jueves, 14 de julio de 2011

9. IF THERE’S A PLACE THAT I COULD BE


Cuando Gerard alcanza a su hermano, éste a su vez ha llegado donde Ray y Michael les esperan con los instrumentos.
-Mikey… Mikey escúchame.
    Su hermano hace como que no le oye, saludando a los otros dos y preguntando a dónde tiene que llevar las cosas.
-¿Qué ha pasado?-pregunta enseguida Ray.
-Mikey-insiste Gerard en un tono que es mitad súplica mitad autoridad de hermano mayor.
-Tenía que ser con ella, ¿no? Tienes a la que quieras, siempre, pero… con ella.
-No lo entiendes-casi sisea Gerard en respuesta.
-Chicos, tranquilizaos, respiremos y hablemos con calma-Ray intenta apaciguar los ánimos evidentemente encendidos de los dos hermanos.
    Ninguno contesta; Mikey está de espaldas, y parece que se coloca las gafas, además de moverse constantemente, como si tuviera un tic. Tira de las mangas largas de su camiseta con las manos, del punto que parece que las va a dar de sí. Gerard se queda quieto en el sitio, como sin saber qué decir. Al notar la lava candente de su rabia fluirle por las venas, teme decir cosas que realmente no quiere decir, pero sobre todo no quiere herir aún más a su hermano.
-Por favor, que alguno me cuente qué está pasando…-pide Ray con ese tono paternal que le sale involuntario.
-Ha…sucedido algo…que no debía pasar-dice, vacilante, Gerard.
-No debería haberte pillado, quieres decir-musita Mikey en voz baja, pero su tono venenoso se diluye en su falta de fuerza, de rabia.
-Te dije que te olvidaras de ella, Mikey. ¿No te lo dije?
-¿Ella?-dice entonces Ray-. Hablamos de… ¿Amy?
    Los dos hermanos se miran, ahora cara a cara, al parecer sin oírle. Mikey intenta encarar a su hermano, pero al final acaba alternando miradas al suelo con tímidas miradas a su de alguna manera siempre impotente hermano mayor.
-Claro, para dejarte total libertad.
-No, joder, Mikey, no-aquella frase restalló como un látigo, y cuando vio a Mikey retroceder maldijo para sus adentros. Calmándose un poco, añade:-. No lo entiendes. Es el primer beso que le doy a Amy. El primero que le doy… en años.
    En ese momento, todos se vuelven hacia él, mirándole alucinados, incluso Michael levanta la cabeza mostrando interés, aunque hasta entonces se ha mantenido en un segundo plano.
    Gerard se enfrenta a sus miradas, e incluso aunque al principio sus caras le dan ganas de reírse, la vergüenza por mostrarse de esa manera le quema por dentro.
-Un…momento…-dice entonces Ray-. ¿Qué?
    Aquello parece hacer reaccionar a Mikey.
-¿Cuándo…cómo? Aunque… sí, tiene sentido…
    Demasiado nervioso, Gerard se saca rápidamente un pitillo y lo enciende.
-Amy y yo fuimos…estuvimos…algo pasó entre Amy y yo hace tiempo.


    Locura. Locura era el único nombre que se podía dar a todo aquello. Gerard contemplaba el cuerpo de Amy, en ropa interior, durmiendo a su lado en la cama. Una mezcla de satisfacción y culpabilidad le hizo sonreír con lo que más parecía una mueca. Estaba orgulloso, muy orgulloso, de ella; y a la vez se dio cuenta de que podía llegar a hacer cualquier cosa si ella se lo pedía con aquella sonrisa, exactamente igual que aquel dibujo que creó para la niña de siete años. Maldijo para sus adentros. Desde el 1 de Enero, pensamientos contradictorios bullían en su mente, aderezados con arrebatos de sentimiento que no le dejaban reflexionar con claridad.
    Se levantó, poniendo cuidado de no despertarla, y salió al salón para encender un cigarro. Se sintió un poco mejor cuando exhaló el humo, exhalando con él todo pensamiento venenoso. Pero los posos que tanto el cigarro como sus reflexiones dejaban dentro de él seguían estando ahí.
    Siempre había sabido que algo no funcionaba bien dentro de él, y pronto se habían encargado de recordárselo prácticamente todas las personas que conocía, incluso las que más se suponía que debían amarle y cuidar de él. Nadie había entendido por qué la pequeña Amy pasaba tantas noches en aquella casa, o tanto tiempo rondando cerca de él. Sabía que todo el mundo pensaba lo mismo; que él acabaría envenenándola a ella, corrompiéndola como parecía estar todo su propio ser. Gerard suspiró al pensar que, después de todo, habían tenido razón. Allí estaba Amy, con catorce años, tras una fiesta en la que había ingerido más alcohol y humo del que cualquiera diría que podría admitir su cuerpo de adolescente, y luego… Luego él había profanado su cuerpo una vez más, igual que había corrompido su alma.
    Chasqueó la lengua con fastidio y dejó escapar una maldición entre dientes. No podía evitarlo. Intentaba disculparse ante sí mismo diciéndose que era ella la que le buscaba, pero… Si era sincero, muchas veces él había hecho que se metiera en su cama. A veces, no sabía muy bien quién hacía qué. Todo era demasiado confuso en las noches de juerga, excesos y evasión.
-¿Gee?-se sobresaltó; no la había oído llegar. Se dio la vuelta, y la vio apoyada en el marco de la puerta, todavía en ropa interior. Parecía cómoda, demasiado cómoda diría él, paseando su cuerpo perfecto por toda la casa-. ¿Qué haces aquí? Sabes que puedes fumar en la habitación.
-Y tú sabes que puedes ponerte una camisa-esbozó una sonrisa torcida mientras ella bufaba, poniendo los ojos en blanco.
-¿Para qué? No hay nadie aquí que no conozca al dedillo lo que enseño-la sonrisa de ella era juguetona, picante… Gerard maldijo para sus adentros-. Y tú estás en calzoncillos también-resopló, señalándole.
-Bah-se limitó a decir él, y se dio la vuelta, intentando reprimir todas las imágenes que se le pasaban por la cabeza.
-Es que es cierto, Gee-la oyó reír a sus espaldas-. Si no hay nadie más en la casa, no veo por qué no puedo pasearme como me dé la gana.
    Notó cómo se había acercado lentamente hasta situarse justo a su espalda. Sintió su aliento en el cuello, sus manos agarrándose a sus brazos, el roce de su sujetador cuando ella le abrazó por detrás.
-Puedo incluso hacer esto-notó que soltaba sus brazos, y que se movía detrás de él. Soltó un jadeo cuando notó la suave caricia de la tela del sujetador en su espalda cuando cayó al suelo, y casi se muerde la lengua cuando notó que sus pechos volvían a aplastarse contra su espalda, ya sin nada en medio.
-Amy…
-Gee-suspiró ella, y él volvió a notar las cosquillas en el cuello-. Gee, a veces pienso que te parece mal todo esto.
    A pesar de tanto tiempo, aún le sorprendía con aquellos arranques de directa sinceridad. Con un suspiro de resignación, se dio la vuelta. Parecía tan frágil, allí medio desnuda, ofreciéndose a él sin medida. Por completo.
-Amy, por favor-intentó no mirarla demasiado, o sabía que sería incapaz de pensar.
-No hay nada malo, Gee. No hay nada malo en nosotros-se acercó a él, y se colgó de su cuello con los brazos-. Y si lo hay, nosotros lo cambiaremos-susurró en su oído.
-Soy un desastre, Amy. Un desecho humano. Pero tú…aún te queda pureza, incluso después de todas las cosas que te he hecho.
-Mi pureza es tuya-Gerard sintió un escalofrío al oírla susurrar suavemente eso en su oído-. Yo puedo salvarte. Yo soy tu pureza, Gerard. La única que te queda.
    No sólo un escalofrío sino una oleada de pánico le recorrió la espalda, haciéndole casi temblar. Era muy probable que ella tuviera toda la razón.
-Joder, Amy. Joder-resopló.
-¿Qué me dices, Gee? ¿Puedo ser tu única esperanza?-Gerard no respondió, pero la abrazó muy fuerte, como queriendo fundir sus dos torsos desnudos-. Porque…-se paró, como tomando aire, con la respiración agitada-. Porque la única esperanza para mí eres tú.
    Él inspiró profundamente, intentando calmarse. Pero había algo que, en contra de su voluntad, no lograba esconder la verdad. A pesar de que parecía a punto de romperse en aquel momento, Amy rió suavemente.
-No debes avergonzarte, Gee. Nunca debes avergonzarte de amarme-le dio un tierno beso en los labios, y por primera vez en su vida Gerard consideró el verbo “derretirse” para definir su estado.
-Yo sólo sé una cosa-dijo entonces por fin. La vio mirarle con un interrogante en su sonrisa, algo divertida-. Ningún vicio que pueda tener conseguirá matarme como lo harás tú.
    Apenas había soltado ella un jadeo de sorpresa que era a la vez una risa, cuando él le comió la boca, casi literalmente, por el ímpetu y la manera salvaje en la que lo hizo, y ella como siempre respondió no sólo sin miedo de su energía sino con tantas o más ganas que él. Pero entonces, volvió a sorprenderle apartándole suavemente y haciendo que frenara algo su impulso y se relajara. Con besos más suaves, la notó sonreír entre sus labios, y acariciarle suavemente la espalda, hasta que… deslizó la mano de tal manera que Gerard apenas notó lo que hacía hasta que sintió sus calzoncillos caer al suelo. Se estremeció, consciente de que ya nada podría pararlo.
-Entonces te llevaré al paraíso-cuando, con una sonrisa torcida, la vio arrodillarse, y acercarse a él, a… Gerard cerró los ojos, dándole la bienvenida a la muerte.


    En casa de Amy, Frank y ella desayunaban, frente a frente en la mesa de la cocina, en silencio. Pero no la clase de silencio agradable del que ellos disfrutaban muchas veces, sino de un silencio incómodo, lleno de tensión, nerviosismo, incomodidad. Y preguntas. Muchas preguntas.
    Frank observa a Amy, de reojo como también le mira ella a él, pero él especialmente intrigado. Anoche… ¿qué pasó anoche? Aún no se ve capaz de creérselo. Siente una tensión en las ingles, y reprime las ganas de reír. Sí, a él también le gustaría repetirlo, le habla interiormente a su cuerpo. Volver a disfrutar de Amy, disfrutarla como anoche, y luego de cien mil maneras distintas, llenarla y llenarse de ella, enloquecer, porque así está, loco por ella, por todo lo que tiene que ver con ella.
    Incluso el Azafrán. Claro, el Azafrán también le enloquece, pero de distinta forma. Porque tiene que ver con ella, pero no sabe exactamente cómo.
-Frankie…-da un respingo al oírla, sorprendido-. Frankie, no me gusta ser una persona que pronuncia una frase como ésta, pero… tenemos que hablar.
    Abre mucho los ojos, realmente atónito. No entiende nada.
-Dime-consigue recuperarse y decirle con una algo tensa sonrisa.
-No quiero usarte, Frankie. Tenerte cuando me viene bien y luego tirarte como si fueras un trasto viejo.
-Creía que ayer ya habíamos…
-No, Frankie-la ve cerrar los ojos, como si le doliera demasiado-. No lo entiendes. No sé mucho, pero creo que en estas cosas, a nadie le gusta compartir, ¿no?
-¿En…estas cosas? ¿Compartir…?-Frank, medio en shock, no sabe muy bien qué decir.
-Ya sabes que hay una historia con Gerard-dice ella en un susurro, como sin atreverse a decirlo más fuerte-. Hay una historia que tuvo un confuso principio y no sé si realmente tuvo un final.
    Aunque Frank adora la sinceridad clara y pura de Amy, en esta ocasión le parece cambiar de opinión.
-Perdóname Amy, pero creo que no entiendo.
    Cuando se fija en sus ojos, los ve turquesas, y quiere resoplar con fastidio. No puede verla así, pero a la vez…
-De todas maneras, Frankie, si te lo digo ahora es porque quiero evitar hacerte más daño. Quiero evitar que empecemos algo que realmente pueda llegar a afectarte si… Si… No sé cómo seguir esa opcional-parece derrotada.
-¿Si de repente decides volver con el Azafrán?-dice Frank con tono suave, pero Amy traga saliva, porque aquella calma, como siempre, le parece esconder algo.
-Nos hemos besado-suelta ella en un hilo de voz.
    No puede decir que realmente le sorprenda, pero…
-¿Cuándo?
    La ve encogerse, culpable.
-Esta mañana. Cuando aún amanecía.
    Siente que la cabeza le da vueltas, y no puede pensar con claridad.
-Esta…mañana…cuando apenas…
-No sé ni cómo ha pasado, ha sido…
-Después de lo que pasó. Yo no te he exigido, he ido todo lo despacio que tú has querido, no te he presionado ni llevado a donde tú no quisieras. No pensaba que…lo de anoche…fuera a pasar tan pronto… Y ahora, esto.
-Lo siento, Frankie-las lágrimas ya anegan sus ojos.
-Simplemente estoy tratando de entenderlo-pinza con sus dedos el puente de la nariz, y se queda en esa postura, con el codo apoyado en la mesa, reflexionando.
-No puedo pedirte que lo entiendas. No… Grítame, joder, Frankie. Haz algo, pero no te quedes… así…
-Yo no sé cómo hará las cosas el Azafrán, y por lo que puedo entender es el único al que has conocido, pero yo no soy así, Amy. Yo…
-Es que siento que te lo guardas todo dentro y eso no está bien.
    Madre mía, por qué. Por qué le gusta tanto, algo como aquella estúpida franqueza que le deja desarmado.
-Intento… intento entenderte, Amy. Intento conocerte como llevo haciendo desde que llegué. Porque lo necesito.
    Ahora es Amy la que se queda alucinada.
-¿…por qué?
-Me da la impresión de que piensas que simplemente puedo odiarte por esto, o sentir que ya no merece la pena porque hay cosas difíciles que pueden interponerse entre los dos, Amy. Pero yo te quiero, y sé que el amor es algo más que eso.
-Tu alma es pura-susurra ella, acercándose y con una mano acaricia su cara-. Tengo miedo desde que llegaste, Frankie, ¿sabes? Porque desde que te conocí supe que mereces algo mejor que yo.
-A mí me parece que no hay nadie mejor que tú-sonríe él, cogiéndola de la cintura.
    Aquello puede con Amy, más que todo lo demás, y se derrumba encima de él en un llanto desconsolado. Parecido a aquel abrazo en la playa, después de impedir que se ahogara en el mar. Él no dejaría que ella se ahogara tampoco.
-Es que te quiero, Amy. No puedo evitarlo. No importa que quieras al Azafrán, que el Azafrán te quiera a ti, que vuestra historia acabe quitándole importancia hasta a mis sentimientos, yo te quiero igual. No hay vuelta atrás.
    Ella pareció aumentar sus sollozos.
-¿Cuánto de asqueroso suena decirte que yo también te quiero?
-Tan asqueroso que tal vez tenga que castigarte-susurra él en su oído, y cuando ella alza la vista, la mira con una sonrisa torcida en sus labios.
-Eres un pervertido incluso en una situación como ésta-se ríe ella entre lágrimas.
-Justo como te gusta, niña mala-busca sus labios con los propios, pero después de unos segundos ella le frena y se aparta.
-En serio Frankie, creo que no has entendido nada de esta conversación.
-Eres tú la que no entiende-replica él ansioso por alcanzar otra vez sus labios.
-No se trata de que haya besado a otro, Frankie-ella reprime una risa al luchar para apartarle-. Se trata de que no tienes mi alma al completo como tú me entregas la tuya.
-¿Y cómo sabes tú eso?-dice él con una sonrisa.
-Lo sé.
    Consciente de su franqueza, Frank se da cuenta de que, de alguna manera, ella logra conocerle mil veces mejor de lo que él conoce una décima parte de ella.
-Te odio…-suelta él en voz baja, como en un golpe de aire.
-Bien, porque deberías-frunce ella el ceño.
-Pero sabes que no es cierto-suspira él, y ella también, y sus frentes se apoyan la una en la otra. Todo es muy fácil, estar con Frankie es fácil, piensa Amy. Estar con Amy es fácil, piensa Frank.
-Cabrón-susurra ella.
-¡Ja! Zorra-ríe él bajito.
-Ya, me abro de piernas para cualquiera. Como por ejemplo tú.
-Si te abres de piernas ahora mismo olvidaré lo que acabas de decir-dice él con una sonrisa torcida, y la oye bufar de incredulidad.
-Recuerda que me odias. Y que debería repugnarte sólo estar cerca de mí.
-Y sin embargo, quiero entrar dentro de ti.
-¡Eres un cerdo redomado, Frank Iero!
-Te quiero, te quiero, te quiero aunque tenga que compartirte, no me importa si puedo quererte y tenerte como ahora mismo-su respiración empieza a agitarse, cambiando el tono a algo más serio.
-Tú aún no lo sabes, pero en realidad no lo crees así-suelta ella, franca sin poder evitarlo, pero añade:-. Sin embargo, y a pesar de todo, de alguna forma yo también te quiero. Y te deseo-susurra en su oído.
-Mientras no tenga que teñirme de rojo…


   Su pasión había sido desatada de mil maneras distintas aquel día. No habían salido de casa, ni prácticamente de la cama, y casi hasta se habían olvidado de comer…de una manera correcta. Gerard pensó en que había amanecido pensando en alejarla de él, en frenar aquella locura, y había llegado la noche con ella otra vez en su cama. Esta vez, completamente desnuda. Entregada sin reservas a él, al nosotros. Lo quería con todas sus fuerzas, y estaba tan convencida que él no podía resistirse. Y le parecía que ya ni siquiera quería realmente. ¿Cómo había dicho ella…? La única esperanza.
    Más le valía, porque estaba condenado al mismísimo infierno.

3 comentarios:

  1. Oh dios mio *-*
    Lo primero de todo: ¿Corto? Una mierda, me ha costado leerlo xD (O es que ando muy despistada)
    Que de emociones, menuda bomba de relojeria
    Me da pena de Frank, porque la quiere pero no puede tenerla.
    De Amy porque no quiere herirlo, y lo pasa mal al acordarse de Gee.
    De Gee porque se acuerda del pasado y sabemos que entre tanto tinte rojo hay un corazoncito.
    Y Mikey ¡¡Ay pobre Mikey!! Se quedo de piedra, normal, a cualquiera le pasaria.

    No se que decir que no te haya dicho ya, o sobre el capitulo. Sabes que me encanta, y me tienes con la intriga del que pasará. Alguien va a salir mal parado y por el momento Frank tiene todas las papeletas. Pero TATATACHAAAN ¿Quien sabe? Solo tu esta claro jaja

    Espero el siguiente capitulo con ansia :)

    PD: La parte porno OMG

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  2. Es brutaaaaaaaaaal, Mariahhhh, me encanta :3
    Pobre Mikey, me dio mucha pena... :'(
    Realmente no se que decirte, porque es completamente genial, me tienes enganchadisima.
    Pobre Frankie, sospecho que acabara mal...
    Espero el siguiente cap. con ansia. Siento este pequeño comentario mierdoso pero estoy poco inspirada.

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  3. Una maravilla.

    En serio, muchas emociones, muchas cosas.

    Voy a seguir que no me aguanto.

    Un abrazo.

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