La gente parece protestar cuando los chicos anuncian que la banda se va a tomar un descanso. Contentos por ver la reacción entusiasta de la gente, Ray, Mikey y Michael van corriendo a celebrar, con cervezas, risas y demás. Pero Gerard se aleja de allí, sin poderse quitar de la cabeza aquellos icy blues como los de su canción. Los de su canción. Porque, aunque lo negaría a cualquiera que le preguntara, esa canción es por ella. Por él. Por los dos.
Como la nieve que cae en el cielo desierto.
En un gesto inconsciente y algo absurdo, mira al cielo. Al principio no ve gran cosa, pero a medida que se separa del tumulto de la fiesta puede verlo mejor. Las estrellas parecen reírse de él desde el cielo. Tira la lata de cerveza hacia arriba, como queriendo golpearlas, pero tiene suerte de que no le caiga encima. Estúpido, se vuelve completamente estúpido cuando Amy Black está cerca.
Frank observa fijamente a Amy. No ha dicho ni una sola palabra en todo el concierto, y parece querer seguir así ahora que han dejado de tocar. Mientras a su alrededor la gente vuelve al ritmo que tenían antes del concierto medio improvisado, ellos dos son los únicos que se mantienen en su sitio, quietos como estatuas.
-¿Amy…?-se atreve a decir entonces él.
Eso parece hacerla reaccionar, porque da un respingo como volviendo de una especie de trance. Le mira, pero no parece verlo de verdad. Luego mira alrededor, y finalmente se aleja unos pasos de él como queriendo alejarse de allí.
Frank la alcanza rápido y la retiene por el brazo.
-¿A dónde vas?-y parece algo triste.
-Frankie…-murmura ella, con esos ojos de mirada perdida-. Frankie-parece suspirar.
Le da un ligero beso en los labios, haciendo que dure unos cuantos segundos, mientras Frank contiene la respiración. Pero luego se separa de él y se suelta de su mano, y se gira para decirle:
-Lo siento-y antes de que pueda hacer nada más, se pierde entre la multitud.
Frank aún se queda un momento paralizado en el sitio, sin poder dar crédito. Todo iba perfectamente, la noche era fantástica, no podía ir mejor. Y entonces…
Arrugó la lata de cerveza vacía en su mano, y la tiró bien lejos, con fuerza, con furia. Aquel Azafrán… ¿pero qué cojones pasaba con aquel Azafrán? Su verano podría ser uno de los mejores de su vida, con aquella chica fascinante que le había gustado desde el primer día. Pero el Azafrán no parece querer dejar que aquello fuera así. ¿Por qué, si no, ha cantado aquella canción? ¿Por qué la ha mirado todo el rato? Con esos ojos esmeralda se la ha llevado. Lejos de él. Lejos de todo.
Gerard trató de no volver a pensar en aquel beso. La propia Amy, cuando se volvieron a ver, ni lo mencionó ni hizo ninguna señal de que aquello hubiera pasado siquiera. Se dijo que estaría avergonzada por aquel gesto que habría hecho en un momento de debilidad, pero Amy no lo iba a mostrar. Cuanta más vergüenza, menos lo dejaría notar, volviéndose incluso dura en el trato. Y parece que le bufa más frecuentemente, que sus frases se vuelven más faltas de sentimiento en el tono. Pero por lo demás, Amy sigue como siempre.
¿Por qué él, entonces, no puede sacárselo de la cabeza? Vamos a ver, a sus veinte años ya ha conocido más chicas de las que lo habría hecho otro chico de su edad. Todo físico, nada importante… Ya era muy poco capaz de experimentar ninguna clase de sentimiento, como para ponerse a jugar a los enamorados. Tenía necesidades, y de vez en cuando, siempre que fuera divertido, había alguna… A todas se lo dejaba claro desde un principio, y él no tenía intención de herir a ninguna, aunque tarde o temprano no puedas evitarlo.
Sin embargo, aquel beso… la reacción inmediata de su cuerpo, al que luego tuvo que castigar con una ducha fría, o esa… cosa… esa especie de pinchazo en el corazón. Se dijo que el tabaco ya le había hecho mucha mella, pero sólo estaba evitando la verdad. Aquella verdad terrorífica, espeluznante.
No, no, no, no. No podía ser cierto. Se negaba a creerlo. Era sólo una estúpida obsesión de su cuerpo y mente enfermos.
Trece años… una tarde, ella hacía sus deberes de verano, él dejaba correr el lápiz en un bloc de dibujo, con demasiadas ideas y poca inspiración real. En el patio trasero del caserón donde él vivía en California, en la calma de los árboles colindantes y acariciados por una brisa inexplicable en un sofocante día estival.
-Yo la verdad que no entiendo de qué me sirve todo esto-murmuró entonces ella.
Él levantó la vista, intrigado.
-¿El qué?
-Esto-dijo ella alzando su cuaderno-. El colegio, las clases, toda esa mierda que nos enseñan edulcorada y artificial. Todo lo que sé, jamás lo aprendí allí.
-¿Y qué es lo que sabes tú?-se burló él con aquella risa seca.
No supo qué pensar al ver la mirada de sus ojos de hielo. Al ser verano, su azul recordaba más al mar en calma, pero aún así, se recordó que la tormenta podía estallar en cualquier momento.
-Sé algunas cosas. Más que la mayoría de la gente de mi clase, aunque esté mal decirlo. Pero es así.
Aunque no la conociera como la conocía, no podría dudar de la falta de fanfarronería de sus palabras. Sólo era la constatación de un hecho.
-Bueno, es cierto que eres bastante más lista que los chavales de tu edad. Pero sigues sin saberlo todo, Amy-la miró fijamente, haciendo que se perdiera en el verde de sus ojos. La clase de mirada que pretendía leer dentro de ella lo que le pasaba por la cabeza en ese momento.
-Lo que sé, me lo enseñó la música. Y la música es lo único que quiero hacer en el futuro. Y eso no me lo enseñan los gilipollas de mis maestros-resopló.
Él rió con ganas, encantado por su ingenuidad, su inocencia, aunque fuera una de las personas más maduras que conocía. Esa paradoja tan dulce encerrada en ella.
-Te sorprenderías.
-¿Qué?-frunció ella el ceño.
-La música nace del conocimiento, y no al revés, Amy.
Aunque se lo dijo con la vista fija en su bloc, garabateando aún los cientos de ideas que no acababan de salir del todo, volvió a levantar la vista al sentir su mirada como si le estuviera quemando.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que si tienes intención de dedicarte a la música en el futuro, Amy, mejor sigue con lo que estás haciendo-señaló su cuaderno.
-Tú no estudias-como argumento, aquella frase era algo desesperada.
-No voy a un centro, es distinto-dijo él con la mirada perdida.
-¿Cómo?-parecía confusa.
-No asisto a clases ni hago exámenes, pero jamás dejo de estudiar. Observo todo a mi alrededor e intento aprender de ello.
Ella le miró largo rato, como pensativa, y luego bajó la mirada.
-¿De mí también?-aquella frase volvía a pronunciarla la adolescente tímida e insegura que había en ella.
Se esforzó porque no se notara la reacción que tuvo en aquel momento.
-De ti…-se levantó de la silla en la que estaba sentado y se agachó, para quedar a su altura, pues ella estaba sentada en el suelo-. De ti mucho-la obligó a mirarle a los ojos sin siquiera moverse, sólo con su presencia tan de cerca-. De ti demasiado.
Sin pensar, y sin darle oportunidad de decir algo, se encontró juntando sus labios con los suyos. Intentó empezar de forma suave, pero pronto su beso se convirtió en desesperado, algo intenso, demasiado fuerte. Pero ella no se movió, no se apartó, sino que respondió con ganas, con pasión, alzando los brazos intentando rodearle, como queriendo impedir que cambiara de opinión y se apartara de repente.
Pero obviamente, él consiguió frenarlo.
-No… está bien… no está bien…-dijo cuando consiguió apartar sus labios de los suyos. Aunque éstos reclamasen el contacto que acababan de perder.
La vio encogerse levemente, algo avergonzada, algo molesta.
-Eres el primero… pero puedo aprender-dijo ella con los ojos en el suelo.
Abrió los ojos como platos ante aquella frase, algo confuso. Y entonces, se dio cuenta, y sacudió la cabeza.
-No conmigo, Amy. No… puedes buscar a alguien para aprender… pero…
Entonces fue ella la que pareció al fin comprender, y levantó la vista bruscamente, y le fulminó con la mirada y el ceño fruncido.
-No me voy a buscar a nadie, Gerard.
El hecho de que utilizara su nombre completo le indicó lo enfadada que estaba.
-Pero tampoco puedes aprender conmigo.
La vio levantarse de repente, dejando caer todos los trastos de estudio que tenía encima de sus rodillas, bufando con indignación.
-Que te jodan, Gee.
Quedó tan alucinado con aquella frase que no supo qué contestar, y sólo la miró sin dar crédito. Ella se acercó a él, y con un golpecito le hizo alzar la barbilla, y luego se agachó hasta quedarle a la altura de los ojos. Su aliento le dio en toda la cara, y el olor a menta le atontó por un segundo.
-Tú me has besado. Yo ni siquiera me he acercado esta vez. Has sido tú, maldito bastardo-le susurró.
Gerard no daba crédito. ¿Cuándo había empezado a hablar así? ¿O a actuar así? Aquello, encima, lejos de disgustarle, le…
-Eres tú el que lo ha buscado. Y no creas que no lo he notado estos días. Cómo reaccionas cuando me ves, Gerard. Dime, ¿qué pasa ahí abajo cuando me ves?
¿¿Quién había cambiado a la Amy que él conocía tan repentinamente?? ¿Por qué de la niña dulce e inocente había pasado a una chica provocadora y algo ardiente que haría que sus pantalones estallaran? Era esa forma indefinida, de la Amy que él conocía y la Amy que estaba por venir, lo que le estaba volviendo loco, del punto del que sentía que no podría fingir al responder aquella pregunta.
-No digas gilipolleces, Amy-se apartó él de ella, y se levantó también, buscando mirarla desde arriba y no desde abajo como antes.
Pero ella levantó sus ojos sin miedo, mirándole de frente.
-¿Gilipolleces? Veamos entonces-y se abalanzó sobre su bloc, tan rápido que él no tuvo tiempo de frenarla. Lo abrió con ímpetu, pasando las hojas, dejando al descubierto su secreto, haciendo que se sintiera desnudo, casi violado.
Ella sonriendo, ella frunciendo el ceño, ella concentrada tocando la guitarra, ella corriendo, ella… Ella. Su cara, sus ojos, su sonrisa. Todos los dibujos la retrataban a ella, pero sobre todo, retrataban sus propios sentimientos.
A pesar de su arranque, ella misma estaba sorprendida, viendo aquella muestra de lo profundo… lo increíble de sus sentimientos por ella. Aquellos dibujos indicaban que la conocía a la perfección, no sólo cada mínimo rasgo de su rostro, cada línea de su cuerpo, sino… lo que había dentro de ella. Ella no veía una mera copia de su persona, sino que podía verse perfectamente en aquellas líneas. Se quedó sin respiración, pasando la mano con cuidado por aquellos trazos perfectos.
Él, sabiéndose descubierto, derrotado y hundido como el peor de los barcos, le quitó el bloc suavemente de las manos, lo cerró con delicadeza, y entonces alzó la vista, quedándose frente a ella, como empezando un combate. Cuando habló, la voz le salió incluso más brusca, más oscura de lo normal.
-Y qué si te quiero.
Cuando se decide a volver a la fiesta, Gerard se sorprende de ver que la gente se congrega de nuevo alrededor del escenario. No pueden empezar ya, él ni siquiera ha llegado… Se acerca con prisa intentando ver mejor. Lo que ve le deja casi sin respiración.
Le han dispuesto un asiento como han podido, y en sus piernas reposa con cuidado una guitarra. La misma que hace años que no oye tocar.
Amy, algo vergonzosa, se acerca al micro con una sonrisa queda, mientras todo el mundo comenta entusiasmado su aparición, y ve que sus propios amigos le ayudan con la disposición en el escenario y los cables. Ray hasta parece darle una sonrisa de ánimo cuando ella se prepara finalmente, coge la guitarra y rasga los primeros acordes. De sus labios sale la primera frase, con una voz algo rota y triste:
You don’t want me, no
You don’t need me
Like I want you, oh
Like I need you
And I...want you in my life
And I...need you in my arms
Gerard siente que algo dentro de él está a punto de agonizar. Por primera vez en no sabe cuánto tiempo, incluso siente ganas de llorar. ¿Llorar? ¿Ves lo que le hace Amy Black? Cómo la odia, la odia hasta el extremo. Y sin embargo, quiere rodearla entre sus brazos como dice que ella le necesita.
You can’t see me, no
Like I see you
I can’t have you, no
Like you have me
Basta, se dice. Tenerle...tenerla...aprieta los puños. Contiene las ganas de tenerla allí mismo, en aquel escenario, delante de todos. Ha sido así siempre. Sus deseos los tiene bajo control como nunca ha tenido su vida, pero con ella…
Si la deseó cuando era una niña, cómo no va a desearla ahora.
Más allá, Frank la observa, a su pesar fascinado. La ha oído canturrear y sabe que tiene buena voz, pero… Cierra los ojos con fuerza, como si le hubieran golpeado. Pero ninguna paliza le duele tanto como aquella canción. Amy, si tú supieras. Estás cantando lo mismo que podría cantar yo. Y lo triste es que los dos lo hacemos por una persona que, como la misma canción deja evidente, no nos corresponde.
-Yo te quiero en mi vida y te necesito en mis brazos, Amy. Es patético y absurdo y puede que hasta precipitado, pero… Pero, Amy, qué me has hecho.
Todo aquello lo dice en voz muy baja y nadie se da cuenta, pero Frank siente como si lo hubiera gritado a pleno pulmón, perdiendo el aire, sintiéndose cansado, muy cansado, como nunca en su vida.
You can’t feel me, no
Like I feel you
Gerard se acerca al escenario, lo justo y en el sitio adecuado para que ella le vea. Cuando ve que se percata de su presencia, le clava la mirada esmeralda. Su mirada especial, la que sólo usa con ella. Amy siente un escalofrío. Le ve llevarse una mano a los labios, luego se la pasa provocadoramente cerca de los bolsillos de su pantalón, y entonces… se la lleva al corazón. A punto está ella de dejar caer la guitarra, y todo el mundo nota el temblor en su voz.
I can’t steal you, no
Like you stole me
La mirada en los ojos de Frank pudo matarla, pero no tanto como aquella fina sonrisa que le ofrece cuando le distingue entre la multitud. Le ve además mover los labios, pronunciando el estribillo al mismo tiempo que ella. Cuando los últimos acordes mueren en su guitarra, Amy siente que no entiende lo que está haciendo. Repentinamente, se levanta, se echa la guitarra a la espalda y se aleja del escenario, dejando a todo el mundo, que la aplaudía con ganas, bien atónito.
Frank es más rápido que nadie, y logra alcanzarla cuando tenía intención de perderse entre los acantilados.
-No es muy sensato andar por aquí de noche, y lejos de la luz de esas hogueras.
-Nunca he sido sensata-susurró ella tras un instante de silencio.
-Que hagas locuras no quiere decir que vayas buscando morir, Amy, y eso lo sé bien.
-¿Tanto sabes?
Aquel tono suena lleno de la amargura que le nace de dentro, y Frank lo sabe, pero aún así le duele candente en el pecho.
-Tienes razón, Amy. Yo no sé nada.
-¡Basta, Frank!-se vuelve ella con un grito-. Deja de actuar así. Deja de sentirte culpable por las cosas de las que yo tengo la culpa, deja de ser tan bueno conmigo que me dan ganas de matarte.
-Si bondad es lo que necesitas, Amy, bondad es lo que te daré-y por primera vez, la voz de Frank suena algo dura, autoritaria.
-Lo que necesito es que me odies, Frankie, que me odies.
-No es verdad.
-¡Ten un par de huevos! ¡Joder, que estoy jugando contigo, y ya lo sabes, lo sabes muy bien, y en vez de escupirme vienes y…!
No puede seguir la frase, porque Frank ha callado sus labios con un beso. La besa desesperación, pero ella se deja, y pronto las respiraciones de los dos se agitan. Lo nota regodearse en aquel beso, llevarla por donde quiere, recorrer su espalda y su cintura con sus manos con dulzura pero con ardor.
-I can’t steal you, no, like you stole me…-canta Frank con sus labios aún rozando los suyos, provocando que su aliento le haga cosquillas. Ella deja escapar un jadeo, sorprendida. Y entonces posa las manos en sus hombros, y empieza a cantar bajito, con la respiración entrecortada:
-But I want you in my life. And I need you in my arms.
A partir de aquel momento, sólo las olas del mar son testigo de lo que sucede.
Era Navidad, y Amy, más feliz de lo que lo había sido nunca. Tenía un cigarro en los labios y le daba caladas con delicadeza, con dedicación. A su lado, una botella de whisky, tirada en el suelo. No apartaba la vista del horizonte, excepto cuando una silueta hizo aparición con sigilo, y sonriendo se volvió hacia él.
-¿Cómo has…?
-No me hace falta verte ni oírte-aumentó ella su sonrisa, y le rodeó el cuello con los brazos, directa a sus labios.
Él, sorprendido, se la quitó de encima después de unos segundos.
-Podrían vernos, loca.
-¿Y qué?-era evidente que tenía el día juguetón.
Pero él se deshizo de ella con suavidad pero firme.
-No me vengas con ésas, sabes por qué.
Amy resopló y puso los ojos en blanco, en un gesto que se había vuelto habitual en ella. Gerard pensó en lo loco que le había vuelto, considerando por un instante la posibilidad de olvidarlo todo y permitirle seguir con su actitud alocada.
-De todas maneras, ya apenas hay nadie en esa casa a quien le importe lo que haga o deje de hacer. Podrían salir mientras nos morreamos y ni siquiera vernos.
Lo dijo con una risa que sin embargo no coló, ni siquiera colaría para alguien que la conociera menos que él.
-Saldrá el viejo Thomas y lo mataremos de un infarto-bromeó entonces él.
Ella sonrió al principio, pero al final sus labios parecieron temblar.
-Bueno, ¿dónde me va a llevar el loco con el que no puedo estar esta noche de invierno?
-Yo no te llevo a ningún sitio-dijo él, con una mano en la suya como único contacto, aún preocupado por la cercanía de la casa de ella.
Amy tiró de la mano que entrelazaba la suya, echando a andar, llevándolos lejos de su rincón favorito.
-Tú me llevas a todas partes-y se soltó de él echando a correr y riendo a carcajadas, mientras Gerard la miraba entre alucinado y divertido.
-Párate un rato y mira las casualidades que te rodean, las estrellas-dijo él, señalando con un gesto de su brazo el paisaje que les rodeaba-. Las estrellas te gustan.
-Las casualidades me aburren. Las estrellas me aburren.
-Pero te encanta mirar las estrellas…
-Tengo la estrella que quería-prácticamente se le echó encima, y ya lejos de su casa, y sin haber nadie por la calle, él respondió a su beso con entusiasmo, con pasión.
Muy pronto, todo era alcohol y humo, música en el sótano de alguien a quien ni siquiera conocían demasiado bien. Pero ellos reían, charlaban animadamente con quien se les acercaba, eran los amos de la noche. Los amos del mundo. Gerard, con una mano en su cintura y la mirada esmeralda abrazando sus gélidos ojos, trataba de no pensar en fechas de nacimiento, en normas, en el mero sentido común. Con una sonrisa torcida, se acercó a su oído para susurrarle:
-Vamos a echarlo todo a perder.
Dios mio, Amy me fascina. En la escena donde está con Gerard haciendo los deberes y empieza a decir que para qué sirve todo eso de ir a clase y demás me he quedado como: tienes 13 años, ¿cómo piensas eso? jajaja no sé, es tan pequeña pero a la vez tan madura. Esa escena en general me ha gustado mucho. Ha sido muy intensa a mi parecer. n_n
ResponderEliminarNunca me había imaginado a Amy como la Momsen hasta esa canción. Y mira que tenía todo el sentido del mundo, eh. Me la estaba imaginando como una versión rubia de Effy Stonem, idk.
ResponderEliminarMomento: "y qué si te quiero." JALSKFJALSKDFJLAKSDJFLAKSJDALKJSDA *SOPA MUERE DE UN ATAQUE AL CORAZÓN* *SUENAN PANDERETAS*
No te haces una idea del fangirlismo que tengo encima ahora mismo.
ResponderEliminarEn cada capítulo te superas.
La historia de Gerard y Amy es increíblemente preciosa, la leche.
El mometo en que Gee la besa y ella se enfrenta a él.... ¡¡¡¡NO PUEDO CON MI VIDA!!!! La puta hostia. Y ya la contestación de Gerard me a rematado. ¡¡¡¡¡Ha sido un momentazo!!!!! asdfghjhgdfsaSDFGHJKJGHDFSAasdgfhjhgdfsaSDGFH "y qué si te quiero." HE MUERTO.
Y Amy con sus dos cojones que sube a cantarle al otro "You". En ese momento he requetemuerto.
Y pobre Frank, otra vez. Pero me gusta que no se quede como un pasmarote mirando sin hacer nada. ¡¡¡¡Con dos cojones oiga!!!!
LLORO, no sé ni lo que escribo.
Y el final del capítulo... ayayayayayyayayay ¡¡¡¡¡¡SALAMI!!!!!! jajajajajajajajaj
Voy tomarme un descanso a ver si consigo que me dure dos días.
Un abrazo.