiar de opinión.
-Perdóname Amy, pero creo que no entiendo.
    Cuando se fija en sus ojos, los ve turquesas, y quiere resoplar con fastidio. No puede verla así, pero a la vez…
-De todas maneras, Frankie, si te lo digo ahora es porque quiero evitar hacerte más daño. Quiero evitar que empecemos algo que realmente pueda llegar a afectarte si… Si… No sé cómo seguir esa opcional-parece derrotada.
-¿Si de repente decides volver con el Azafrán?-dice Frank con tono suave, pero Amy traga saliva, porque aquella calma, como siempre, le parece esconder algo.
-Nos hemos besado-suelta ella en un hilo de voz.
    No puede decir que realmente le sorprenda, pero…
-¿Cuándo?
    La ve encogerse, culpable.
-Esta mañana. Cuando aún amanecía.
    Siente que la cabeza le da vueltas, y no puede pensar con claridad.
-Esta…mañana…cuando apenas…
-No sé ni cómo ha pasado, ha sido…
-Después de lo que pasó. Yo no te he exigido, he ido todo lo despacio que tú has querido, no te he presionado ni llevado a donde tú no quisieras. No pensaba que…lo de anoche…fuera a pasar tan pronto… Y ahora, esto.
-Lo siento, Frankie-las lágrimas ya anegan sus ojos.
-Simplemente estoy tratando de entenderlo-pinza con sus dedos el puente de la nariz, y se queda en esa postura, con el codo apoyado en la mesa, reflexionando.
-No puedo pedirte que lo entiendas. No… Grítame, joder, Frankie. Haz algo, pero no te quedes… así…
-Yo no sé cómo hará las cosas el Azafrán, y por lo que puedo entender es el único al que has conocido, pero yo no soy así, Amy. Yo…
-Es que siento que te lo guardas todo dentro y eso no está bien.
    Madre mía, por qué. Por qué le gusta tanto, algo como aquella estúpida franqueza que le deja desarmado.
-Intento… intento entenderte, Amy. Intento conocerte como llevo haciendo desde que llegué. Porque lo necesito.
    Ahora es Amy la que se queda alucinada.
-¿…por qué?
-Me da la impresión de que piensas que simplemente puedo odiarte por esto, o sentir que ya no merece la pena porque hay cosas difíciles que pueden interponerse entre los dos, Amy. Pero yo te quiero, y sé que el amor es algo más que eso.
-Tu alma es pura-susurra ella, acercándose y con una mano acaricia su cara-. Tengo miedo desde que llegaste, Frankie, ¿sabes? Porque desde que te conocí supe que mereces algo mejor que yo.
-A mí me parece que no hay nadie mejor que tú-sonríe él, cogiéndola de la cintura.
    Aquello puede con Amy, más que todo lo demás, y se derrumba encima de él en un llanto desconsolado. Parecido a aquel abrazo en la playa, después de impedir que se ahogara en el mar. Él no dejaría que ella se ahogara tampoco.
-Es que te quiero, Amy. No puedo evitarlo. No importa que quieras al Azafrán, que el Azafrán te quiera a ti, que vuestra historia acabe quitándole importancia hasta a mis sentimientos, yo te quiero igual. No hay vuelta atrás.
    Ella pareció aumentar sus sollozos.
-¿Cuánto de asqueroso suena decirte que yo también te quiero?
-Tan asqueroso que tal vez tenga que castigarte-susurra él en su oído, y cuando ella alza la vista, la mira con una sonrisa torcida en sus labios.
-Eres un pervertido incluso en una situación como ésta-se ríe ella entre lágrimas.
-Justo como te gusta, niña mala-busca sus labios con los propios, pero después de unos segundos ella le frena y se aparta.
-En serio Frankie, creo que no has entendido nada de esta conversación.
-Eres tú la que no entiende-replica él ansioso por alcanzar otra vez sus labios.
-No se trata de que haya besado a otro, Frankie-ella reprime una risa al luchar para apartarle-. Se trata de que no tienes mi alma al completo como tú me entregas la tuya.
-¿Y cómo sabes tú eso?-dice él con una sonrisa.
-Lo sé.
    Consciente de su franqueza, Frank se da cuenta de que, de alguna manera, ella logra conocerle mil veces mejor de lo que él conoce una décima parte de ella.
-Te odio…-suelta él en voz baja, como en un golpe de aire.
-Bien, porque deberías-frunce ella el ceño.
-Pero sabes que no es cierto-suspira él, y ella también, y sus frentes se apoyan la una en la otra. Todo es muy fácil, estar con Frankie es fácil, piensa Amy. Estar con Amy es fácil, piensa Frank.
-Cabrón-susurra ella.
-¡Ja! Zorra-ríe él bajito.
-Ya, me abro de piernas para cualquiera. Como por ejemplo tú.
-Si te abres de piernas ahora mismo olvidaré lo que acabas de decir-dice él con una sonrisa torcida, y la oye bufar de incredulidad.
-Recuerda que me odias. Y que debería repugnarte sólo estar cerca de mí.
-Y sin embargo, quiero entrar dentro de ti.
-¡Eres un cerdo redomado, Frank Iero!
-Te quiero, te quiero, te quiero aunque tenga que compartirte, no me importa si puedo quererte y tenerte como ahora mismo-su respiración empieza a agitarse, cambiando el tono a algo más serio.
-Tú aún no lo sabes, pero en realidad no lo crees así-suelta ella, franca sin poder evitarlo, pero añade:-. Sin embargo, y a pesar de todo, de alguna forma yo también te quiero. Y te deseo-susurra en su oído.
-Mientras no tenga que teñirme de rojo…


   Su pasión había sido desatada de mil maneras distintas aquel día. No habían salido de casa, ni prácticamente de la cama, y casi hasta se habían olvidado de comer…de una manera correcta. Gerard pensó en que había amanecido pensando en alejarla de él, en frenar aquella locura, y había llegado la noche con ella otra vez en su cama. Esta vez, completamente desnuda. Entregada sin reservas a él, al nosotros. Lo quería con todas sus fuerzas, y estaba tan convencida que él no podía resistirse. Y le parecía que ya ni siquiera quería realmente. ¿Cómo había dicho ella…? La única esperanza.
    Más le valía, porque estaba condenado al mismísimo infierno.