lunes, 20 de junio de 2011

2. I'LL KEEP YOU SAFE TONIGHT


    Cuando su madre le dijo que vendría aquí para el verano, Frank imaginó que se le iba a hacer eterno. Que probablemente se pasaría los días encerrado en su habitación, con la guitarra como única compañía. Su madre le había dicho que la Sra. Black tenía una hija, pero pensó que sería la típica californiana insulsa y pija, y aún más cuando vio la inmensidad y lujo de aquella mansión. Así que no tenía muchas esperanzas para aquel verano, no.
    Pero entonces había aparecido Amy, y su al principio insulso verano se presentaba lleno de misterios y preguntas sin responder. Quería saber todo de Amy, averiguar el por qué de su estilo tan poco común y ese carácter que parecía una bomba a punto de estallar. Llenarse de sus poco frecuentes sonrisas y provocarla hasta hacerla reventar de puro cabreo.
    Y tal vez, algún día, preguntarle sobre el Azafrán y sus compañeros.
    Se ríe para sus adentros. Azafrán. En su mente ha empezado a llamarlo así, porque le había hecho mucha gracia la definición de Amy. La verdad es que el pelo le caía en mechones extrañamente partidos, distanciados unos de otros, que los hacían parecerse a los hilos de azafrán, debido al rojo intenso que los cubría. Eso, más la mirada de aquellos ojos verdes, le habían recordado a la Medusa de la Antigua Grecia. No es que la hubiera convertido en piedra, pero ciertamente había tenido un efecto extraño en Amy con sólo posar sus ojos en ella. Y él mismo se había sentido raro cuando sus miradas se habían cruzado…
    Ciertamente, aquel tipo no era cualquier persona. A primera vista no parecía tan especial, más bien normalillo, si no fuera por aquella mirada. Y los otros dos… los otros dos eran un misterio. Tampoco parecían los típicos matones de barrio, aunque toda aquella escena en la playa hiciera que lo parecieran.
    Preguntas y más preguntas, y aún no tenía ni una sola respuesta.

    En la entrada de la casa, Amy espera con impaciencia. Sin planearlo, sin más, se ha convertido en un hábito que Frank y ella vayan a pasear por la playa, donde siempre acaban peleando por alguna tontada que se le ocurra a él. Parece decidido a hacerla sufrir lo máximo posible… Sólo que ese sufrimiento, en realidad, es divertido.
    Muy diferente al que hasta entonces había conocido.
-¿Amy?-le oye llamarla. Aparece en la puerta, donde ella espera, y pone esa sonrisa burlona de siempre.
-Eres más lento…-le salta ella con su inalterable brusquedad.
    Entonces repara en la bolsa que lleva él.
-¿Qué llevas ahí?
-Una toalla, crema para el sol, y chorradas así-le responde él con una gran sonrisa, como un niño pequeño, totalmente ilusionado.
    Ella alza una ceja.
-¿En serio?
-Llevo días yendo a la playa y aún no he probado el mar. ¿Te parece tan raro?
    Se limita a encogerse de hombros, y echa a andar. Frank la sigue con una media sonrisa. Es maravillosamente extraña.

    Hoy es un buen día. No hay mucha gente en la playa, y las olas están especialmente armoniosas. Al observarlas, de repente Frank echa de menos su guitarra, siente el extraño impulso de las ganas de tenerla entre sus manos e improvisar una melodía. Amy observa el mar como él, pero con la mirada perdida aún más allá, y su ceño fruncido. La suave brisa marina le agita algunos mechones dorados. Está sentada abrazándose las rodillas, y parece apretarse más, como en mitad de un escalofrío.
-¿Cuántos años tienes?-pregunta ella de repente.
-¿Qué?-ríe sin poder evitarlo.
-Le pregunté a mi madre a qué instituto ibas, y ella me dijo que no ibas al instituto, pero no me dijo nada más porque estaba demasiado ocupada-le dice sin mirarle.
    Frank tiene la impresión de que ella está allí hablándole pero, a la vez, está muy lejos. Tuerce la sonrisa, preguntándose a dónde llevará todo aquello.
-¿Tú vas al instituto?
    Ella se vuelve bruscamente hacia él y le fulmina con la mirada.
-¿Te resulta gracioso?
    Le resulta divertido y a la vez le entristece un poco verla levantar tan bruscamente las defensas. Armada hasta los dientes, sin bajar la guardia ni un segundo.
    Entonces se da cuenta de una cosa.
-¿Cuántos años tienes?
    Amy murmura algo que no logra entender. Él hace un gesto indicándole que no la ha entendido.
-Diecisiete-suelta ella como si escupiera.
    La mira alucinado. No lo habría dicho… parece mayor.
-¿Cuántos tienes tú?-más que una pregunta, parece un cuchillo.
-Diecinueve. Cumpliré veinte en octubre.
    Amy no puede con esa expresión que se suaviza, borrando la sonrisa burlona para ofrecerle una sincera, como signo de confianza. Entonces su mente digiere la respuesta, y sus ojos se abren por la sorpresa.
-¿En serio?
    Ahora es Frank el sorprendido.
-Sí, ¿por qué?
-No lo parece.
-¿Qué parece entonces?-pregunta Frank con una sonrisa, divertido.
    Ella no contesta, y se tumba en la arena con los brazos cruzados bajo la cabeza. Frank sacude la cabeza entre risas, y empieza a desvestirse, y antes de que Amy pueda reaccionar llega a la orilla del mar, probando con cuidado el agua, y por último se mete del todo. Cuando le ve sacar la cabeza del agua, sonriendo y sacudiendo el pelo, Amy vuelve a pensar en un cachorro. Cuando la ve mirándole, le grita:
-¡No sabes lo que te estás perdiendo!
    Amy resopla. Siempre flipa con este chico. Se encoge de hombros exageradamente, lo suficiente para que él la vea desde el agua.
    Aún así, le observa con atención. Realmente parece disfrutar jugando en el agua. Pero, se da cuenta, no se adentra más que los niños que juegan con manguitos y palas en la orilla. Cuando le ve flotar, en la postura de hacerse el muerto, se pregunta…
    Sonríe con ganas al verle flotar, dejarse ir por la corriente, despreocupado, sin levantar la cabeza ni una sola vez. Se pregunta en qué estará pensando. Y entonces ve que ya no tiene niños alrededor, y que está más lejos que antes. Ahora le rodean nadadores que dan brazadas firmes y expertas.
    Arrastrado por las olas, se ha adentrado hasta lo profundo.
    Cuando le ve moverse para ponerse de pie, Amy siente un escalofrío. Y cuando ve su cara de confusión y cierto pánico, no lo duda un segundo.
   Mierda, piensa Frank. Mierda, mierda, mierda. Golpea el agua con los brazos, intentando varios movimientos para mantenerse a flote, sin saber qué hacer. No le sale la voz, así que no puede pedir ayuda, y nadie parece darse cuenta de lo que le pasa. Mueve la cabeza intentando localizar a Amy, intentar que ella…
    Salido de no sé dónde, un brazo le sujeta, sosteniéndole para que no se ahogue por sus propias brazadas desesperadas, y le arrastra de vuelta a la orilla. Girando la cabeza como puede, ve el rostro decidido de Amy, que da firmes brazadas con su característico ceño fruncido.
    Cuando llegan a donde ya hacen pie, sin embargo, le suelta y asombrosamente rápido sale a la arena sin mirar atrás. Él, que aún se queda un rato parado en pleno shock, e intenta ignorar las miradas curiosas del resto, la ve coger su toalla y secarse. Ve las ropas de ella, tiradas de cualquier manera al lado de las suyas, sin duda quitadas a toda prisa para correr a salvarle. Frank se queda mirando fascinado su cuerpo, tan sólo cubierto por su ropa interior, que al ser negra resalta aún más su palidez. Las botas pesadas que lleva normalmente parecen dificultarle un poco los movimientos, que parecen más torpes que el andar felino y sinuoso que ha visto desde que salió del agua. Se fija en el detalle de que el maquillaje de ojos sigue intacto, por lo que se imagina que será uno de esos a prueba de agua. El pelo chorreante le cae en sinuosas ondas, y la ve frotarlo con energía con la toalla. Está sencillamente preciosa.
    Cuando llega hasta ella, mirando al suelo, dice:
-G… gracias-algo avergonzado, le sale como un suspiro.
    Amy se abalanza sobre él y le derriba, inmovilizándole además de brazos y piernas. Con gesto fiero, le dice, a escasos centímetros de su rostro:
-No vuelvas a hacer nada parecido, ¿me oyes?
    Su voz suena oscura, peligrosa. Acordes graves y largos, profundos. De repente, no se oye nada más que sus respiraciones agitadas, y la luz del sol parece desaparecer.
-Lo…siento, Amy-muy a su pesar, Frank siente incluso más pánico que estando mar adentro. Y a la vez, no puede dejar de ser consciente de su piel contra la suya, en los brazos, en las piernas, su pelo cayéndole sobre el torso desnudo…
    Entonces, una gota se estrella sobre él. Frank alza la vista alucinado, y efectivamente, la ve llorando. Lágrimas y lágrimas que caen en silencio, aunque no las ve en su rostro oculto por el largo cabello revuelto.
-¿Amy…?-apenas ha salido de un shock para meterse en otro.
    Ella afloja la presión sobre sus extremidades, liberándole, pero aún quieta en la misma posición. Cuando consigue reaccionar, Frank se incorpora como puede, con intención de abrazarla. Amy se revuelve, pero él consigue atraparla, y con una mano en su cabeza la dirige hacia su hombro, agarrándola bien fuerte.
-Lo siento. Lo siento-repite como si fuera un mantra.
    Y allí se quedan, abrazados en silencio, mientras a su alrededor los grupos de bañistas empiezan a dispersarse, y el cielo se oscurece.

    Ya de vuelta a casa, siendo completamente de noche, caminan en silencio a la luz de las farolas. En realidad, Amy no ha dicho nada desde el momento en la playa, a pesar de los esfuerzos de Frank por empezar una conversación y quitarle importancia a todo el asunto. Así que ha optado por callarse también, y seguir el compás de su paso, algo acelerado. No la entiende… Y no entiende cómo no entenderla le gusta tanto.
    O el tatuaje de fuego que ha dejado su contacto.
-Uy uy uy, demasiado cabizbaja te veo, Black. ¿Ha pasado algo malo?
    El peculiar timbre del Azafrán sorprende a Frank, que alza la vista para observar la situación. Allí están, apoyados en una de las farolas, él y sus dos escoltas.
-Que te folle un pez, Gerard.
    Frank contiene la risa para que no estalle en carcajada, pero es perfectamente audible. Siente al Azafrán fulminarle con la mirada, y luego fulminarla a ella.
    Gerard siente cómo la sangre le arde en las venas. Aquella chica… siempre logra sacarle de sus casillas. Pero su hermano se ha medio obsesionado con ella, y es tan tímido que lo único que se le ocurre es intentar hablar él primero con ella, y luego… Pero obviamente ella no está por la labor. Después de todos estos años, aún… Además, está aquel bufón que últimamente va con ella a todas partes. Gerard se pregunta de dónde habrá salido, porque ni siquiera parece de por aquí.
-Toda esa agresividad no puede hacer ningún bien…
-Si me sirve para patearte el culo está muy bien empleada-Amy sigue andando, como hablándole pero dando a entender que pasa bastante. Sin embargo, a Frank le parece todo lo contrario.
-No seas así-Gerard se sitúa delante de ella, bloqueándole el paso, por lo que Amy frena. Todos se frenan. La escena, en la solitaria noche a la luz de las farolas, empieza a parecerse a un enfrentamiento entre bandas. Frank se da cuenta de que si fuera así, ellos están en clara desventaja…
-¿Qué tal si te quitas del puto medio?-Frank sonríe. A pesar de lo que sea que le ocurre a Amy con aquel chico, y de lo que pasó en la playa, Amy está tan deliciosamente guerrera como siempre.
-¿Qué tal si…no?
    Cuando puede ver claramente las chispas, Frank frunce ligeramente el ceño. Podrían ser mil cosas, pero ninguna le gustaría. Espera verla poner los brazos en jarras, pero parece no ser capaz de mirarle directamente a la cara.
    Amy se gira e intenta irse, pero Gerard no para de bloquearla impidiéndole ir más allá. Llega un momento en que Frank se acerca a ellos, y se interpone entre los dos.
-¿Qué tal si tú y tus amigotes os largáis y nos dejáis volver a casa tranquilamente?
-¿Estás hablando conmigo?-le mira el Azafrán con cierto desdén.
-¿Tienes ojos en la cara?-le replica Frank.
    Él bufa de pura indignación.
-Black, por favor, dile a tu bufón que nos deje hablar tranquilos…
    Frank parece casi dispuesto a saltarle a la yugular, pero Amy le agarra como por casualidad por el brazo, y sin una palabra echa a andar otra vez. Gerard intenta otra vez el bloqueo, e incluso alarga el brazo como para agarrarla, y en un rápido movimiento ella le retuerce la muñeca.
-No me toques-sisea Amy en voz baja. Él no dice nada, sólo algún leve quejido, y Frank ve a sus amigos paralizados en el sitio con la boca abierta.
    Amy le suelta finalmente, y agarra del brazo a Frank, echando a andar rápidamente lejos de allí. Los otros tres les miran alucinados, y no le extraña…
    Aquella agresividad, incluso siendo Amy, no es normal. Frank se pregunta qué cojones habrá pasado entre ella y el Azafrán una vez más.

    Gerard se distrae haciendo anillos de humo, mirando fijamente el cigarro que sostiene en la mano, como si guardara un secreto. Ray está aún comentando lo ocurrido y descojonándose de, como dice, la cara de acojonado que puso cuando ella le retorció la muñeca. A él no le hace ninguna gracia. Por su parte, Mikey parece aún más (si es que es posible) alelado con respecto a ella, alabándola hasta casi el absurdo.
-Bien Mikey, frente a tu propio hermano…
-No es eso, Gee, pero… Es tan genial.
    Es imposible hablar con su hermano cuando está así.
-Te ha dado fuerte con esta chica, ¿eh, Mikey?-sonríe Ray.
-Lo curioso es que no me había dado cuenta hasta ahora-dice entonces Mikey-. Después de tantos años, Gee, ¿no crees?
-¿Hace tanto que la conocéis?-pregunta Ray.
    Gerard, exhalando la última calada, tira la colilla al suelo. Pensando en lo que responderá, se ve invadido por los recuerdos. Primero los buenos…luego otros peores. ¿Conocerla? Creía que la conocía, lo creía de verdad.
-La verdad es que yo tengo muy pocos recuerdos…-contesta Mikey-. Y los que hay, están algo borrosos. Te podría decir mejor Gerard.
    Cuando las miradas de los dos se clavan en él, él se encoge de hombros.
-El tiempo pasa, las personas cambian, todo cambia. Da igual cuánto hace que la hayamos conocido; a veces la persona que más cerca tienes te sorprende en cuestión de un segundo.
-Pero yo tengo la impresión de que ella ha sido siempre así de especial, lo que pasa es que yo he estado muy ciego-dice Mikey embobado.
    La verdad es que hasta el momento no le había preocupado demasiado, pero Gerard se dice que en cualquier momento habrá de cortar de raíz aquella obsesión de su hermano. Lo había dejado correr porque creía que sería cuestión de un par de días, pero, por el contrario, no paraba de crecer.
    No, por nada del mundo su hermano podía seguir obsesionado con Amy Black.

1 comentario:

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    En serio, ¡¡¡ERES UNA JEFAZA!!!

    "O el tatuaje de fuego que ha dejado su contacto." Me ha matado esa frase, la hostia.

    Pobre Frank que casi se me ahoga. En un principio pensaba que sería Azafrán (me meno con eso) el que le sacaría. Aunque que fuera Amy era lo más lógico.
    Tengo intriga por saber el motivo de las lágrimas de Amy, MUCHA.

    Durante el enfrentamiento no he podido evitar imaginarme una escena de "West Side Story". Aunque no tenga nada que ver, me ha venido a la cabeza.

    Y por supuesto estoy loca por saber qué pasa con Gerard y Amy.

    De nuevo, muy fácil de leer. No que sea simplón, porque para nada lo es, pero está muy bien redactado y se lee de maravilla.

    Voy a por el siguiente.

    Un abrazo.

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