martes, 5 de julio de 2011

8. AND WE GO COLD


    Amy apenas paraba por casa. Tampoco es que nadie la echara mucho de menos, y disfrutaba del tiempo que tenía con Gerard como si con ello fuera la única manera que tenía de sobrevivir. Aunque, en cierta manera así era. Se decía a sí misma que si no fuera por cada minuto que pasaba con él, no aguantaría el escaso tiempo encerrada en aquella casa que se había convertido en una especie de cárcel.
    Su sonrisa se ensanchó hasta llegarle de oreja a oreja cuando pensó en él, en la última fiesta juntos, los besos indirectos en pitillos y botellas compartidos. Había algo dentro de ella que ardía, por primera vez en su vida el fuego la mataba y la revivía a la vez. Él era el oxígeno y la falta de aire. Vida y muerte. Pasión y calma.
    Su madre, cuando se disponía a salir, la interceptó en el recibidor.
-Amy-su expresión endurecida no indicaba nada bueno-. ¿A dónde vas?
-Por ahí-se encogió de hombros ella, e hizo ademán de salir, pero su madre no le dejaba, interponiéndose entre ella y la puerta. El camino a la libertad.
-¿Con ese chico?-el tono era el más áspero que le había oído nunca. Pero a Amy, ya nada de eso le importaba.
-Me voy con Gee, claro-respondió con tono desafiante.
-Ese chico es muy mayor, Amy. No es normal…
    Pareció que no sabía cómo seguir.
-¿El qué no es normal?-ahora era la voz de Amy la que sonaba en tono peligroso.
-Que dos chicos de edades tan dispares anden todo el día juntos. Él tendrá otros intereses, otras aficiones, que no te convienen a tu edad, o que tú no entenderás.
-De qué hablas, madre.
    Pareció que aquel “madre” le dolía más que cualquier otra cosa en su actitud.
-Hay una edad para cada cosa, y aunque siempre os hayáis llevado muy bien, y logréis tener conversaciones de una manera que se escapa a mi comprensión… Quiero decir, llegará un momento en el que se eche novia, y entonces, Amy…
    Amy esbozó una sonrisa torcida, casi maligna.
-Claro que se echará novia. Pero eso no es problema.
    Algo en su tono no le acababa de encajar a su madre, y la observó atentamente, en busca de alguna respuesta. Y lo que le pareció ver no le gustaba ni un pelo. Abrió los ojos como platos, resopló enfurecida.
-No puede ser…
-¿El qué?-la fulminó con sus puñales de hielo.
    Su madre la agarró por los brazos sacudiéndola, fuera de sí.
-Dime que no pasa nada entre ese chico y tú. Júramelo, Amy, por lo que más…
-¡No voy a jurar nada! ¡Estás loca!-intentó deshacerse de ella.
-No sólo es demasiado mayor, sino que tú eres menor de edad, y él no, dime que no estás haciendo nada de eso con él o…
-¿O qué? ¿Si estoy haciendo qué? ¡Vamos, dilo en voz alta, madre! ¡Di que temes que tu hija de catorce años se esté tirando a uno de veintiuno!
    No la vio venir. Así que aún tuvieron que pasar unos segundos después de que la bofetada estallara en su cara, seca, contundente, para que pudiera ser consciente de lo que había pasado.
-No…digas…eso…ni en broma…-su madre, con la respiración agitada, la miraba entre furiosa, confusa y arrepentida, con la mano en alto.
    Los ojos de Amy se volvieron turquesas, pero las lágrimas eran de pura rabia, decepción e indignación.
-Gee es el único. El único al que jamás tendría que explicarle nada. El único que es capaz de darme lo que quiero sin darse ni cuenta-balbuceó.
-Te usará como hacen todos. Y encima…
    Su expresión de disgusto, de prejuicio, le dolió a Amy más que la bofetada.
-Nunca has entendido nada, tampoco esperaba que entendieras esto-le respondió, y cada palabra sonó como si la estuviera escupiendo.
-Escúchame bien jovencita-se le acercó su madre con el dedo en alto, ese gesto tan odiado a través del tiempo por los hijos-, quiero que te alejes de él. He soportado demasiado tiempo esta tontería. No tenía sentido la primera vez que entró en esta casa, pero ahora…
-Ahora tiene más sentido que nunca, madre. Tendrás que vivir con eso.
    Con un hábil movimiento, se escabulló por la puerta, y una vez fuera echó a correr, sin importar los gritos que se escuchaban en la lejanía llamándole.


    Empieza a amanecer en la playa, y los primeros tímidos rayos de sol acarician a los últimos fiesteros, que ya empiezan a dispersarse o que yacen tumbados de cualquier manera en la arena. Gerard no tiene ganas de ver las vomitonas o peleas de última hora, y huye con sigilo a su acantilado favorito para fumar tranquilamente. Cuando ni Amy ni aquel bufón volvieron a dar señales de vida, Gerard se resignó a pensar lo que hacía que se le retorcieran las entrañas. De alguna manera, a pesar de todo lo ocurrido aquella noche, el bufón había ganado.
    Por eso a punto está de darle un infarto cuando, de entre un hueco, la ve salir y mirar alrededor, seguramente alertada por haber sentido movimiento. La ve abrir los ojos como platos e intentar escapar de aquella situación que sin duda va a ser deliciosamente incómoda. La llama deliciosa porque siempre le ha gustado ver el rubor en sus mejillas, haciendo contraste en su aparente fachada de mujer de hielo.
-No pensé que quedaría nadie por aquí-apenas la entiende, al decirlo medio gruñendo.
-Pues aquí estoy-dice soltando el humo con un gesto de superioridad muy propio de él.
-Pues me voy-aquella frase suena como un látigo.
-No hace falta.
-Es mejor.
-Cada uno en su sitio y listos, no hace falta que huyas despavorida cada vez que me ves.
    La ve enfurecerse, y sonríe para sí, dispuesto a empezar la verdadera fiesta.
-Yo no huyo-sisea.
-Pues no lo parece.
-No huyo de ti Gerard, sino del aire contaminado a tu alrededor.
-Solía gustarte-alza el pitillo.
-No me refería a eso.
    Eso sí que le sorprende, y lo hace enmudecer por un instante.
-No podemos estar siempre así, Amy.
-Yo puedo. He podido y podré.
    Jamás se rendía, jamás. Debería tratar de no olvidar eso.
-Mira que eres cabezota, joder.
-No tenías derecho-al escuchar su voz estrangulada, se vuelve hacia ella, que le mira con lágrimas que obviamente lucha por retener-. Esa canción…
-¿Y la tuya?-sisea él con voz oscura, dando un par de pasos hacia ella, encarándola.
    Ella no contesta, y en el silencio casi puede oírse el crujido de las chispas que saltan entre sus miradas retadoras. Azul contra verde. Hielo contra esmeralda.
-¿Cómo puedo odiarte tanto, Gee?
    Él vuelve a ver a la niña curiosa, no sólo en su pregunta casi inocente, sino en sus ojos, en su alma demasiado mayor para ser tan joven.
    Aún tarda un rato en contestar, leyendo en sus ojos de hielo, escaneando con su mirada esmeralda cada rincón de su alma. Suspira, y Amy se sorprende de verle sonreír antes de decir:
-Contén la respiración cuando el pájaro negro vuele.
    Con una exclamación de sorpresa, Amy abre los ojos hasta que casi se le salen de las órbitas, antes de contestar:
-Cuenta hasta diecisiete y cierra los ojos-susurra.
     Gerard se acerca despacio a ella, la coge por la barbilla con una mano, y con la otra limpia alguna lágrima rebelde que ya empieza a cambiar el color de sus ojos.
-Te mantendré a salvo por dentro.
    Los labios se encuentran como si nada, sin haber perdido la costumbre, como si no hubieran pasado años desde la última vez. Pero apenas empiezan a disfrutar de ello cuando oyen un jadeo sorprendido, y se separan bruscamente a tiempo de ver a un Mikey indignado, herido y traicionado, que les fulmina con la mirada, o más bien a Gerard, antes de salir corriendo.
-¡Oh, joder!-sisea Gerard en voz baja-. ¡No, Mikey! ¡Espera! No…
    Sale corriendo detrás de él, dejando a Amy sola encima de aquel acantilado, paralizada en el sitio, confusa y con el corazón al galope.
 

    Cuando Gerard llegó al rincón de la playa donde habían quedado, con paso firme y casi desafiante como siempre, dejó caer el cigarro que llevaba en la mano al verla, hecha un ovillo en el suelo, sin duda llorando. Echó a correr y se agachó junto a ella, moviéndola para hacer que le mirara.
-¿Amy? ¿Qué pasa? ¡Amy!-la última palabra, casi una orden, consiguió hacerla reaccionar, y pudo ver que no lloraba. Ni una sola lágrima salía de sus ojos. Pero la expresión de su cara era aún peor.
-No creen en nosotros… pero yo creo que somos el enemigo.
    Gerard no entendía nada.
-¿Qué dices?
    Ella se lanzó sobre sus labios, con un beso desesperado, hambriento, salvaje.
-Y que se hundan, somos el enemigo-susurró ella en un jadeo cuando se separaron para tomar aire, sólo para volver a besarle con más energía.
    No se sentía capaz de frenarla, porque aquellos besos despertaban demasiadas cosas en su interior. Pero al final, para bien o para mal, se impuso la razón, y la separó, intentando no herir sus sentimientos.
-No entiendo nada, Amy. Dime qué pasa.
    Pero ella no parecía escucharle en realidad.
-Esta noche hay muchas estrellas-aquella sonrisa era más una mueca, una sombra horrible de la luz que siempre conseguía animarle en sus peores días.
    Atónito, intentó relajar la evidente tensión con una broma.
-Pero tú ya tienes la que querías.
    La risa que dejó escapar tampoco sonó real.
-Cierto…yo ya tengo la que quería-y con un suspiro se posó sobre su cuello. Cuando Gerard iba a decir algo, ella empezó a darle suaves besos en la curva más profunda de su cuello, dejándole sin respiración por un momento.
-Amy…no…-intentó frenarla, aunque tampoco hizo demasiado esfuerzo.
-Corre, conejito, corre-rió ella en su cuello-. ¿Recuerdas? Me lo decías muchas veces, cuando era más pequeña, y me hacías rabiar cogiendo alguna de mis cosas, y yo empezaba a perseguirte y me desesperaba porque no podía alcanzarte.
-Lo recuerdo-esbozó una sonrisa torcida él, aunque sin saber, como siempre, a dónde llevaba todo aquello.
-No soy un conejito muy listo-Gerard ni siquiera podía contestar, porque ella había empezado a acariciarle además de aquellos besos y juguetones mordiscos en su cuello-. He corrido en la dirección contraria. En vez de huyendo del lobo, directo a él.
    Con un movimiento, se colocó sobre él, tumbada cuan larga era sobre todo su cuerpo, inmovilizándole con sólo un golpe de su aliento.
-Amy…para…-consiguió decir en voz baja, sin embargo.
    Ella le ignoró casi cruelmente, dejando escapar una risa suave cuando notó el efecto que le causaba en su regazo.
-Puede que nadie lo entienda, ¿pero han entendido algo alguna vez? Ni una sola maldita cosa.
    Gerard maldecía por dentro, luchando contra el ardor y las sensaciones desatadas que no se veía capaz de controlar. Rezando a una divinidad inexistente porque algo lograra frenar a aquella tentación con nombre propio.
    Algo frío rozó la mejilla de Amy, que sorprendida dejó su juego para volverse y mirar hacia arriba. Lo que vio la dejó tan sorprendida que Gerard, a quien empezaba a pasársele su efecto, se incorporó, sentándose al lado de ella, y sonrió al ver lo que la había dejado así.
    Eran las doce de la noche del 1 de Enero, y la nieve caía sobre California, por primera vez allí en mucho tiempo. Amy estiró los brazos, intentando coger con la mano aquellos copos perfectos, blancos y puros, con la sonrisa extasiada de una niña.
-Feliz Año Nuevo-susurró Gerard en su oído, lo que la hizo reaccionar y volver la vista hacia él.
-Feliz Año Nuevo-balbuceó, con lágrimas en los ojos, antes de posar sus labios sobre los de él, volviendo a tumbarlos sobre la arena del impulso.
    Gerard volvió a alarmarse cuando ella empezó de nuevo a acariciarle, como sin importarle que la nieve cayera sobre ellos, enfriándolos. Aunque el copo más gordo se derretiría al instante al caer sobre sus pieles en aquel momento.
    Ella se incorporó un poco dejándole intentando controlar el ritmo de su respiración, pero empeoró al verla quitarse el grueso jersey de lana que llevaba.
-Amy, ¿qué…?
-Sssshhh-selló sus labios con un beso-. No digas nada.
-Alguien…tiene que poner…algo de sensatez aquí-intentó quitársela de encima entre jadeos, y agarrándola de las muñecas la quitó de encima e intentó hacerla entrar en razón volviéndose sobre ella-. Esto no puede ser, Amy.
    Una risa algo desquiciada salió de su boca bañada por las lágrimas.
-Just tonight, I won’t leave-empezó a cantar ella, y él no pudo decir nada por la sorpresa-. I’ll lie and you’ll believe…
    Una puta sirena. Se dijo que eso es lo que era ella, porque ¿en qué momento había perdido la razón, viéndose medio desnudo, observando su blanca piel a la luz de la luna, y susurrando su nombre entre suspiros?
    Siendo el mayor, siendo…tan mayor como era, y ella le estaba desnudando, y sintió un escalofrío al notarse bañado por los copos de nieve que seguían cayendo implacables sobre ellos. La vio estremecerse también, pero no supo si era por la nieve o por el abrazo ansioso en el que la atrapó. Sentados el uno enfrente del otro, ella a horcajadas sobre él, ella sonrió dulcemente, como mágicamente hechizada, por el momento, por la nieve, por quién sabe qué. Y en un abrir y cerrar de ojos, ya no había nada entre ellos, sus pieles se tocaban centímetro a centímetro, como queriendo fundirse mientras a su alrededor todo era frío.
    Quiso maldecir cuando ella rió suavemente al notarle estremecerse al notar su completo contacto.
-Just tonight, I will see… it’s all because of me-con un jadeo, él la hizo colocarse debajo, acariciando aún más su piel perfecta, lisa, pura y…suya. La vio sonreír cuando mordió con suavidad uno de sus pechos, o metió la mano en el rincón prohibido para asegurarse de que estaba lista. Sólo notó un poco de nervios, clavándosele sus uñas en la piel de sus hombros, pero ninguna clase de miedo, cuando él decidió que era el momento. Amy se dejó llevar, poseída por toda la ternura que él irradiaba sin darse cuenta, y cuando estuvo dentro de ella, le notó contenerse, ir con cuidado para no asustarla. Arqueó la espalda en un gesto inconsciente, acogiéndole más adentro. Le oyó jadear sorprendido, y se preguntó por qué sería, pero al notar que se atrevía a ir con más fuerza, y sentirlo por completo dentro de ella, sonrió. Encajaban perfectamente, no importaba que fuera la primera vez, sus cuerpos sabían lo que ellos no se atrevían a reconocerse ni a sí mismos, y lo que el resto del mundo consideraría inapropiado, enfermo, corrupto. Acompañó cada uno de sus movimientos rítmicos con un gemido, le notó acelerar la marcha, los nervios de su piel recogían demasiadas sensaciones como para clasificarlas, algo estallaba dentro de ella, algo parecía a punto de incluso morir… Pero quería más, quería… los copos se fundían en su piel, volviéndose gotas heladas que se confundían con el sudor, notaba cómo resbalaban sobre sus cuerpos… Nieve… Nieve… Nieve…
    Nieve.

3 comentarios:

  1. Asdñaslkfhsjkgfaljkshdasf PEDAZO CAPÍTULO. Creo que ya me he hecho fan de Gerard, no sé qué va a pasar más adelante pero la relación que tuvieron antes fue tan genial <3 (o al menos hasta aquí) Frank tambien me gusta pero lo que tuvieron Gerard y Amy fue tan intenso que sé que no lo olvidarán nunca. Aunque también está claro que algo malo va a pasar >.<
    Todavía me queda mucho por leer así que lo mismo cambio de opinión xD
    Pero me está encantando!!! :D

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  2. Siento romper la magia del momento, pero... SEEEEEEEEEEEEXOOOOOOOOOOOO.
    Ya está, ya me he expresado.
    Capítulo genial. Lo de Azy es demasiado bonito para no triunfar. Me da penica Frank, porque se va a quedar sin chica y él es adorable, pero éche o que hai.
    Sigo leyendo y comentando y esas cosas.

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  3. Me has dejado sin palabras. Estoy flipando.

    Todo es tan ASDFGHJKLJHGFDSASDFGHJKLJHGFDSASDFGHJK

    Creo que en todos los comentarios que te he hecho hoy se nota que me está encantando de manera sobrenatural.

    Y me muero de ganas por seguir leyendo, por lo que no haré un comentario largo.
    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ES LA PUTA HOSTIAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


    Un abrazo.

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