domingo, 9 de octubre de 2011

18 I TRY REAL HARD BUT I CAN'T FORGET

La pequeña Amy era muy curiosa, y un día se metió en la habitación de Gerard sin permiso y sin avisar. Él estaba cambiándose de ropa, así que le sorprendió en calzoncillos. Por alguna razón, aquello violentó sobremanera a Gerard, que la echó sin contemplaciones, gritándole por primera vez en su vida.
Cuando, finalmente vestido, bajó a buscarla, la encontró en el regazo de su abuela Elena, que la consolaba con palabras dulces. Se dio cuenta de que ella no sollozaba ni berreaba, como haría cualquier niña de su edad, sino que una vez más lloraba en silencio, y la única muestra de vulnerabilidad eran aquellas manitas que se aferraban con fuerza a la chaqueta de su abuela. La cual le miró fijamente cuando descubrió que estaba allí.
-Gerard...
No dijo nada más. No lo necesitaba.
-No debió entrar en mi habitación sin permiso-masculló él, entre la testarudez y las ganas de disculparse de corazón.
-Es una niña-la abuela siempre sabía poner su tono de voz en el punto justo entre la regañina y la dulzura.
-Pero aún así no puede hacer lo que se le antoje.
De repente se dio cuenta de que Amy se había dado la vuelta y le miraba fijamente, con ojos aguamar algo enrojecidos, pero con firmeza. Sin una palabra, se apeó del regazo de la abuela, llegó hasta Gerard y se arrodilló en el suelo, y miró hacia abajo, como pensándose lo siguiente.
-Lo siento.
Había que ser muy inhumano para seguir resistiéndose ante aquella voz delicada y aquella criatura a sus pies, tan adorable.
-Amy...-se arrodilló él también para quedar más a su altura, y le alzó la cabeza por la barbilla-. Siento haberte gritado. Pero has de entender que no...
-No volveré a hacerlo, Gee. No quiero hacerte enfadar, Gee. Me muero si te enfadas, Gee.
Describir el tirabuzón que hizo el inmutable corazón de Gerard sería imposible. La golpeó suavemente en el hombro cuando la vio llorar.
-No digas tonterías. Como te mueras por una cosa así no te lo perdono nunca, ¿me oyes?
La adoración pura y sincera, hermana con la inocencia, en aquellos ojos llorosos brillaba con luz propia.
-Pero, Gee...yo no puedo vivir sin ti.
Él disimuló el shock esbozando una de sus sonrisas torcidas.
-Jamás digas eso, Amy. Jamás, ¿vale? Pregúntale a la abuela Elena, que te diga ella.
-¿Qué quieres que le diga yo?-sacudió la cabeza.
-La abuelita Elena es muy lista y muy buena-Gerard se dijo que aquel segundo adjetivo no venía a cuento, pero estaba acostumbrado con Amy-, pero no podrá cambiarlo. Nadie ni nada puede.
Cuando la vio sacudir la cabeza con energía, Gerard pensó en una frase que le habían dicho alguna vez:
"Los borrachos y los niños sólo dicen la verdad."


Amy no puede vivir así. Creía que las cosas estaban bien y de repente Frank le dice que se va a ir unos días a casa de Michael, que no le busque ni le llame, que evite por todos los medios encontrarse con él. La herida sangrante que esa llamada, en mitad de la noche, le había dejado no paraba de abrirse sin vistas de cicatrizar.
Sobre todo por la voz de Frank.
Si hubiera habido enfado, o incluso indiferencia, o dolor repentino por la traición en aquella llamada, Amy estaría sufriendo, pero sería distinto. Lo que había en la voz de Frank era dolor, pero teñido de culpa, una culpa inmensa. Le conoce lo suficiente ya como para darse cuenta de ello.
Y si sus suposiciones son ciertas... ¿De qué se siente él culpable? ¿Qué puede haber hecho él peor de lo que ella le ha hecho?
Thomas la llama, avisándola de una visita. Amy no sabe interpretar el gesto que trae el anciano en la cara. Hasta que dice:
-Su madre no está, y bueno... Supongo que ahora no será tan grave, tiene al señorito Frank.
La sangre se le hiela en las venas, y Amy tiene que controlarse para volver en sí.
-¿De qué hablas, Thomas?
Lo ve sacudir la cabeza.
-Sólo...baje, por favor, señorita. Y si hay algún problema hágamelo saber.
Sumamente intrigada, Amy baja las escaleras corriendo para averiguar el por qué de la actitud extraña de aquel anciano sirviente.
Se queda helada al ver respondida su pregunta.
Cualquiera diría que Gerard no piensa en qué casa ha entrado, o en la dueña de la misma, en lo ocurrido años atrás. Su pose es tan relajada en el sofá –en el que se ha sentado con toda la confianza, aunque Amy duda que nadie le haya indicado hacerlo-, que podría ser un amigo de toda la vida, un invitado recibido con gusto. Si no estuviera tan en shock, Amy habría resoplado.
-El viejo Thomas no me dejó subir a tu habitación, pero ya estaba pensando en hacerlo-dice él, exhalando el humo de su cigarro con aquel movimiento tan especial de mano y labios.
-Apaga eso-sisea ella.
-Oblígame-dice él, con una invitación en su sonrisa.
-Apágalo o Thomas te echará a patadas.
-¿Esa antigüedad? No creo que pudiera siquiera atraparme.
Lo que más enfurece a Amy es aquella sonrisa de quien se sabe con el control.
-Bien, llamaré a la policía entonces-dice con voz suave.
Amy no se arrepiente ni cuando ve su sonrisa congelarse de súbito, y el movimiento nervioso, como preparado para la huida, que hace al oír eso. Entonces, recuperando su confiado hasta la arrogancia ser, levanta el pie para apagar el pitillo en la suela de sus botas, y ríe con un punto aún asustado, Amy puede darse cuenta.
-¿Tu muñequito puede fumar aquí y yo no? No me parece justo.
-Frank siempre sale fuera para fumar. Como mínimo, fuma en la ventana.
Cuando Gerard se vuelve para ocultarle el rostro, y ve sus hombros tensarse, se pregunta qué le habrá molestado tanto de esa frase.
-Tu muñequito es un niño muy bueno, ¿verdad? No rompe un solo plato.
-Mientras que tú rompes vajillas enteras-le responde fríamente.
-Antes las tirabas contra la pared conmigo-dice él en voz baja, pero su voz ha perdido toda su superioridad, y está impregnada de nostalgia.
-¿Qué quieres, Gerard?-Amy intenta sonar completamente aburrida y algo fastidiada, ocultando el vuelco que le ha dado el corazón.
Él se da la vuelta muy deprisa, como con ganas de atestar un puñetazo en vez de su respuesta furibunda:
-Después de diez años, deberías saberlo.
Retén las lágrimas, se dijo Amy. Jamás te verá vulnerable otra vez.
-Ahí está la jodida cuestión, Gerard. Después de diez años, y yo aún no sé una mierda, nada, nunca, cuando se trata de ti.
-Y aún así sabes más que nadie.
Lo susurra en su oído, porque se las ha arreglado para acercarse lo suficiente, y Amy se siente culpable cuando las piernas le tiemblan, cuando contiene las ganas de morderse el labio, cuando… Cuando Frank aparece en su mente, y la culpa le envenena la sangre. Pero no se retira hacia atrás, porque su orgullo lo ve como una victoria para él. Se queda allí quieta como una estatua, fingiendo la mayor indiferencia de su vida, incluso cuando Gerard se atreve también a agarrarla de la cintura.
-Suéltame.
-No.
-Suéltame ya, y respeta mi espacio vital, Gerard Arthur Way.
-Oblígame. Vamos, llama a la puta policía si quieres. Haz lo que quieras como has hecho siempre.
Amy contiene el torbellino de emociones, siguiendo con su estrategia de mujer de hielo.
¿Es dolor eso que ve en su mirada al apartarse de ella? Prefiere pensar que es el orgullo el que está herido para no rendirse en ese mismo momento.
Tras un momento, Gerard resopla y hace un movimiento de desdén, y la pasa de largo en dirección a la salida.
-Sigues pensando que tu muñequito es perfecto y por tanto infinitamente mejor opción que yo. ¿Verdad?
Amy siente el espacio entre sus espaldas enfriarse.
-Frank no es perfecto. Y no quiero que lo sea.
-Aaaaah-dice de repente Gerard, como dándose cuenta de un hecho que no debería haber pasado por alto, mientras Amy casi da un respingo-. Pero yo sí.
Ella aprieta los dientes, no se da la vuelta, y oye la risa suave de Gerard como una confirmación a sus sospechas. Se queda así hasta que un portazo en la puerta principal le indica que ya no hay nadie a quien enfrentarse.

Hay ensayo, y como siempre Ray es el primero en llegar. Un rato después tanto Mikey como Michael han ocupado sus puestos, pero los dos restantes no aparecen.
-No estoy seguro de si Frank vendrá-dice entonces Michael, y se vuelven sorprendidos hacia él.
-¿Qué ha pasado esta vez?-Ray ve a Mikey sacudir la cabeza.
-Estaban raros cuando los sacamos de aquí la otra vez, Ray. Creíste que estaba solucionado porque no peleaban, pero...aquel silencio...no me pareció algo mejor.
-¿Y no me lo comentas?
-Quería pensar que sólo estaba siendo pesimista, y más cuando el ensayo fue bien, sin problemas.
Ray suspira y sacude la cabeza.
-La idea fue de Gerard, y es él el que causa los problemas, al final.
-Frank no se queda atrás-la lealtad de hermano es muy fuerte en Mikey.
-Sea como sea, esto no puede seguir así, y supongo que no seré el único que lo piense.
Justo en ese momento, Gerard entra en el garaje, poseyendo el lugar como siempre, y poco rato después Frank aparece, como no muy seguro de estar allí. A Ray no le pasa inadvertido el hecho de que no mira ni una sola vez a donde está Gerard.
-¿Por fin podremos empezar?-dice en tono de riña.
-Vamos, papá Ray-tuerce la sonrisa el pelirrojo.
One, two, three, four! Los primeros acordes parecen hacerles olvidar a todos por un momento la vida fuera de allí, fuera de nada que no sea la música. Pero Frank cierra los ojos, consumido por el dolor, al escuchar algunas frases como si fuera la primera vez.
Your life...will never be the same on your mother's eyes. Say a prayer. Say a prayer!
Cuando los abre, sin querer ve a Gerard cantando, Gerard en su línea, Gerard comiéndose todo y a todos desde su posición de gigante en el escenario. Le guiña un ojo, gesto que le quema como una puta brasa candente.
Too much, too late, or just not enough of this
Frank suspira, siendo consciente de su condenación eterna.


-Pain in my heart for your dying wish, I'll kiss your lips again!
Cuando Amy se da la vuelta, se encuentra con varios pares de ojos como platos mirándole como sin dar crédito, pensando cómo reaccionar a su improvisado -y apasionado- karaoke.
-Hola-sonríe Sey, con la burla temblando en sus labios tanto como en las caras de las demás.
-Hola-dice Amy con entusiasmo, un entusiasmo casi exagerado.
-¿Interrumpimos algo?
-Me gusta disfrutar de la música que escucho-lo dice con total seriedad, y el resto de Killjoys se miran entre ellas.
-¿Ésos son los chicos, no? Pero antes de que se metiera Frank-señala Sey con la cabeza el reproductor, muy interesada.
-Sí-hay un gesto apenas perceptible en la expresión de Amy, que parece pensarse algo y luego sonríe-. Son las grabaciones que le han dado a Frank para que se hiciera con las canciones. Me gusta escucharles.
-Sí, son geniales-dice Sara con expresión soñadora, y mira el reproductor fijamente. Amy piensa que le dará una copia en cuanto pueda.
-Creo que nunca me quedo con el nombre del grupo, bueno, si es que tienen un nombre...-Helen dice con el ceño fruncido y esa expresión medio ausente que tiene a veces.
-My Chemical Romance-dice Laura con voz suave.
-Un nombre poco común-apunta Elisa pensativa, dándose golpecitos con el dedo en la barbilla.
-El éxtasis de Irvine Welsh-susurra Amy, y por su expresión parece bien lejos de allí. Pero entonces se vuelve hacia ellas, sonríe, vuelve a ponerse seria-. El éxtasis de Gerard y el mío.
-¿A qué te refieres?-Sey le mira con intriga.
-¿Sabéis tocar algún instrumento?
Las Killjoy están ya acostumbradas a los momentos random de Amy, así que, aunque intercambian miradas, se dedican sólo a pensarse la respuesta. Tras una confusión de incoherencias, todas dejan claras sus aptitudes musicales. Amy sonríe, y sin una palabra va hacia su guitarra, que descansa apoyada en una pared del salón, la saca de su funda, se sienta en uno de los sillones que quedan vacíos. Y ante las miradas expectantes, curiosas, casi divertidas, y muy pronto emocionadas, de sus amigas empieza a cantar una canción. A medida que avanza, se miran entre ellas, algunas luchando con las lágrimas, creyendo reconocer la historia de Amy, esa parte de su alma reflejada en aquella canción. Y es entonces cuando se dan cuenta de que le resbalan lágrimas por la cara, de que hace esfuerzos para seguir tocando, de que la voz se le rompe sin querer. Pronto, contagiadas, muchas acaban llorando también, y como inconscientemente la rodean, sentándose, arrodillándose en el suelo a su lado, y cantando o tarareando suavemente con ella.
I've got nothing left to lose.

Gerard y Amy se encontraban abrazados en una cama, no sabían cuál, no sabían dónde, pero no importaba, mientras al lado estuviera el otro. El olor, la sensación, ese rastro invisible pero contundente de la pasión compartida flotaba en el aire, como flotaba el humo de sus cigarrillos.
-El corazón me va tan rápido-decía Amy con una risa suave-. A veces creo que podría morir. Llego a estar tan cerca, porque el corazón se acelera, y parece que por un segundo se frena, y entonces...
-Es divertido oírte describir un orgasmo-graznó Gerard con su risa de cuervo.
-Pero, Gee, es morir y resucitar, una y otra vez, en un solo latido.
Sus miradas se encontraron, y Gee suspiró sacudiendo la cabeza.
-Y dicen que yo digo cosas extrañas.
Ella resopló y frunció los labios, lo que a Gee le recordaba lo cerca que aún andaba su niñez.
-Me hago etérea entre tus brazos.
Dándole una calada a su cigarrillo, y aprovechando la parálisis estupefacta que había provocado en Gerard con sus palabras, Amy le besó soltando el humo sutilmente entre los labios de ambos, en un movimiento sensual que despertó instintos más terrenales que su conversación en su Gee.
-Amy...puedo asegurarte que te siento muy poco etérea aquí mismo. Y menos mal, porque sería una pena.
-Hazme etérea, Gee-susurró ella.
La invitación más que evidente en sus palabras fue suficiente para volver a enloquecer a Gerard.
-¿Morir y resucitar?-preguntó con los labios en su cuello.
-In a heartbeat, I would do it all again.

1 comentario:

  1. aaaaaaahhhhh!!!

    Paso al siguiente corriendo.

    Me encanta que Gerard sea un provocador nato.

    Y a ver que pasa cuando Amy se entere de todo lo que pasa.

    ¡¡¡¡¡AL SIGUIENTE!!!!!


    ABRAZO!!!

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