jueves, 30 de junio de 2011

6. AS SNOW FALLS ON DESERT SKY


    Amy no se lo puede creer. No puede creer que esté en una fiesta como aquella, y sobre todo, que incluso se lo esté pasando bien. Por supuesto, todo aquello tiene una única aunque simple explicación: Frank. Frankie, se autocorrige y sonríe. Es imposible dejarse llevar por el hastío o el asco que este tipo de acontecimientos solían darle con Frankie cerca. Le contagia un entusiasmo, una alegría, que ni siquiera sabe muy bien de dónde saca. Porque, Amy puede verlo desde el primer día, hay algo en los ojos de Frank… Siempre anda con bromas, y su fina sonrisa, pero su mirada no miente.
    Aunque Amy no se atreve a preguntar.
-No es la mejor cerveza que he probado pero me vale-le dice él observando la lata que sostiene en la mano-. Los californianos sí que saben montar fiestas, he de reconocerlo.
    Ella resopla.
-¿Seguro? ¿Tan malas son las de New Jersey? Porque…-echa una mirada alrededor, y pone los ojos en blanco.
    Frank ríe con ganas.
-Me parece a mí que lo que pasa es que la señorita es un poco exigente.
    Le fulmina con la mirada.
-¿Exigente? Pido un mínimo, eso es todo-frunce el ceño mientras se cruza de brazos, en un gesto despectivo que Frank empieza a conocer muy bien.
-Reconoce que te lo estás pasando bien-le dice él de repente al oído, con su fina sonrisa entreabierta.
    Deja caer los hombros, rindiéndose.
-Pero sólo…
    Enmudece, y Frank esboza una de sus sonrisas torcidas.
-¿Sólo?-sigue en su oído, y su aliento le hace cosquillas.
    Amy le aparta un poco de un empujón.
-Sólo porque estás tú, estúpido-medio gruñe.
    Le sostiene tozudamente la mirada en vez de apartarse en un intento de ocultar su vergüenza, por lo que ve el brillo, y la sonrisa evidente en sus ojos.
    Ha sonreído con la mirada.
-Claro, un bufón siempre sabe cómo animar una fiesta-bromea él, apropiándose del apelativo que Gerard le ha puesto. A Amy se le rompe el momento, volviendo a pensar en Gerard. En los acantilados. En…
    Los dos se vuelven algo sorprendidos al notar un alboroto en la multitud fiestera.
-¿Qué pasa?-pregunta Frank a un chavalillo que parece demasiado tímido para fundirse en ningún grupo, y con el que han intercambiado un par de palabras.
-Alguien va a tocar, una banda-les dice con la mirada clavada en el suelo.
    A Amy se le congela la sangre en las venas. No puede ser… porque, sólo pueden ser…
-Vaya, esto puede ser interesante-oye decir entusiasmado a Frank.
    Frankie… Amy busca algo de apoyo silencioso, agarrando su mano, apretándosela inconscientemente. Frank se pregunta por qué lo hará, cuando la ve, la vista fija en el escenario improvisado con unas cuantas tablas a pocas filas delante de ellos.

    Con dieciocho años, Gerard volvió a California. Aquella rebeldía de antes había evolucionado a otra cosa, más oscura, más… El Gerard de antes causaba más irritación que otra cosa. El de ahora, inspiraba más bien respeto, incluso…miedo. En negro de los pies a la cabeza, con una tez pálida que destacaba demasiado. Y sus ojos…en sus ojos se leían cosas, demasiadas cosas, algunas de ellas innombrables.
    En la puerta de la que era allí su casa, ya había alguien esperándole. Ya no llevaba el pelo en coletas, estaba mucho más alta –había dado el estirón pronto-, y había sustituido sus andares saltarines por un paso relajado. Llegó hasta él, haciendo que frenara y dejara su maleta en el suelo para contemplarla de arriba abajo.
-Gee-dijo ella simplemente, con una amplia sonrisa.
    Él la abrazó, con una sensación extraña al no poder levantarla en el aire como hacía antes. Ella pareció vacilar en devolverle el abrazo, pero finalmente le apretó con fuerza. Era evidente que los dos estaban muy contentos de verse. Después de tanto tiempo.
-Cómo has crecido-le dijo él con una sonrisa torcida cuando se separaron.
    Ella puso los ojos en blanco.
-Tengo once años, Gee, no sé qué esperas.
    Gerard se dio cuenta. La niña asustada que él dejó en California se había convertido en toda una preadolescente. Incluso ya se le adivinaban formas…
   ¿Pero qué cojones andaba pensando?
-Bueno, claro, a ti se te nota mucho más que a mí, supongo.
    Amy le echó una mirada de arriba abajo, y con un suspiro dijo:
-No sabría yo decirte.
    Gerard dejó escapar una risa fuerte, casi seca, que sonaba casi más a graznido de cuervo que otra cosa. Además, no le pegaba nada con su aspecto.
-¿Me ves muy cambiado?
    Cuando desvió la mirada con un movimiento de sus largas pestañas, a Gerard le pareció volver a ver a la niña que era cuando la conoció.
-Mucho más de lo que incluso tú podrías pensar.
    Antes de que Gerard pudiera contestar, ella se había perdido por los jardines contiguos, desapareciendo sin un adiós. Él sonrió. Era curioso, que de toda la gente en su vida, y considerando el poco tiempo que había pasado cerca de él, ella supiera leerle mejor que nadie. Mejor, incluso, que su abuela Elena.
    Sacó un pitillo, y sin entrar en la casa siquiera para guardar la maleta, se lo fumó tranquilamente sentado en el porche.
     No supo cuánto tiempo pasó exactamente, pero ya empezaba a oscurecer cuando ella volvió a aparecer. La vio fruncir el ceño al ver el montón de colillas a su lado.
-Bueno, algunas cosas no cambian. Aunque deberían.
    Gerard sonrió. Estirando el brazo, la agarró y la sentó en sus rodillas. Ni siquiera pensó en que el peso era mucho mayor, o que ella ya no podría acurrucarse como antes. Haciendo que le mirara a los ojos, sostuvo el pitillo en alto.
-Si lo probaras, lo entenderías.
-Ni pienso probarlo ni quiero-se removió ella, arrugando la nariz cuando el humo le dio en la cara.
    Él la observó fijamente, escaneándola con sus esmeraldas hipnotizantes.
-Pues no critiques lo que no conoces-se encogió él de hombros, dándole una calada larga, con énfasis. Cuando exhaló el humo, Amy observó los dibujos que perfilaba en el aire, como pensativa.
-Dame-dijo entonces. Con firmeza y autoridad, esas innatas que sorprendieron a Gerard cuando la conoció.
-¿Qué te dé qué?
-Déjame probar. Así podré criticar lo que conozco.
    Gerard rió con ganas. Aquella petición estaba hecha desde la inocencia e incluso ignorancia. Estaba decidido a decir que ni en broma, pero entonces, de repente, se vio a sí mismo tendiéndole el cigarro.
    Ella lo cogió con cuidado, casi con miedo, y rápidamente le dio una calada. Excesiva para una principiante. Cuando estalló en tos, y los ojos le empezaron a llorar, Gerard no pudo evitar reírse.
-Para no gustarte, lo has probado con mucho entusiasmo.
    Ella le fulminó con aquellos ojos gélidos, mientras se recuperaba del ataque.
-Cabrón de mierda-soltó entre dientes.
    Él abrió los ojos como platos, incapaz de creerse lo que oía.
-¿Quién te ha enseñado a hablar así, señorita?
   La oyó bufar.
-Pues tú.
    Tardó en contestar algo confuso.
-Me refiero a que, una niña como tú no debe decir ese tipo de palabras…
   Volviendo a bufar y cruzándose de brazos, le dio la espalda, pero a la vez se dejó caer sobre su pecho, como contradiciéndose.
-Tonterías-refunfuñó.
    Dándole una última calada al pitillo, lo dejó caer al suelo, y ocupó sus dos brazos en rodearla, mientras ella fingía ignorarle aún cruzada de brazos.
-Entonces, ahora que ya lo has probado, ¿qué te ha parecido?
-Veneno, como siempre. Aunque, tal vez le dé otra oportunidad algún día.
    Él resopló incrédulo.
-¿Y por qué ibas a hacer eso?
-Por la misma razón por la que sigo hablando contigo.
    No dijo nada más, y Gerard estaba demasiado sorprendido como para volver a formular una pregunta. La apretó un poco más contra él, como si quisiera resguardarla de un frío inexistente en aquella noche de verano. Se sintió culpable por los pensamientos que empezaron a formarse en su mente, y suspiró.


    Michael les había llamado casi a última hora pidiéndoles que se trajeran los instrumentos para una actuación medio improvisada. Al parecer, había hablado con los que organizaban la fiesta, y al mencionarles lo del grupo le habían pedido que les demostraran lo que hacían… Gerard chasqueó la lengua con fastidio cuando Ray se lo dijo, pero reconocía que era una buena oportunidad para ellos.
-Incluso piensan pagarnos, sobre todo si les gusta lo que oyen-había sonreído Ray.
    Por eso está allí, agarrado al micro, casi apoyado en él, cantando canciones que son parte de él, mostrándoselas a un montón de desconocidos. Cuando la ha reconocido entre el público, a punto han estado de estrangulársele las palabras en la garganta, pero es a ella a quien mira fijamente cuando empiezan las primeras notas de la canción que tocan ahora, y la primera frase sale de entre sus labios:
    Hand in mine, into your icy blues…
    La mira fijamente, casi sin parpadear, mientras susurra primero y luego aclara su voz lentamente, dejando que fluyan las palabras y calen hondo en su público.
    Frank escucha fascinado la canción, dejándose seducir por el ritmo y las palabras, e incluso la voz del Azafrán, que parece tan hipnotizante como su mirada esmeralda. De repente, nota que le aprietan la mano hasta el punto de hacerle daño, y cuando mira de soslayo a Amy, las lágrimas le caen en picado, brillando por el reflejo de la escasa luz que proviene de las hogueras. Está llorando en silencio, y su llanto encierra algo más que emoción por escuchar una canción especialmente bonita. Frank puede notarlo como si lo leyera escrito en su cara. Ella no se da cuenta de que la mira, con los ojos clavados en el escenario, y si siguiera un poco más atentamente su mirada, está seguro de que se encontraría de lleno con unos ojos verdes. Atento a la letra, no puede dudarlo. La canción es por ella. Por ambos. Esa historia en común que tanto le intriga pero no se ve capaz de preguntar.
    And as we’re touching hands , and as we’re falling down…
    Frank piensa que le va a romper la mano si sigue así. Sus manos también se tocan pero el único que se siente caer es él. Porque al escuchar esa canción, se ha dado cuenta de una cosa. Sabía que había algo por parte de ella, pero ahora… No escribes una canción así por cualquiera. No la cantas de esa manera. A pesar de estar cogidos de la mano, le parece que él está a años luz de ella, mientras que aquel Azafrán es quien la sostiene y la deja caer en aquel llanto.
     Quiere soltarla, realmente le encantaría apartarse de ella e irse muy lejos, incluso con aquel apretón de manos podría librarse de ella fácilmente, pero…
    I’ll meet your eyes.
    I mean this…
    Él deja escapar la última palabra en un susurro apenas audible de no ser por el micro, y Frank observa los labios de Amy pronunciarla sin voz.
    Forever.

    
    No podía negarlo. Seguía volviendo a California, aunque su familia había dejado de hacerlo, cada época de vacaciones lo suficientemente larga como para merecer la pena el largo viaje. Siempre en Navidad y verano, un par de veces más durante el año si podía. Porque… porque, se daba cuenta, lo necesitaba. Por supuesto, alejarse de su casa era de lo mejor que podía hacer, y más cuando su futuro era tan incierto, pero… ¿por qué siempre allí?
    Cuando se encontraba con aquellos ojos azules, no había duda. El azul es el color de la evasión, y eso era ella. Su vía de escape. Más pura que aquella otra que usaba hacía ya unos años, e infinitamente más agradable, aunque eso le dejara alucinado. Porque ella apagaba aquel fuego interior que parecía querer consumirle con su mirada helada. Y ella iluminaba la oscuridad a su alrededor con una sola sonrisa.
   Aunque era sólo una niña.
    Aquella tarde, él había salido al porche a fumar, cogida ya la costumbre aunque dentro de la casa no había nadie a quien aquello le pudiera molestar. Había oído un ruido, y cuando se levantó buscando a un posible intruso la encontró medio escondida detrás de un rosal. Escondía lo que pronto entendió que eran lágrimas, y cuando la obligó a mirarle, ella eludió su mirada por primera vez. Eso le sorprendió tanto que volvió a intentar que le mirara a los ojos, para preguntar con una simple mirada, como hacía siempre. Pero ella seguía obstinadamente con la mirada clavada en el suelo, lo que le obligó a usar la voz.
-Amy, qué pasa-el tono le salió algo más brusco de lo normal en estos casos.
    Ella permaneció callada, con algún breve sollozo de vez en cuando. Amy estaba en la plenitud de sus trece años, floreciente, adivinándose la mujer en la que se iba a convertir. Gerard no pudo evitar pensar en que le fascinaba el turquesa de sus ojos cuando lloraba, aunque verla llorar fuera peor que la peor de sus noches envueltas de alcohol. La sacudió, e incluso volvió a preguntar, pero ella lo único que hizo fue encogerse, como queriendo ocultarse de su vista. Gerard la soltó finalmente, la vio hacerse un ovillo tumbándose del todo en el suelo, y él, sentándose de piernas cruzadas, sacó un pitillo, lo encendió y le dio la primera calada.
    Ya llevaba unos tres cigarros cuando, al fin, ella susurró algo.
-Gee, ¿soy un bicho raro?
    Se le detuvo la respiración durante un segundo, e hizo esfuerzos por controlar la rabia que le ardió en las venas. Se imaginó las mil y una situaciones que podrían haberla llevado hasta allí, de aquella forma. La miró más cuidadosamente, y vio que pese a las lágrimas, físicamente parecía intacta, lo que le ayudó un poco a calmarse. Pegó una larga calada, y la vio seguir el movimiento de sus labios en el cigarro como si deseara ser ella la que la diera. Exhaló todo el humo, y con él los últimos restos de la explosión de ira.
-Dime, Amy-ella le miró fijamente esperando su pregunta-. ¿Soy un bicho raro?
-Sí-dijo ella, directa, sin vacilar, pero por primera vez, se sonrojó al notar su mirada de vuelta-. Pero es que eso es lo mejor de ti.
    A punto estuvo de dejar caer el cigarro por una mueca de asombro.
-¿Lo mejor de mí?
-Sí… no eres como los demás. Nunca lo has sido, no por fuera, evidentemente-ambos sonrieron cuando ella señaló sus… “pintas”-, pero tampoco por dentro.
-Tampoco yo esperaba encontrarme una camiseta de The Smiths encima de una niña de siete años-rió entonces él con aquel sonido de cuervo.
    La vio sentirse halagada y algo molesta, todo seguido, en cuestión de segundos.
-Pero ya no lo soy-dijo en voz baja.
-¿El qué? ¿Fan de The Smiths?-con la sonrisa torcida.
    La vio esbozar una sonrisa temblorosa, aún con las últimas lágrimas cayendo por sus mejillas. Era tan terriblemente humana en ese momento, que le pareció que podría romperse con un simple soplido, a diferencia de aquel demonio juguetón de ojos gélidos que había encontrado hacía seis años. Ella se le acercó mucho, como buscando uno de sus abrazos, pero sin hacer ademán de realmente querer uno, por lo que sus brazos se tensaron, dudando de si alzarse.
-Aquí nunca nieva-dijo entonces ella, prácticamente en su oído.
    Él no contestó, esperando que ella explicara por sí sola a dónde quería llegar con eso. Sabía que era mejor así.
-Quiero decir, es muy raro. No recuerdo haber visto nevar nunca… O al menos nevar de verdad-ella se medio apoyó en su hombro mientras soltaba aquellas frases sin aparente sentido-. Cuando era pequeña, miraba fijamente al cielo los días en que se veían mucho las estrella. Sabía muy bien que cuanto más se vieran las estrellas más frío hacía, así que cuando podía ver la mayoría de las constelaciones, esperaba impaciente ver caer aquella nieve que tanto deseaba. A veces, incluso, mis ojos me jugaban malas pasadas, creando ilusiones mentales con el brillo de las estrellas, que me parecían copos de nieve prendidos en el cielo que no se decidían a caer. Una vez mi madre me pilló gritándole al cielo “¡Dejaos caer! ¡Dejaos caer! ¡No tengáis miedo!”
    Ríe con ganas. Gerard empieza a impacientarse, sin verle ningún sentido a aquella conversación, por muy graciosa que le resultara la imagen de la niña que él había conocido gritándole como loca al cielo estrellado.
-Lo que más me gustaba, era que no había ni una sola nube. Nada que ocultara la belleza de aquellos copos de nieve, aunque se resistieran a caer, o puede que incluso les impidieran hacerlo. Yo fruncía el ceño, enfadada por quienquiera que no dejara que cayeran, pensando que me arruinaban mi sueño.
    De repente se volvió y le miró a los ojos, y Gerard descubrió que por un momento había estado conteniendo la respiración. Ella le clavó la mirada profundamente, como intentando leer algo…
-Tú eres un copo de nieve, Gee. Una estrella en el cielo, que está muy lejos, y que se resiste a caer, como a mí me gustaría.
    Él resopló, entre sorprendido y divertido.
-¿Pero qué coj…?
    Los labios de ella callaron los suyos. Los notó cálidos, suaves, carnosos y húmedos, en contraste con sus labios algo secos y finos. Fue un beso fugaz, tierno y tímido, pero no había rubor en sus mejillas cuando se separó de él y pudo verle la cara.
-Como la nieve que cae en el cielo desierto-aún susurró, con la respiración algo agitada por el beso.
    Con una maniobra algo felina, se levantó y desapareció antes de que él pudiera siquiera reaccionar. Apretó el puño y arrancó algo de hierba, resoplando, sorprendido y algo furioso. Sacó un pitillo y de los nervios casi no pudo encenderlo. Le dio unas cuantas caladas desesperadas, intentando calmar su excesivo entusiasmo.
    ¿Cómo podía haber reaccionado así por un tonto e inocente beso?

3 comentarios:

  1. Awww <3 Me está gustando la historia de Gerard y Amy. Empezó siendo una niña, una cosa tan inocente y ahora que ya van pasando los años se va poniendo la cosa más... interesante xD
    Luego están ella y Frank ahora, en el presente que también son adorables, así que estoy un poco dividida jajaja A ver, a ver qué pasa. Sigo leyendo n_n

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  2. "Incluso ya se le adivinaban formas…" EJEJEJEJEJEJEJEJEJE
    Ahora cada vez que escuche Demoliton Lovers me acordaré de esto. Ay, qué imagen tan bonita. Gamy <3 (xDDDDD)
    Me ha encantado que hablase de la nieve, porque me he acordado del 'Every snowflake is different just like you' y me moría xDDDDDDDDDD

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  3. Soy la persona más pesada de la historia, pero pero pero perooooo ¡¡¡¡¡¡¡ME ENCANTAAAA!!!!!!!

    ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ME MUERO DE AMOR CON LA HISTORIA DE AMY Y GERARD!!!!!!!!!!!!

    Es que la historia es jodidamente genial en todos los aspectos. El cómo lo cuentas, cómo está escrita, la personalidad de los personajes, cómo has introducido "Demoliton Lovers" en el argumento, cómo va tomando forma todo... ES LA HOSTIA.

    Y Frank ,me ha dado pena en el concierto. Con lo rico que es. No soy capaz de ponerme de parte de ninguno, no tengo que hacerlo, pero yo me entiendo.

    Voy a seguir, que tengo unas ganas locas de saber porqué Amy y Gee están como están en el presente. Bueno por ver que pasa en TODO.

    Un abrazo.

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